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Nº 0 Año I


Isaac Goldemberg:
"Me siento hijo de Vallejo y Arguedas"


Por Maurizio Medo

Isaac Goldemberg (Perú, 1945), narrador, poeta, dramaturgo, en suma: creador, es, por hoy, el escritor latinoamericano más importante en los Estados Unidos. El autor de La Vida a Plazos de Don Jacobo Lerner --novela imprescindible en la narrativa hispanoamericana, la que fue seleccionada como una de las 100 obras más importantes de la literatura judía mundial de los últimos 150 años-- así como de notables poemarios como Peruvian Blues, comparte con nosotros algunas reflexiones sobre la vida en Nueva York, medita acerca de su pluralidad de ser, así como nos revela su perspectiva sobre escritura e identidad, siempre con la humildad y calidez que lo caracterizan.

Isaac GoldembergÓMNIBUS - Isaac, estando tantos años en "las entrañas del monstruo", New York, el considerarte un "exiliado", resulta para mí una relatividad. Me atrevería a decir que en ti coexisten simultáneamente tres culturas: la peruana- por tus vivencias en el suelo natal que, resultan fundamentales en tu formación personal-, la judía - esencialmente por tus orígenes étnicos y el aspecto de la religiosidad- y la americana - por tu larga estadía en tierra americana-. ¿Cómo repercute esto en tu obra y cómo experimentas los aspectos de "pertenencia" e "identidad"?
ISAAC GOLDEMBERG - Más que "americana", mi experiencia ha sido neoyorquina, la cual, si bien incluye lo americano, rebasa las fronteras ideológicas y culturales americanas ya que Nueva York -por su gran confluencia de nacionalidades, etnias y razas- puede darse el lujo de constituirse en una especie de espacio anímico e intelectual independiente del resto del país.

OMB - ¿Cómo podríamos distinguir la experiencia americana de la neoyorquina?. Parecieran poseer características particulares que diferencian una experiencia de la otra.
IG - Con el tiempo, todos los que viven en Nueva York -incluso los americanos oriundos de otros estados y otras ciudades de la nación- acaban siendo menos americanos, más otra cosa; es decir, pasan a adoptar la identidad neoyorquina, esa amalgama híbrida que contiene al mismo tiempo lo americano y algo más que resulta difícil de definir con palabras. Si yo he llegado a sentirme "americano", eso se lo debo a Nueva York. Al permitirme ser lo que soy en todas mis facetas -peruano, judío y latinoamericano-, Nueva York me brindó el espacio para también poder sentirme "americano".

OMB - ¿Este ser "tú" con tus pluralidades hubiera sido posible de realizarse en otra ciudad de los Estados Unidos?
IG - Puede que me equivoque, pero no creo que me hubiese ocurrido lo mismo viviendo en cualquier otra ciudad de los Estados Unidos. Ahora yo siento que pertenezco a Nueva York y que ya he adoptado la identidad neoyorquina, identidad que te permite ser uno mismo y otro, otros. Para mí Nueva York es la ciudad mestiza por excelencia. Con una población de casi dos millones de latinoamericanos y otro tanto de judíos, Nueva York es la ciudad donde yo, en un ámbito personal y también público, puedo vivir plenamente y sin problemas mi condición mestiza de judío peruano y latinoamericano.


OMB -¿Cómo repercute esto en tu obra y cómo experimentas los aspectos de"pertenencia" e identidad?.
IG - En primer lugar, me ha impulsado, precisamente, a cuestionar el concepto monolítico de identidad y a explorar mis raíces, percatándome de que esta exploración no puede ser ni repliegue ciego sobre uno mismo ni dilución en un crisol de razas y culturas que incinere las diferencias. Pero donde más ha repercutido eso que tú llamas la coexistencia simultánea de mis tres culturas es en la novela que estoy escribiendo actualmente y en la cual utilizo a Nueva York como espacio literario por la primera vez.

