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Nº 0 Año I



Escándalo, ventas y fama

Literatura latinoamericana de cajón

Por Alexander Prieto Osorno

        Si escandalizas, vendes, y si vendes mucho eres muy famoso. Esta lógica, creada por la sociedad del espectáculo y llevada al extremo por las estrellas del rock y el heavy metal, ha sido copiada por las últimas generaciones de escritores latinoamericanos, que han convertido el trinomio escándalo, ventas y fama en uno de los motores de la nueva narrativa de América Latina.

        De la literatura latinoamericana actual se podría decir, sin ofender, que es sucia, travesti, juvenil, fantasiosa y criminal. Y no se trata de una burla, ni una manifestación de desprecio, sino la conclusión a la cual se llega tras un estudio panorámico de las últimas tendencias de la narrativa de la región. Cinco ámbitos temáticos y estilísticos constituyen el grueso de la producción desde los años noventa: el "realismo sucio", las historias de travestis y homosexuales, la literatura "existencial" juvenil (o "novela joven"), la ciencia-ficción y la novela policial (o "novela negra").

        Muy atrás quedó el "realismo mágico" de García Márquez y el boom de los años sesenta, y desde aquel entonces no se veía un éxito comercial y mediático tan arrollador como el que ha conseguido la última generación de escritores latinoamericanos. Y es que los nuevos libros y autores desatan polémicas y escándalos, con su afán de ruptura y su preferencia por la transgresión. La competencia es más dura para ellos y, en la búsqueda de estilos y temas que los diferencie de sus predecesores y los haga únicos entre sus colegas, estos narradores se afilian (consciente o inconscientemente) a las cinco tendencias que describimos antes y que son las que gobiernan hoy el horizonte literario de Latinoamérica.

        Nunca antes la cultura anglosajona, especialmente la norteamericana, había influido tanto sobre narrativa de América Latina. Este influjo del norte salta a la vista en las figuras más reconocidas como el cubano Pedro Juan Gutiérrez, el chileno Alberto Fuguet, el mexicano Mario Bellatín, el colombiano Jorge Franco y el peruano Jaime Bayly, entre muchos otros. El movimiento literario "McOndo" (por hamburguesas McDonald´s y ordenadores Macintosh y que apareció en 1996 con la idea de destronar el "realismo mágico" de García Márquez) impulsado por chileno Fuguet, es una prueba de ello, pero también lo es la proliferación de obras casi clonadas del "realismo sucio" y la "novela negra" norteamericanas.

        A lo largo y ancho de las obras con más éxito de mercado en la nueva narrativa latinoamericana se ve el sello de tres "íconos" de la moderna cultura de Estados Unidos: Charles Bukowski (1920-1994), Bret Easton Ellis (Los Ángeles, 1964) y Quentin Tarantino (Knoxville, 1963). Los tres escandalizaron a su país y se hicieron famosos y millonarios. Bukowski con sus novelas sobre las miserias de los perdedores del sueño americano, Ellis con libros sobre jóvenes extraviados en las drogas y el sexo y Tarantino con su obra cinematográfica de cinismo y sangre, aderezada con diversos géneros narrativos.

Charles Bukowski       Charles Bukowski

En América Latina, estas temáticas y estéticas han sido reelaboradas por las nuevas generaciones de escritores, que las han adaptado a los personajes y las realidades de cada país. En la nueva literatura abundan las historias marginales y violentas, que también se explican por el aumento de los índices de pobreza, delincuencia y criminalidad debido a las crisis económicas y políticas de la región en los últimos años.


Las cinco tendencias

        La literatura "existencial" juvenil (o "novela joven") ha logrado un protagonismo que jamás había tenido en la literatura latinoamericana, al abordar con ansia de escándalo temas tabú como el sexo, la droga y la delincuencia callejera en el mundo juvenil. En Chile, Argentina y Perú las obras de autores menores de 25 años han alcanzado cifras récord de ventas, y un ejemplo de ello es el limeño Jorge Galarza, quien con sólo 21 años de edad publicó su primer libro, Matacabros en 1997, y al año siguiente lanzó El infierno es un buen lugar. Los jóvenes son los principales consumidores de esta narrativa, que tiene influencias y referencias al pop, el rock, el cómic, el cine, las drogas y el sexo. Algunos críticos aducen que se trata de literatura joven para jóvenes, en la cual muchos autores, por ignorancia o por repulsa hacia la tradición literaria de Latinoamérica, creen que una novela es sólo la sucesión de anécdotas truculentas o divertidas. Lo cierto es que estos narradores cuentan con el apoyo de las editoriales y la publicidad que los presentan como artistas de las últimas vanguardias.

