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Nº 0 Año I


Mario Goloboff o "la música de la palabra"- Entrevista

Por Sebastián Abdala

   La biblioteca de Mario Goloboff envuelve la mesa donde comenzamos a tomar una copa de vino, a conversar. Como un vicio cotidiano pierdo mi mirada en el centenar de libros que nos rodea. Está prolijamente ordenada por regiones geográficas. Me explica que la zona superior corresponde a libros de origen y autores europeos, que la central es de franceses, abajo argentinos y la derecha de autores latinoamericanos. Voy pensando si acaso podré llegar a vislumbrar alguna región de anclaje para llegar al corazón del hombre que dirime parte de su exilio en lejanías. La obra de Goloboff ha sido traducida a varios idiomas, pero la más reciente ha sido The quartet of Algarrobo, en Estados Unidos.

Mario Goloboff   Gerardo Mario Goloboff ha nacido en la misma fecha que cita Borges para el comienzo del cuento "El milagro secreto", me muestra una primera edición del libro Ficciones, que se encuentra cuidadosamente ordenado fuera de la biblioteca, sobre una mesa que recoge otros tesoros bibliográficos, como la primera edición de El jorobadito y otros relatos, de Roberto Arlt y me sonríe. Apenas puedo contener la emoción.
   Como tantos otros, Mario Goloboff, abandona el país por persecuciones políticas. El destino de sus pasos: Toulousse, Francia, en el año 1973. Allí surge la conversación acerca del escritor.

Mario Goloboff  



   Llegué a Toulousse con mi primera novela terminada Caballos por el fondo de los ojos. Yo salía de una escritura muy pesada, y en Caballos ... es donde se hablaba del pueblo (Algarrobos) de mis antepasados, de política, de varias cosas. Pero la verdadera saga de Algarrobos comienza con Criador de palomas, nos dice Goloboff.

Fantasmas

ÓMNIBUS-¿Cómo sentía usted la significación del exiliado y cómo se refleja en sus novelas?
MARIO GOLOBOFF.-En Toulousse, ciudad de vastos exilios españoles, la ciudad más hispánica que hay en el Sur de Francia, donde hubo decenas de miles de refugiados de la guerra civil española. Allí conocí líderes de movimientos anarquistas y descendientes de refugiados del año '40. Alumnos míos en la Universidad de Toulouse, que tenían apellidos como Jiménez, Martínez, Pérez ... (piensa cada nombre, demuestra que dentro de su propio análisis también se encuentra a sí mismo). Y judíos que hablaban muy mal el español y el francés. Entonces el exilio español me empezó a subir a la cabeza. Yo paseaba por una plaza céntrica donde veía a los refugiados españoles hablar y juntarse permanentemente. Se pasaron años hablando de la muerte de Franco (brilla su voz, recuerda con la voz). Y el tema del exilio español me empezó a afectar. Entonces fui escribiendo una novela durante diez años. Era una novela político-policial, hablo así, en tiempo pasado, porque hasta el día de hoy está inédita ... Una novela en la que leí mucho sobre el anarquismo y el socialismo español. Y, casi como para salir de ese mundo, mi inconsciente fue encontrando el tema de mi infancia, de mi pueblo natal, de la Argentina. Y especialmente a la lengua que debió haberse hablado en mi pueblo en esa época, aunque en realidad yo, debo haber inventado una buena parte.

OMB. -De cierta forma inevitable.
M.G.-Claro, esto es lenguaje inventado, y así se fue haciendo Criador de palomas, que la habré escrito bastante rápido, a diferencia de otros textos muy trabajosos. A pesar de correcciones y el trabajo de orfebre que requiere la palabra, no deben haber sido más de cuatro o cinco años de escritura. Yo tardo mucho tiempo en escribir novelas. Y creo que una novela merece algunos años de escritura, ¿no?

OMB.-Y siendo un escritor exiliado, ¿cuáles fueron los "fantasmas" (se ríe, cómplice del cliché) que lo llevaron a la trama, al personaje y la historia de Criador de palomas?
M.G.-Aparte de que a uno puedan o no venirle los fantasmas en medio de la noche para iluminar al mate, Criador de palomas empieza a escribirse casi a partir de su título. Entre otras cosas por mi apellido que en realidad sería Golubof, Golub, en todas las lenguas eslavas, quiere decir paloma. Entonces comentándole esto a un amigo, en medio de un paseo nocturno en invierno, al borde del Mar del Norte, me dijo: "Ya que tu apellido quiere decir cuidador o no se qué cosa de palomas, ¿por qué no escribís algún cuento que se llame así?