OMB - Cuéntanos un poco acerca de esta nueva obra. El utilizar Nueva York como espacio literario implica ya un cambio en tu novelística.
IG - La novela -cuyos títulos tentativos son A Dios al Perú y La gran telenovela de América latina, latina con letra minúscula- narra la historia de un peruano mestizo, Ángel de la Cruz, que viaja de Lima a Nueva York con dos objetivos: uno, pedirle a su medio hermano -peruano judío con más de veinte años de residencia en Nueva York- que le consiga un rabino dispuesto a convertirlo al judaísmo y, dos, probar que César Vallejo fue judío. Historiador de profesión y poseedor de un talento analítico comparable al de un Sherlock Holmes o al de un Sigmund Freud, Ángel está convencido de que en la División Judía de la Biblioteca Pública de la Quinta Avenida y Calle 42, yacen pruebas irrefutables de que Vallejo era judío. Su obsesión por desenterrar las raíces judías de Vallejo está insuflada por el fuelle de la fuerza telúrica: al igual que Vallejo, Angel es mestizo -de rasgos marcadamente andinos- y oriundo de Santiago de Chuco. Además, según Angel, no es nada casual que el segundo nombre de Vallejo sea Abraham y que sus dos abuelos hayan sido sacerdotes católicos. Crónicas, testimonios y diversos documentos históricos presentan pruebas fehacientes de que a lo largo de su historia, la iglesia católica latinoamericana ha albergado en su seno a un gran número de curas descendientes de judíos conversos. Además, según Angel, la evidencia irrefutable del ancestro judío de Vallejo se encuentra en su misma vida y obra. Ahora bien, la prueba decisiva que Ángel necesita -la carta genealógica materna de uno de sus abuelos curas-, yace en una de las salas cavernosas de la División Judía de la Bilioteca Pública de Nueva York, en Manhattan.
Por otra parte, la novela narra también la historia del medio hermano de Angel, Daniel Katz, quien es un Junior Executive de "Publicity Plus", una de las agencias publicitarias más importantes de Madison Avenue. Al comenzar la novela, a Daniel le han encomendado la dirección de la campaña publicitaria más importante de su carrera: limpiar la imagen del líder Yassir Arafat con la finalidad de ganar adeptos, especialmente entre los judíos, para la creación de un estado palestino. Se trata de una novela totalmente híbrida, producto de muchas mezclas.

OMB - ¿Al ser Nueva York una suerte de " Babel " de la posmodernidad, ¿este aspecto se refleja en los registros escriturales, en los tonos, tanto como en la confluencia de etnias, de lenguas, de costumbres y culturas?
IG - En cierto modo sí. La novela está escrita, por momentos, en diferentes lenguas: algunas variantes del castellano americano, inglés, un poco de judezmo, de idish, algo de quechua, de hebreo y un español neoyorquino, plagado de anglicismos y de espanglish. Todo esto a sabiendas de que la pureza de la lengua se perdió hace rato, como se ha ido perdiendo también la pureza de sangre. Entonces, valiéndome de la historia del peruano Ángel de la Cruz, de todo lo que le ocurre antes, durante y después de su conversión al judaísmo, lo que estoy haciendo es explorar qué significa ser peruano, judío, latinoamericano y "latino".

OMB - ¿Este entrecruzamiento de hechos lingüísticos y culturales se dirigirían hacia la búsqueda de la significación de la identidad?
IG - Como latinoamericano con casi cuarenta años de residencia en Nueva York, lo que deseo hacer es explorar en qué consiste la identidad "americana", identidad-fruto del mestizaje de dos Américas y de dos idiomas, el castellano y el inglés. Es decir, hacer una novela donde tanto los "americanos" latinos como los no latinos puedan ver reflejada su "americanidad" en un espejo que les ofrezca la imagen de una americanidad no unidimensional, sino multifacética.