        Este fenómeno es una repetición de lo ocurrido en Estados Unidos con Bret Easton Ellis, quien se convirtió en una "celebridad" editorial y mediática a los 21 años cuando publicó Menos que cero (1985), novela que narra el mundo de los hijos de los millonarios de Hollywood, adictos a las discotecas, el sexo, la cocaína, los autos deportivos y que sufren inesperados traumas existenciales. Latinoamérica en los años 90 se vio inundada de novelas con estas mismas características, de la mano de escritores que se volvieron "insignes" de este estilo literario como chileno Alberto Fuguet y el peruano Jaime Bayly.

        Por su parte, el "realismo sucio" a la latinoamericana está emparentado por línea directa con los dos fundadores del género en Estados Unidos: el ítaloamericano John Fante (1909-1983) y el germanoamericano Charles Bukowski, quienes relataron las historias de los "perdedores" del sueño americano, con un estilo crudo y provocador. Bukowski no tuvo hijos, pero sí cientos de nietos literarios en América Latina. El "realismo sucio" tiene muchos narradores en la región y el principal de ellos es el cubano Pedro Juan Gutiérrez, autor de Trilogía Sucia de La Habana. Pero a él se suman escritores muy celebrados como el mexicano Guillermo Fadanelli con Compraré un rifle, el peruano Javier Arévalo con Nocturno de ron y gatos y el costarricense Carlos Cortés con Cruz de Olvido, y el colombiano Efraim Medina con Técnicas de masturbación entre Batman y Robin.

Trilogía sucia de La Habana        Esta tendencia literaria busca mostrar la cara más oscura y afligida de la América Latina actual, con una prosa minimalista, descarnada y a veces brutal. Asesinos, alcohólicos, prostitutas, drogadictos, ladrones, pordioseros, y otros personajes de los submundos de las superpobladas y empobrecidas ciudades latinoamericanas son los protagonistas de estas novelas sobre la supervivencia en los ambientes hostiles. Estas obras han obtenido enormes éxitos editoriales y han despertado el interés de la crítica especializada, que las considera un reflejo fiel de las dolencias que han padecido estos países durante la última década a fuerza de dictaduras y crisis políticas y económicas sucesivas.

        La moda travesti y de temas homosexuales en la literatura latinoamericana también se muestra como testimonio de los cambios sociales y sexuales ocurridos en la región, y la proliferación de libros sobre este ámbito se asocia al éxito de un personaje que se escribe en inglés, el "Drag Queen", cuya popularidad se extendió en la década de los 90 por todas las capitales de América Latina. La marginalidad que sufren los homosexuales y en especial los "Drag Queens" en los distintos países encaja a la perfección con los intereses de ruptura y transgresión de las últimas generaciones de escritores, así que cada nuevo título causa escándalo y polémica, lo cual garantiza una gran publicidad gratuita para el autor y su obra e impulsa la venta de libros. Los exponentes de esta literatura son numerosos y algunos de ellos han alcanzado el favor de la crítica, como el peruano-mexicano Mario Bellatín con Salón de belleza, la puertorriqueña Mayra Santos con Sirena Selena vestida de pena, el cubano Antonio Benítez con Mujer en traje de batalla y el colombiano Alonso Sánchez Baute con Al diablo la maldita primavera.

        Los "Drag Queens" poseen atributos exóticos y carnavalescos muy acordes con la sociedad del espectáculo en la cual vivimos y los escritores de estos libros cuestionan y/o se burlan de los estereotipos sexuales y la "moral tradicional" de América Latina. A diferencia de los homosexuales y travestis de la literatura de los años sesenta y setenta que tenían fuertes actitudes y compromisos políticos (El lugar sin límites del chileno José Donoso y El beso de la mujer araña del argentino Manuel Puig), los nuevos travestis se nos presentan como abiertamente "apolíticos" y con una ausencia total de preocupaciones sociales. Sólo importan ellos, su sexualidad y sus atuendos multicolores.

