A propósito de "huachaferías" (José Miguel Oviedo)

09 ago (Perú.21) Uno de los peruanismos más expresivos y encantadores es 'huachafería'. Por vivir en el extranjero, suele ocurrir que algunas personas que lo encuentran en libros o textos escritos por peruanos me piden que les explique su significado o les dé otros ejemplos de su uso en nuestra literatura, lo que no siempre es fácil.

Por eso me alegró ver que, en su réplica, Miguel Gutiérrez incurre en varias que pueden servirme como excelentes ejemplos de esa particular forma de huachafería que es la literaria. Cito aquí solo dos de esas perlas segregadas por una prosa sin duda "bizarra", para usar la expresión favorita del autor:

La primera es paradójica porque, justo después de prometer que evitará ser huachafo, no puede resistir la tentación y formula esta frase: "No voy a cometer la huachafería de defender mi obra aludiendo al número de ediciones, tirajes [sic], traducciones, comentarios glorificadores, exaltaciones iconográficas, viajes...".

La segunda brinda un inesperado detalle de decoración interior: "Carezco de envidias, pero si tuviera que envidiar lo haría con [sic] mis grandes maestros cuyos retratos [...] me acompañan en mi estudio".

Aparte de las sabrosas huachaferías que el autor, generosamente, nos regala y de su biliosa letanía de insultos en clave, no hay en verdad nada de fondo que discutir: sus argumentos son los mismos, aunque todavía más espurios y avinagrados que los de su texto anterior. Solo una aclaración: en principio, la presencia de elementos políticos o ideológicos en una obra literaria no es condenable y nadie se la ha objetado, como sugiere Gutiérrez para presentarse, tramposamente, como una víctima de persecución. Hay grandes ejemplos de escritores políticos, como Sartre, Malraux, Orwell, Vallejo, en la fase final de su poesía, y en el campo del arte no existe mayor paradigma que el Guernica, de Picasso. La cuestión no es la ideología en sí misma, que finalmente es pasajera; lo que importa es el resultado estético de su uso, que es lo permanente. Y eso es todo lo que a un crítico y a un buen lector les interesa. No aceptar algo tan simple es ceguera o soberbia intelectual. Yo ni siquiera he dicho que él es un mal novelista; lo que creo es que su obra resulta muy inferior a lo que se imagina, obnubilado por los "comentarios glorificadores" y por su galería de retratos ilustres pero, sobre todo, por su tenaz hábito de pervertir la ideología y convertirla en una cruel aberración que muchos -no él- pagaron con sus vidas.

Como no hay más que agregar, no volveré a intervenir en esta polémica porque sería insensato responder a los que la han aprovechado para salir de la oscuridad y expeler una delirante descarga de agravios, resentimientos y frustraciones retenidos por treinta o cuarenta años: sus mismas palabras los descalifican moral y literariamente como interlocutores. Sólo lamentaré, si Gutiérrez guarda su prometido silencio, que no siga ilustrándonos y divirtiéndonos a todos con su don natural para las huachaferías, en lo que sí ha alcanzado la difícil perfección.

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30 de junio de 2005

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