Isaac GoldembergOMB- En cierta ocasión te definía como un escritor "anfibio", no sólo por esta multiplicidad de culturas que conviven en ti, sino porque "respiras" tanto en la narrativa como en la poesía. En el Perú eres más conocido como narrador que como poeta,¿ qué es lo que te llevó al terreno de la poesía?
IG - Yo he escrito simultáneamente narrativa y poesía desde muy temprano, desde los doce años. A esa edad ya estaba escribiendo mis primeros poemas y algunos cuentos breves. Recuerdo haber escrito un extenso poema narrativo donde se cuenta una historia de amor y abandono. El trasfondo autobiográfico, si bien sublimado, es obvio: un rey inca conquista una tierra extranjera, se enamora de una princesa y luego retorna al Cusco sin saber que ella lleva un hijo suyo en sus entrañas. Y a esa edad también fue cuando empecé a escribir la primera versión de mi novela La vida a plazos de don Jacobo Lerner. Esa versión se llamaba El avaro y estaba centrada en torno a la figura de mi abuelo materno. La novela tenía como escenario mi pueblo, Chepén, pero el paisaje que había pintado no era peruano sino ruso y Chepén era una copia bastante fiel de Kasrilevske, esa aldea mítica creada por el escritor ruso judío Sholem Aleijem. Fue hasta cierto punto una novela precursora del realismo mágico pues en ella Chepén, que es semi-tropical, aparecía sepultado por la nieve y mis personajes se movilizaban en trineos. También había rabinos cabalistas que volaban o que podían hacerse invisibles. Todo aquello era una locura. La novela se quedó estancada en el segundo o tercer capítulo y no la retomé en serio hasta que ya llevaba unos cuantos años viviendo en Nueva York.

OMB - Mientras construías este universo, donde lo mágico pareciera ostentar características bastante particulares, las que distan del concepto decimonónico del denominado realismo-mágico ¿ya habías publicado algún escrito?
IG - Antes había publicado dos poemarios: el primero, Tiempo de silencio, que guarda muy poca relación con mi obra posterior. Pero en mi segundo poemario, De Chepén a La Habana, empiezo a recurrir a mi experiencia personal y a tratar temas relacionados con la peruanidad y el judaísmo. En este libro ya estaba sembrada la semilla que luego germinaría en La vida a plazos ...


OMB - ¿Qué diferencias encuentras entre el Goldemberg que escribió La vida a plazos de don Jacobo Lerner con el de El nombre del padre y qué une a ambos con el autor de Peruvian blues?
IG - El Goldemberg que escribió El nombre del padre y Peruvian blues es un escritor más maduro, más seguro de su oficio. Por otra parte, cuando comencé a escribir La vida a plazos ... me sentía como una persona desarraigada, pero el proceso de escritura de la novela me permitió entrar más en contacto con mi historia personal y sentirla también como parte de una experiencia colectiva como judío y como peruano. Este sentimiento se fortalece y profundiza tanto en El nombre del padre como en Peruvian blues, ya que ambos libros constituyen, entre otras cosas, una meditación sobre lo que significa o puede significar ser peruano y/o judío. En este sentido, Peruvian blues es una especie de autobiografía poética donde se da el intento de crear un yo a través de la introspección. Así, el yo poético realiza un viaje que abarca una historia múltiple, de muchos orígenes, de muchos tiempos y muchos espacios. En este libro el hablante lírico realiza una especie de inventario sobre su experiencia, una experiencia que es al mismo tiempo individual y colectiva. Los temas que trata este poemario son muy parecidos a los que tratan mis novelas, claro que con otras historias, otros puntos de vista, pero no aléjandose del referente que es el mismo. Lo que ocurre en Peruvian blues es que la exploración de mi peruanidad y de mi judaísmo se hace desde una cierta sensación de angustia, sentida como una experiencia existencial que parte del hecho de tener que cargar, a donde vaya, con la peruanidad y la judeidad de mi ser. Las culturas y las nacionalidades pueden ser fardos sumamente pesados y generadores de una angustia terrible.

OMB - El vivir "entre" dos culturas, dos nacionalidades, es decir la pertenencia a lo "límbico", a existir en el linde, lo que es angustiante, desde lo poiético este sentir adquiere casi una condición dramática. Me viene a la mente Vallejo.
IG - Sí, creo que Vallejo es un caso muy ilustrativo de este fenómeno ... Ahora bien, esta no es la única clase de angustia que existe en Peruvian blues: también hay una angustia causada por el abismo que existe entre lo finito y lo infinito, abismo sentido por el hablante de los poemas como una angustia radical. También hay una angustia que está dada por la historia diaspórica de los hablantes líricos, por no poseer una "verdadera" cédula de identidad, por su existencia marginada, y por otras muchas cosas más que son afines a todos los seres humanos, como por ejemplo el terror a la muerte, a la destrucción física y espiritual de la persona, a la no-existencia.