OMB.-Y ahí tenemos el comienzo de la saga de Algarrobos
M.G. -No del todo, en realidad empecé a escribirlo, casi, como un cuento infantil que les leía a mis hijas en aquel momento.

Palomas, sangre, música

   Criador de palomas narra la historia de un chico, que el lector puede presumir que no supera los diez años, huérfano y que queda bajo el cuidado de un tío. Casi como la vida misma, el niño comienza a dedicarse a la cría de palomas. Se producen situaciones que seducen, que marcan un rumbo claro en la importancia de ciertas cosas elementales, como por ejemplo, los nombres ("Elegí bien, mirá que en una paloma brillan muchas luces 1"). Como una metáfora que puede cosechar mucho más que lo sembrado, las palomas comienzan a aparecer asesinadas violentamente. Cruelmente. Puede decirse que en Argentina, mientras tanto, se vive la más terrible dictadura de su historia, en que los desaparecidos superan los 30.000 y los exiliados, desde 1973, hasta casi diez años después, llegan a multiplicar ese número hasta cinco veces.
   Goloboff no permaneció ajeno a la historia de su país. Por el contrario, se dedicó a lo que mejor hace: lírica, ironía, sutileza y denuncia de la crueldad, algo que va más allá de un mero asesinato físico.

OMB. -A ciertos lectores les brindó la sensación de que Criador de palomas, no está escrita en párrafos, sino en estrofas ...
M.G. -Además de leerla, la han oído.


Criador de palomas

OMB. -Incluso el lenguaje es de un lirismo poco común en la narrativa. ¿Ese trabajo brotó o fue elaborado a conciencia?
M.G.- No, eso salió ... (Entonces me doy cuenta de que ciertas cosas, tienen mejor sabor cuando nacen, cuando no se buscan. Vuelvo a observar la biblioteca, y me pregunto en qué lugar de esa enorme vastedad de libros han quedado las primeras tomas de esos pensamientos. Luego me los mostraría. Una pila de cuadernos y manuscritos, con diferentes versiones de principios, notas, citas. Criador de palomas tiene un alma que se respira) ... suele salirme. No puedo escribir textos que no tengan música. Casi diría que no son míos si acaso les falta, porque pertenezco a una familia de músicos. Y mi familia siempre consideró que yo era el único sordo (risas)

OMB. -Y eso en cierta forma lo trasladó a la literatura
M.G. -Creo que me sucedió que toda la musicalidad que yo puedo tener va hacia el lenguaje. A mi me quedó la música de la palabra. Tengo un mal oído musical. Puedo escuchar doscientas veces una sinfonía y no poder tararearla. Pero (sé que va a dictar una sentencia: la presiento, la disfruto), si vos me lees un texto que suena mal, yo te lo voy a decir inmediatamente. Un poema en el que hay un ripio, lo siento como si tuviera una piedrita en el zapato. Vigilo permanentemente que mis textos no suenen mal. Yo digo eso, que soy, además un poeta, un lírico que cuenta historias.

OMB. -La lengua como recurso de llegada sutil ...
M.G.-Y sí, efectivamente. El lenguaje es la escritura, es poesía, es lenguaje poético. Toda escritura es poética, toda escritura es poesía.

   Nos detenemos un rato en la charla. Me cuenta que cuando se escribe, por ejemplo, narrativa, no debe en exceso otros cuentos. Uno puede leer política, historia, filosofía. Pero dejar la creación a mano, con pureza. Y me aconseja que cada día hay que leer poesía. Entonces recién entonces, observo que hay otra biblioteca junto a la puerta de entrada. Cuando le pregunto, me responde: exclusivamente poesía.
   Seguimos hablando de
Criador de palomas. Le comento que me impresionó, me llenó de un temor oscuro, un escena donde el chico y su tío, van al matadero. La descripción del proceso, aunque cotidiana en un pueblo del interior, resulta imposible no ligarlo con las torturas, con las masacres perpetradas en aquellos años. El crítico Andrés Avellaneda escribió que, para el escritor argentino "mentar la carne tajada, el grito abortado", es un "acto de vergüenza estética y de asombro moral" 2. No hablaba de Goloboff. Al contrario, lo mencionaba como la excepción a una fórmula de realismo de vanguardia.
   Entonces, casi como un descuido, parece escapar de su boca que nunca, jamás, ha tenido una paloma en sus manos ...