        Entre tanto, la "novela negra" latinoamericana deriva un género creado en el mundo anglosajón, que tuvo su época de esplendor a mediados del siglo XX y cuyos tres grandes exponentes fueron Raymond Chandler con El sueño eterno, Chester Himes con Un ciego con una pistola y Patricia Highsmith con Extraños en un tren. En Latinoamérica la "novela negra" se ha llenado de colores y sabores locales y se ha nutrido con los personajes del mundo del crimen y el narcotráfico en los diferentes países de la región y de sus ciudades modernas, megapobladas y caóticas. La lógica de estas obras radica en que novela sin crímenes y muertos no es novela. El crimen es su esencia (de él se parte o a él se llega), la mayoría de sus personajes carece de moral y los escenarios son sórdidos y marginales. Los más autores más aplaudidos del género en América Latina son los chilenos Ramón Díaz y Roberto Ampuero (con sus libros sobre los detectives Heredia y Brulé, respectivamente) y a ellos se unen el hondureño Horacio Castellanos con El asco y los colombianos Jorge Franco con Rosario Tijeras y Mario Mendoza con Satanás.

        Por último, la ciencia ficción se ha abierto terreno en la escena literaria latinoamericana y su mayor figura es la cubana Daína Chaviano, con obras como Fábulas de una abuela extraterrestre y El hombre, la hembra y el hambre. Pero también se destacan los cubanos Vladimir Hernández con Nova de cuarzo y Michel Encinosa con Sol Negro, el argentino Carlos Gardini con El libro de la tierra negra, el boliviano Edmundo Paz con Sueños Digitales y a los mexicanos Federico Schaffer con El futuro en llamas y Héctor Chavarría con El mito del espejo negro y su cuento "Crónica del Gran Reformador" que describe la conquista de Europa por los aztecas. Una narrativa fantástica adaptada a los paisajes de la región, con vampiros y ovnis que aterrorizan La Habana, extraterrestres que se pasean por la cordillera de Los Andes y engendros que salen de sus tumbas. Y todos estos monstruos son, cómo no, profundamente apolíticos.

El libro de la tierra negra


Literatura "apolítica"

        Las últimas generaciones de narradores latinoamericanos se definen a sí mismos como "apolíticos", una actitud "de época" que se evidencia en sus obras. Sin embargo, las cinco tendencias principales de la literatura actual que hemos mencionado, y que son promocionadas como vanguardias, obedecen a nichos específicos del mercado del libro en el mundo anglosajón, donde por ejemplo la "novela negra" y la "ciencia ficción" tienen desde hace décadas estanterías especiales en las librerías y las bibliotecas. El universo literario es cada vez más estrecho y lo determinan las grandes editoriales norteamericanas cuando compran los derechos de autor todos los octubres en la Feria de Frankfurt. Estas editoriales marcan la "moda" del año, y tras ellas van los representantes de las editoriales españolas para, como se dice en el círculo de los negocios, no perderse la "cresta de la ola" ni quedar fuera de combate. De este modo, la industria del libro en idioma español ha ido copiando los cánones anglosajones, actúa bajo su tiranía, y la narrativa latinoamericana ha seguido este camino en busca de lectores y mercado.

        Así ha tomado protagonismo una literatura complaciente con "los mandatos del mercado" y con una profunda vocación hacia el espectáculo. Muchos de los escritores "de renombre" deben su fama a la publicidad de las editoriales y son más leídos sus escándalos y entrevistas en los diarios y las revistas de farándula, que sus propias obras. Este tipo de popularidades efímeras de autores y títulos ha ocurrido siempre en la literatura, pero ahora la presión editorial es tan fuerte, y los nichos del mercado del libro tan estrechos e imperativos, que no están permitiendo que surjan nuevas formas narrativas en Latinoamérica. Los márgenes de maniobra de los escritores que no obedezcan a las cinco tendencias citadas son cada vez más estrechos, la literatura de América Latina se ha vuelto de cajón y las propuestas narrativas novedosas y vanguardistas parecen condenadas a morir por estrangulamiento.

        Esta situación representa todo un reto para las editoriales alternativas, medianas y pequeñas, y para las nuevas generaciones de escritores de una Latinoamérica que fue capaz de crear y seducir al mundo con tendencias concebidas desde sus entrañas, como el indigenismo y el realismo mágico. Hay quienes aseguran que la "novela negra" y el "realismo sucio" corresponden con la realidad actual, maltrecha y desesperada de América Latina, y aunque llevan algo de razón, quedarnos aquí significa desconocer la gran tradición literaria del idioma español en el continente. La condición "apolítica" de la cual se ufanan muchos narradores refleja un desalentador estado de complacencia (con el mercado, los gobiernos, la corrupción y las desigualdades de sus países), pero jamás debemos olvidar que buena parte de los cambios artísticos emergen por la fuerza de creadores a quienes no les gusta para nada el mundo en que viven, tal y como es.

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15 de noviembre de 2004

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