OMB - Tú explicas cierta similitud en la condición del indígena con la del judío en el Perú, pues ambos están en búsqueda de un espacio permanente. ¿El escritor latinoamericano en Nueva York tendría una actitud análoga?
IG - No sé si los escritores latinoamericanos en Nueva York -y no sólo en Nueva York sino en todo los Estados Unidos- estén en búsqueda de un espacio permanente, pero sí se hayan empeñados en un esfuerzo de autointerpretación. Saben que el tema de la identidad étnica, en vez de convertirse en un tema pasado de moda, continúa siendo de actualidad para los Estados Unidos. Un gran número de escritores latinoamericanos y latinos -es decir aquéllos de origen latinoamericano nacidos y/o criados en los Estados Unidos- se encuentra escribiendo acerca de cuestiones relacionadas con sus orígenes, su cultura y su idioma. En cierto sentido, se puede decir que estos escritores están fundando una patria colectiva del habla. Un idioma -puede ser el castellano, el inglés o esa criatura híbrida llamada espanglish- que exprese la experiencia colectiva de los latinos en Estados Unidos. Un idioma que les sirva de espejo para verse ellos mismos y para ver al otro. Parte fundamental de esa experiencia colectiva es la memoria, como reducto desde el cual los escritores latinoamericanos intentan darle un nuevo significado a lo perdido. Recordar es re-crear.

OMB - Como tradición es transmisión
IG - Así es. No se trata de un mero regreso al pasado sino a la adaptación de un evento pretérito a las circunstancias del presente. Es así como los padecimientos del exilio, el peso de la tradición, las cuestiones relativas a la identidad étnica y nacional, la asimilación, el mestizaje, la mitología cultural han pasado a conformar una parte importante del repertorio de temas de la literatura latinoamericana en los Estados Unidos.

Isaac Goldemberg

OMB - Luis Alberto Sánchez notó que Hombre de paso guarda "perfecta armonía" con La vida a plazos de don Jacobo Lerner. Paradójicamente el mismo Sánchez sostiene: "Para ser en el Perú hay que estar en el Perú". ¿Esa perfecta armonía que vislumbra Sánchez en tu obra, se da también cuando te "observas" en la tradición literaria del Perú?. De ubicarte en ella, ¿con qué autores encuentras vasos comunicantes (en la narrativa o poesía)?. Esto, claro, más allá de lo estrictamente generacional.
IG - Encuentro armonía y vasos comunicantes con muchos autores peruanos -tanto del pasado como contemporáneos-, pero hay dos con los cuales me identifico más que con otros: Vallejo y Arguedas, ambos figuras emblemáticas no sólo de nuestra literatura sino de nuestro "sentir peruano". Hay dos libros que desde la primera lectura me impactaron de manera muy especial: Trilce y Los ríos profundos.

OMB - ¿Cómo fue ese primer impacto ante estas obras, qué fue lo que más te conmovió?
IG - De Trilce me emocionaron sobre todo aquellos poemas que hablan del hogar y de la familia. Encontré en Vallejo una voz familiar, conocida; una voz que recogía ecos de mi pueblo, una voz que no sólo confesaba la angustia íntima del poeta, sino que iba más allá, a los cauces del sentir y pensar de su raza mestiza. Y Los ríos profundos me cautivó porque contaba una historia que me llegaba muy de cerca, ya que en ella se narra las experiencias de un niño en busca de su identidad, o mejor dicho, en busca de la reconciliación de sus dos culturas: la occidental y la indígena. Se trata de un niño que se mueve en un mundo que no está definido, entre dos culturas que chocan no sólo exteriormente sino en el corazón de todo peruano. Esta es una de mis novelas peruanas predilectas y, además, sería de gran importancia para mí, ya que me llevaría a examinar en mi obra una problemática parecida: la del mestizaje racial y cultural en el Perú, incorporando mitos e historia. Para mí esto del mestizaje, tanto a nivel personal como a nivel de pueblo, es una cuestión muy importante, ya que me ha sido muy útil para explorar -y tratar de resolver- una serie de inquietudes que yo tenía con respecto a mi problemática personal como peruano y como judío. Y cuando publiqué mis primeros libros me di cuenta de que esa problemática no era exclusivamente mía, sino que pertenecía a todos los judíos que habían nacido en el Perú y, muy en especial, a aquellos que eran fruto de un mestizaje sanguíneo. Entonces, ellos también han podido verse reflejados en lo que he escrito: primero como judíos y luego como "algo más", es decir, como peruanos, y luego como algo aún más completo, como una sola entidad: judíos peruanos. En lo que respecta a los lectores peruanos no judíos, al comienzo muchos centraron su atención en el aspecto estrictamente judío de mis libros, pero poco a poco empezaron a descubrir que esos libros también les hablaba del Perú y que lo hacía -si me permites la inmodestia- desde adentro, desde un pensar y un sentir "auténticamente" peruanos. Para muchos, se trató de un libro donde vieron reflejada su propia peruanidad, pero en un espejo distinto, un espejo que les ofrecía la imagen de una peruanidad no monolítica, sino polifacética.