OMB.- ... me resulta, al menos, difícil de creer
M.G. -No tuve otra relación con palomas más que de verlas igual que vos, en la calle. De la misma manera, en mi vida estuve en un matadero y jamás vi carnear una vaca. Sí debo haber ido a carnicerías de chico y debo haber visto la res, como se vende en la Argentina. Y la escena del libro viene del hecho de que sacan un nonato. Eso siempre me intrigó mucho, esta cosa del nonato. Además en Criador de palomas viene muy al caso, porque me parece que dio la imagen de la última dictadura militar en la Argentina, que nos trajo la carnicería y la matanza.

OMB.-¿Y usted lo ve de ese modo?
M.G.-Son esas cosas absolutamente misteriosas e inconscientes y tan lindas. (Risas). En la creación es producto del conciente y del inconsciente. Y un escritor sabe más o menos qué quiere escribir. Después escribe algo, que yo no sé si obedece exactamente a esos designios. Entonces yo no soy la persona más autorizada para decir qué es Criador de palomas. Yo puedo decir que me propuse pocas cosas. Me propuse escribir una novela que reflejara la feminidad asesinada en la Argentina en la época de la dictadura. (Hacemos un breve silencio, sopesando el valor de lo dicho) Yo no pensé que estaba escribiendo una novela del exilio, como muchos críticos dijeron y dicen todavía. Tampoco una novela de tipo político. Tuve algunas cosas concientes: dar a entender que hubo tortura, porque el pibe sueña una tortura de una paloma. Pero le quité fecha, le quité rasgos precisos, le di un orden más o menos intemporal. Un espacio muy firme, pero en un pueblo muy fuera del espacio. Es la Argentina, naturalmente que es la Argentina, pero fuera del espacio, donde la violencia y la dictadura y la represión y la matanza tuvo lugar, la hice en una especie de arquetipo. Los otros sentidos que la interpretación y que la crítica puedan darle, bueno, ha habido casi bastante más que lo que yo escribí. Un escritor no sabe exactamente qué es lo que escribe, apenas si sabe lo que quiso escribir. Después el resto es lo que asegura que uno siga escribiendo, esos enigmas no resueltos, esto que vos decís, esos fantasmas.

Lirismo y utopía

   

La luna que cae no es otra cosa que otro poema musical, de falso tinte autobiográfico, que continúa Criador de palomas. Narra, dentro de un lenguaje lírico exquisito, una historia de amor. Es sensual, prolija, es una composición exacta de cuerpos que han bailado una triste canción de penar. Es el Criador de palomas que vuelve, recorre, recuerda, ama, continúa.

Mario Goloboff dice:
-En La luna que cae aparecen otros fantasmas. Los de la edad, el tiempo, el amor, las diferencias y la mujer. El enigma de la mujer, bueno, es eterno, permanente, hasta este mismo instante (risas). Esta es la novela que más me inquieta. A Criador de palomas la quiero mucho, La luna que cae tal vez la quiera mucho también, pero me inquieta. Al punto de que terminaré pronto, probablemente, algo que es la continuación de La luna que cae. Una novela todavía más erótica y más íntima. La continuación de la relación planteada entre esta mujer de cuarenta y tantos años y este pibe de veintipico, que no es otro que el Criador de palomas que regresa.


La luna que cae

OMB.-Hay fantasmas y sombras.
M.G. -La sombra de la dictadura, porque él se fue, no se sabe bien dónde se fue. Nadie sabe si tuvo alguna actividad política, ni yo lo sé. Preferí dejarlo así. Cuando regresa lo miran como alguien que viene, que anduvo en cosas no demasiado santas y sospechan de él, y tal vez tuviera algunas ideas izquierdistas y entonces lo miden, le hacen vacío. Yo, interiormente, voy ajustando cuentas con determinadas cosas que sucedieron en el país.

