Lógica de la dispersión de Blas Matamoro

Por Samuel Serrano Serrano *
(Madrid. España)

Samuel Serrano

La operación del ensayo, señala Blas Matamoro, refiriéndose a la polifacética obra de Michel de Montaigne, obedece y construye una lógica del azar, no muy diferente de la forjada por el músico, ya que el ensayo es el lugar donde la libertad de las asociaciones y las afinidades del autor se encuentran. A este mismo golpe de dados de la inteligencia, fruto de sus múltiples lecturas, de la inspiración y la fortuna, pertenece la presente obra de Blas Matamoro, Lógica de la dispersión, en la que el autor argentino realiza un apasionante recorrido por los meandros del pensamiento, desde los presocráticos hasta la modernidad, para mostrar ese pulso constante de los sentidos y el alma que junto al demonio del amor -ser intermedio que no es divino ni humano y dentro del cual se aman los opuestos complementarios- ha forjado la historia de la filosofía a través de los tiempos.

Pero el libro de Blas que hoy nos convoca es mucho más que una travesía por la historia de la filosofía o un simple recuento de la pugna sostenida por las diferentes escuelas del pensamiento a lo largo del tiempo, ya que se trata de una original lectura de esa tradición, que nos incita a considerar los logros y las posibilidades de una historia que nos constituye. El ser humano empieza a pensar por la experiencia crucial del ocultamiento, del apartarse incluso, de lo real: ya sea el ser, Dios, el mundo o el propio yo. En ocasiones, la filosofía ha procurado superar esa distancia nebulosa, creando un sistema que dé cuenta de la totalidad, es decir, un pensamiento de la continuidad. Sin embargo, junto a esta corriente, que encontramos en Aristóteles o en el Cristianismo medieval, coexiste otra en la que el pensador se hace consciente de su indigencia ante lo real y ante el misterio de esas palabras últimas (el ser, Dios, el mundo, el alma); y procura hacerle justicia con su imaginación, su sensibilidad y su inteligencia. No es su objetivo entonces la construcción de una réplica de lo real, sino más bien el intento de seguir pensando y creando allí donde los sistemas ya no responden; cuando se es consciente de la condición humana y lo que dolorosamente significa.

La vasta lectura propuesta por Blas Matamoro en este libro implica, efectivamente, un adentrarse en esa tradición de la que somos receptores y continuadores, un apropiarse de esa herencia cultural que abarca todo un universo de saberes y prácticas: la historia, la literatura, la ciencia, la pintura, la sociología, la música, el psicoanálisis. Pero estas disciplinas no son convocadas por el autor argentino como un cúmulo inconexo de saberes eruditos sino como un tapiz de conocimientos sutilmente entrelazados que habrán de desplegarse luego como una pieza musical, una rapsodia, un tiento, una variación en la que la armonía de las voces va a estar determinada por su personalísimo juego de afinidades.

En su apasionante travesía, Blas Matamoro explora el pensamiento y la cultura occidental, lo saquea, lo destaza, lo glosa, lo personaliza. Actúa como una suerte de Penélope que desteje de día y zurce de noche, pero su tapiz no está forjado de puntadas y de estambres, sino de palabras y razones que lo llevan a avanzar a saltos como los bailarines de ballet en busca de nuevos apoyos para ejecutar su danza. Danza que abarca desde la discontinuidad planteada por los físicos griegos al desgarro trágico de la modernidad perceptible en Averroes; desde el tajo funesto de la peste negra que rompe el orden escolástico medieval, hasta las revoluciones que parten de los postulados abstractos de la Ilustración para encontrar su contrapartida en la repristinación del Romanticismo, que convierte el desierto del porvenir en altura celestial; pasando por la búsqueda de nuevas verdades del Renacimiento y "el Varia a me cogitantur del Barroco, que exigirá un nuevo órgano de pensamiento y una nueva relación entre el sujeto y el objeto"; se trata, pues, de una apasionante sinfonía de acontecimientos e ideas que comprende e interpreta el pensamiento y la cultura acumulados durante siglos.

Galileo

La palabra límpida y aguda de Matamoro -que no desdeña la metáfora, el tropo, el epigrama ni los guiños de humor- pasa revista a la revolución copernicana, que separa al hombre de la naturaleza negando su vinculación armónica, a los grandes mitos del Barroco como Fausto, Segismundo y Don Juan, a los locos fingidos como Hamlet, el rey Lear y Don Quijote, capaces de replicar a la gran locura teatral del mundo, a la creación de Galileo que traslada la imaginería barroca al mundo de la ciencia y concibe un mundo en que todo es móvil y engañoso, perceptible pero relativo, a la mirada fantasmal de Chateaubriand, que contempla desde ultratumba el mundo muerto de la historia, a la poesía de Coleridge que intenta nombrar en vano un mundo disperso y astillado en fragmentos, a las ocultas cifras de la naturaleza con las que los románticos articulan su cuerpo, hasta arribar a ese positivista contradictorio llamado Karl Marx que "introduce en su visión de la historia un agente romántico y providencial: el proletariado industrial revolucionario", que ha dado lugar a "los marxismos imaginarios de Raymond Aron, el intento de entender el universo como la historia despiezada de una leyenda imposible de narrar".

Plena de poesía, agudeza y erudición, esta obra de Blas Matamoro azuza nuestro deseo de conocimiento, porque nos instiga a reconocer críticamente de dónde venimos como hombres y mujeres ilustrados de este siglo que despunta, y nos anima a continuar buscando en el espejo de la ciencia, de la filosofía, del arte y la literatura los rasgos enigmáticos de nuestra propia cara y de la fascinante y quebrada realidad que nos circunda.

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* Samuel Serrano Serrano es poeta, cuentista y ensayista colombiano. Es licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad Santo Tomás de Aquino (Santafé de Bogotá, Colombia) y doctor en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Madrid. Autor de los poemarios Canto rodado (premio nacional de poesía "Ciudad de Bogotá, una ciudad que sueña", 1996) y Ritual del recluso (1991). Poemas suyos han aparecido, en revistas y antologías españolas y latinoamericanas.
Desde 1996 reside en Madrid donde ha ejercido la crítica literaria en prestigiosas revistas como Cuadernos Hispanoamericanos, Quimera, suplemento Babelia de El país o la Revista Virtual del Instituto Cervantes. Actualmente es colaborador permanente de Cuadernos Hispanoamericanos, donde ha publicado reseñas, ensayos y entrevistas con algunas de las principales voces de la literatura española e hispanoamericana actual como Gonzalo Rojas, Álvaro Mutis, Fernando Charry Lara, Juan Goytisolo, Augusto Monterroso, Alfredo Bryce Echenique, Abel Posse y Germán Espinosa, entre otros.



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15 de febrero de 2007

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