Isaac GoldembergOMB - La referencia que haces a Vallejo y Arguedas va más al sentir implícito en el discurso que al discurso mismo. Ambos escritores nos hacen partícipes de su pertenencia al "país de la infancia", es decir al hogar, elemento que está presente en muchos paisajes de tu poética. Aquello que Bachelard denominaría el "Primer Universo".
IG - Claro, un primer universo que lo abarca todo: desde la placenta uterina hasta esa placenta "cultural" constituida por el hogar materno, por el mundo de la infancia, ese espacio mágico en el que el niño va formándose a la vez como individuo y como parte de un colectivo. Por eso es que yo me siento hijo de Vallejo y de Arguedas, ya que ambos, a mi juicio, intentaron plasmar en su obra el alma de su pueblo. De muy muchacho yo leí primero la obra de los escritores clásicos judíos y cuando leí un poco más tarde la de Arguedas y la de Vallejo, me di cuenta de que la obra de éstos se parecía mucho a la de los escritores clásicos judíos, que su sensibilidad estaba muy cerca de la de muchos de estos autores. Aquel universo aldeano de la literatura clásica judía, con ambientes y personajes no muy distintos a los que descubrí en la literatura peruana de "provincia", formó parte de mí tanto como lo hizo la obra de Arguedas o de Vallejo. Por eso no debe resultarme extraño que ambas corrientes, por ser yo peruano y judío -y me refiero a una mezcla de orden sanguíneo, además de cultural-, confluyan en mi obra. Por otra parte, siento una gran afinidad con obras como La ciudad y los perros y Un mundo para Julius, las cuales pese a estar ambientadas en Lima y a estar escritas con formas y estilos innovadores para la novela peruana, conservan un aire a provincia, signo identitario, me parece, de casi toda la narrativa peruana de la época. En poesía, y casi por las mismas razones, me siento muy cerca de la sensibilidad de poetas como Marco Martos y Julio Ortega, ambos provincianos y pertenecientes a la generación a la cual también yo, supongo, pertenezco.

OMB - MVLL afirmaba que Sebastián Salazar Bondy pudo escribir obra tan notable debido a esa relación amor/odio que lo unía al Perú. Renegaba continúamente de su propia situación como escritor en la tierra natal y, sin embargo, jamás quiso desligarse del territorio. ¿De haber permanecido en el país crees que hubieras podido escribir la obra que ostentas? ¿Cómo la imaginas?.
IG - Esta pregunta me la he hecho yo mismo infinidad de veces ... A veces pienso que de haberme quedado en el Perú mi obra sería más extensa. Como me fui del Perú a los 16 años, siento una gran inseguridad con respecto a mi dominio del idioma, lo cual me crea grandes angustias y dificultades a la hora de sentarme a escribir. Pero pienso también que si me hubiese quedado en el Perú no habría escrito lo que escribí, ya que seguramente la experiencia del "exilio" ha sido fundamental en la elección de los temas que trato en mis libros. Además, el hecho de vivir en una ciudad cosmopolita como Nueva York, más el elemento de la distancia, me dio la libertad para tratar esos temas con una óptica digamos más independiente. Sé que sí hubiera escrito acerca de mi condición judeoperuana de haberme quedado en el Perú, pero no sé -ni puedo imaginarme- cómo hubiese sido el producto.

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15 de noviembre de 2004
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