   En ese momento recuerdo un episodio, en el cual el personaje va a visitar al padre de un amigo de la infancia, a la peluquería. La charla comienza amable, y va creciendo la tensión, la vergüenza, el odio. El amigo de la infancia, como tantos otros en tantas otras dictaduras, formaba parte de un "Grupo de Tareas". Se percibe la desilusión, bronca, el ajuste de cuentas al cual hace mención Goloboff.
   Después de
La luna que cae escribe la novela El soñador de Smith, que según sus propias palabras "es una historia donde yo tomo a este extraño personaje, esta especie de sicoanalista rural, de Zaratustra". Un hombre gordo, que aparece en Criador de palomas y en La luna que cae, que predice el futuro a través de los sueños. Luego, como cierre momentáneo de la saga de Algarrobo, Comuna Verdad:

M.G.-Es la historia de una comuna anarquista en Algarrobos. Es una linda historia, yo la quiero bastante. Es una novela que sitúo temporalmente, justamente para generar el efecto contrario, en la década del cuarenta.

OMB. -¿Es una interpretación de su anhelo acerca de una sociedad argentina? ¿O algo que se puede generar ahora como sociedad?
M.G.-No, gracias (risas), pero no. Mis objetivos son exclusivamente literarios. Tiene que ver con el asunto de la utopía. Por eso alguien dijo que es la recuperación de la utopía, o no sé qué. Cuando se cayó el Muro pensé que fue para que se materializara todo, para que vendan chicles y seamos más estúpidos que antes todavía. Sí creo que hay que pensar en las utopías, hay que tener utopías. Una sociedad no puede vivir sin utopía, esto es todo.

   Tanto Comuna Verdad, como El soñador de Smith, en Argentina, resultan imposibles de conseguir. Sin embargo en Europa o Estados Unidos, sí. Tampoco se puede conseguir uno de los libros más pedidos durante el año 2004 en las librerías de Buenos Aires: Julio Cortázar, la biografía. Acerca de esto, Goloboff reflexiona con ironía:

M.G. -Se siente un poco de rabia porque, francamente, no sé qué pasó. Bueno, se vendió todo y no se editó de nuevo. Y se siente un poco de rabia porque uno no entiende. Jamás he entendido a las editoriales, jamás, y moriré sin entenderlas. Creo que es uno de los enigmas más oscuros de la literatura. No entiendo cuál es la política, para qué editan determinados libros, o por qué no editan algunos que les pueden dar enormes beneficios comerciales.

OMB. -¿Y cómo experimentó escribir la biografía de un escritor como Julio Cortázar?
M.G. -Creo que hice lo mejor que pude. Aunque creo que para escribir una buena biografía de un escritor como Julio Cortázar, uno necesitaría no menos de diez años. Bien que una vez terminado el libro empecé a advertir que había algunos errores, y cuánto me faltaba. Fui bastante feliz escribiendo esa biografía, y también sufrí bastante y llegué a un grado de comunicación con Cortázar que me sorprendió, así, ultraterreno. Me metí mucho en su vida, en sus textos, en sus cosas. Y ahora sigo trabajando en sus textos, que es lo que ya había hecho toda mi vida.

   Mario Goloboff tiene una cuidada obra escrita sobre escritores argentinos, Genio y figura de Roberto Arlt, Leer Borges, Elogio de la mentira, diez ensayos acerca de escritores argentinos, una edición crítica de Rayuela coordinada por Julio Ortega y Saúl Yurkievich (ALLCA XX / Fondo de Cultura Económica. 1991) y el artículo "El 'hablar con figuras' de Cortázar". Una extensa, clara, y sosegada interpretación, que nunca pierde aquello que Goloboff despliega en toda su escritura: espíritu literario, conciencia, y, sobre todo, el estilo de un lírico de nacimiento, metido a narrador.

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Notas:

1. Goloboff, Mario. Criador de palomas (1997). Buenos Aires: Ediciones Colihue, p. 18.
2. En Hyspamérica, Takoma Park, ns.46/47
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15 de noviembre de 2004

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