La vida a cuadritos (Germán Coronado, Editorial Peisa)

20 jul (Perú.21)
Germán Coronado, de Peisa -una de las principales editoriales del Perú-, se manifiesta sobre la polémica desarrollada entre nuestros escritores y críticos.
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CUADRO 1: MURMULLOS. Los diarios capitalinos dan cuenta de lo acontecido en el congreso de escritores peruanos reunidos en Madrid a fines de mayo de este año. En la Madre Patria -nos dicen los cables- se avivó una trasnochada controversia sobre la existencia o no de una literatura "andina" y "telúrica". Nada quedó claro. De hecho, ¿qué es la literatura andina? ¿Alguien podría definirla, por favor? ¿Es acaso la escrita por andinos, cualquiera sea su temática? ¿O sobre temas andinos, cualquiera sea el escritor? ¿A partir de cuántos metros sobre el nivel del mar debe estar situada la trama?

CUADRO 2: BERRINCHE. Pocos días después, asistimos con estupor a un público intercambio de diatribas iniciado por el escritor Miguel Gutiérrez, uno de los defensores de lo andino en el Congreso de Madrid. En uno de los extensos artículos que ha publicado en Perú.21, Gutiérrez denuncia con tono airado que existe un "grupo que domina y dirige la vida literaria del país"; que además "se hace fuerte en los medios de comunicación de mayor influencia: periodismo escrito, televisión, radio, diversas revistas (.) editoriales (Peisa, entre otras), de las cuales son asesores y sus secretos lectores. Para ejercer su dominio (.) han creado una suerte de sistema de mayordomías (.) encargado de glorificar a sus jefes y de hacer el trabajo sucio con las obras de autores que no gozan de la simpatía del grupo".

Se trata de una acusación que no resiste el menor análisis. ¿Dónde tienen sus cuarteles aquellos todopoderosos? ¿Cómo toman sus decisiones? ¿Cómo han logrado someter a periodistas y directores de diarios, revistas, radio y televisión, y hasta de empresas editoriales, para que obedezcan sus dictados?

CUADRO 3: PATALETA. Según Gutiérrez, lo que define a los integrantes de esta presunta "mafia, secta o argolla" es "la frivolidad y el cinismo". Los "mandarines de la cultura oficial", como los llama, utilizarían su poder "sin concesiones ni miramientos", y sus víctimas serían los escritores que no pertenecen al "cogollo clasista". Acusaciones como esta no pueden hacerse en forma tan ligera. Gutiérrez debe señalar quién, cómo, cuándo y dónde ha sido marginado o maltratado algún escritor peruano impidiéndole expresarse.

Por otro lado, cual nuevo inquisidor, Gutiérrez afirma que los escritores jóvenes que caen en manos de esta "secta" inician con ello la "perdición de sus almas". De este modo, el "cogollo clasista" no solo monopoliza injustos privilegios: también es la encarnación de todo lo demoníaco, la maldad químicamente pura. ¿Dónde están estos íncubos y súcubos corruptores de jóvenes donceles? ¿Cómo propone exorcizarlos?

CUADRO 4: ENTEROCOLITIS. No obstante que en la página dos de su suplemento dominical, un diario capitalino advierte a sus lectores que solo publica las cartas que no contienen insultos o agravios, es penoso comprobar que esta norma no rige para el "modesto periodista" -así se proclama- César Hildebrandt, quien desde esa tribuna ha dado respaldo a las diatribas de Gutiérrez y ha añadido otras más de su vitriólica cosecha. Algunos insultos son para su enemigo de siempre, pero otros -como "tetudo", "nefrítico", "podre", "califa", "bufón", "medianía vitalicia", etcétera- van dirigidos contra el escritor Alonso Cueto, sindicado por Hildebrandt como el gran "califa" de la "cultura oficial", protegido por su "soldadesca" y defensor de una "literatura del entretenimiento mal parido". Quienes conocen a Cueto y han leído sus libros solo pueden sonreír con tristeza ante estos penosos calificativos, que han ensuciado una controversia en la que Hildebrandt no tiene arte ni parte.

CUADRO 5: ZURRADA Beto Ortiz no ha querido quedarse fuera del festival de agravios y presenta, también en Perú.21, una antojadiza lista de los integrantes de la supuesta "mafia" literaria limeña. Con su innegable gracejo y usando algunas expresiones ingeniosas, Ortiz no hace otra cosa que echar más leña al fuego. Como se ve, cualquiera con espíritu de francotirador -véase la carta de Güich y el artículo de Faverón de estos días- puede hacer su lista de "los diez más..." y sumarse al cargamontón, sin necesidad de ofrecer ideas ni argumentos.

CUADRO 6: RASCA RASCA. En su más reciente artículo, Miguel Gutiérrez enmienda el rumbo. Ahora señala que lo que está en juego no es ya la lucha por "el desarrollo y esplendor de la literatura andina" sino defender "el imperativo artístico que legitima cualquier obra". En eso parece estar de acuerdo con sus imaginarios opositores. Nadie quiere escribir ni ver publicados libros malos que provoquen dolor de muelas. ¿Cuál es entonces el motivo de su protesta? Como en Madrid, nada queda claro.

CUADRO 7: A CALZÓN QUITAO. Lo que está detrás de este sainete, que no llega a ser una polémica de ideas, es la necesidad que tienen algunos escritores poco afortunados de expresar su frustración frente a todo aquel que va ganando el reconocimiento de los lectores y logra que sus obras sean publicadas por editoriales prestigiosas -"odiosas" empresas privadas según los supuestos "marginados", que consideran una claudicación adecuarse a las reglas del mercado- en el Perú y en España. Es a estos escritores de éxito a quienes hay que atacar y embarrar, repartir contra ellos agravios con ventilador (como lo hacen, efectivamente, algunos de estos escritores amargados en varias páginas de la Internet). Dicho en otras palabras, ellos se inventan enemigos para justificar fracasos. Quienes participan en este coro destemplado desprecian el trabajo que realizan las editoriales del sector privado -especialmente el márketing-, pues perciben a estas como venales intrusas que se "inmiscuyen" en el sacrosanto campo de la literatura. Muchos de ellos están a la expectativa de que su clamor sea acallado con becas, ediciones subsidiadas y puestos en el INC, solo por considerarse "marginados". ¿Añoranza de los años 70? ¿Necesidad de un Estado paternalista que reconozca los méritos literarios en función de la consecuencia del escritor con preceptos ideológicos?

Si no es así, ¿para qué seguir en la ciénaga de murmullos, berrinches y pataletas?

Basta ya de hacernos la vida a cuadritos. ¿No sería mejor volcar estas energías en crear y publicar buena literatura?

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30 de junio de 2005

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