Los Ultrajes de Alvarado Tenorio

Por Dasso Saldívar *
(Madrid. España)

Dasso Saldivar

Nacido en Buga en 1945 de familias de carniceros y ganaderos, cinco son las experiencias esenciales que han alimentado y delimitado la vida y la obra de Harold Alvarado Tenorio: las casonas de los abuelos, el campo celeste de Buga, los libros de Borges, la fiesta del cuerpo y los viajes.

Sus primeros recuerdos están ligados a la casa de su abuela materna en el barrio Santa Bárbara, el inmenso horno de la panadería, el negocio de abarrotes y los panaderos y obreros que trabajaban allí. Después le llevaron a una paradisíaca hacienda de su abuelo, hasta que a los doce años, después de haber sido expulsado de todos los colegios de Buga por sus herejías, el tío Rogerio, quien vio por él desde niño y fue además su padre literario, lo llevó a Bogotá para que terminara el bachillerato, lo que consiguió en una pocilga del Barrio La Candelaria regentada por dos filocomunistas, de donde estuvieron a punto de despedirlo también por su carácter refractario a los dogmas religiosos.

Más importante que el bachillerato fueron los cuatro años que pasó leyendo libros en una cama de la residencia para toreros de la calle 23 con carrera séptima, a dos cuadras de la cafetería El Cisne, donde conoció a muchos artistas, escritores e intelectuales durante los años sesenta. Tan pronto como se graduó de bachiller se fue a México con la esperanza de llegar a Cuba, pero al negársele el visado, se quedó en México estudiando teatro gracias a una beca que le dieron para el Instituto Nacional de Bellas Artes. De México se fue hasta las islas de los Cunas, en un viaje por Centroamérica que le tomó más de dos meses. Estuvo en Antigua y Atitlán, conversó con Rene Shick, el presidente títere de Somoza y en un periódico de Managua apareció como un joven griego que recorría con otros extranjeros las atormentadas tierras de Centroamérica.

Al volver a Colombia cursó estudios de Licenciatura en Letras en la Universidad del Valle, donde tuvo como maestro a Jorge Zalamea y a varios profesores extranjeros, como Walter Lanford, Edward Stressino, John Neubauer o Jean Bucher, un francés experto en Valery, quien dirigió su tesis de grado sobre la ironía en Jorge Luís Borges. Al graduarse se fue a Berlín con la esperanza de continuar sus estudios en Alemania, y vivió allí casi un año, pero luego decidió trasladarse a Madrid para cursar un doctorado en letras con una tesis sobre la obra de Borges dirigida por Alonso Zamora Vicente. De allí en adelante ha vivido durante muchos años en diversos sitios, entre ellos New York y Beijing, donde residió durante ocho y cuatro años, respectivamente.

Alvarado Tenorio ha estado casado cinco veces. Su última esposa era de nacionalidad china. Fundador y director de la editorial y de la revista Arquitrave (www.arquitrave.com) de poesía, tuvo, hasta hace poco, una pequeña finca en Guaduas, donde vivía parte de la semana y cuidaba de diez terneras, un toro llamado Edi, dos caballos y tres perras. Su más grata compañía es Borges, el gato de sus mimos, que le acompaña en su apartamento de Bogotá.Entre todos los libros que ha publicado, tiene especial predilección por sus traducciones de Kavafis, de Eliot y de los poetas chinos. De sus propios libros se queda con Summa del cuerpo (2002), Fragmentos y despojos (2002) y Literaturas de América Latina (1995). Otros títulos suyos son: Cinco poetas españoles de la generación del cincuenta (1980), Una generación desencantada: los poetas colombianos de los años setenta (1985), Espejo de máscaras (1987).

Ha sido distinguido, entre otros, con el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar y el Internacional de Poesía Arcipreste de Hita. Su obra ha sido publicada en inglés, francés, griego, alemán, chino, italiano, rumano, búlgaro y portugués.

Summa del cuerpo, su libro mas reciente, es una antología de su obra que empieza con una sentencia expresada en tres versos, que, pese a su brevedad, tiene la extensión de la vida y la hondura de la muerte: gran vida que das y todo lo quitas/ ni siquiera el recuerdo quedará en nuestros huesos/ ni siquiera la música del violín de Mendelssohn. Despejado el camino de la posibilidad de un más allá, podría pensarse que en los siguientes versos asistiremos a un rosario de lamentaciones asidas a la geografía del cuerpo. Pero es todo lo contrario: el poeta nos convoca a la fiesta del cuerpo, una fiesta plenamente consciente del precio que hay que pagar: el desgaste, la vejez y la muerte. Tanto el regocijo de la sensualidad como su alto precio deletéreo están expresados sin alharacas ni dramatismos. El poeta ha asumido pues con naturalidad y serenidad aquello que dijo Hegel de que todo lo que es, es digno de perecer. Y aun cuando la muerte la imponga cotidianamente el hombre al hombre, como es el caso de Colombia, el poeta tiene, como anotó William Ospina, la misma respuesta frente al tremendismo nacional: "Frente a la miseria de las guerras sórdidas y soberbias, frente a la penuria de los que se aplican a matar y despedazar, él invoca un refugio, los consuelos del cuerpo, la alianza sensual, el misterioso reconocimiento y la conmovedora aceptación de los cuerpos".

El mismo William Ospina ha observado que el pan sensualismo redentor de Alvarado Tenorio tiene en Whitman su gran inspirador, pero no es menos cierto que también se alimenta de Catulo, de quien ha tomado la condensación epigramática, de Kavafis, de Eliot y de Borges. Pero si todo esto es cierto, lo es más aún que cada uno de los poemas de Summa del cuerpo conecta originalmente con los diversos momentos de una vida intensa. En un poema como "La patria", uno de los más espléndidos del conjunto, convergen Borges, iluminando su concepción; Kavafis, encendiendo el tono, y, por supuesto, Alvarado Tenorio, suministrando sus experiencias, emociones y reflexiones epigramáticas. En "La poesía", que es todo un tratado sobre la vida y la poseía, se aprecia mejor cómo para el poeta éstas son realidades inseparables, pues la vida también podría ser definida aquí con los mismos términos que se aplican a la poesía: la más larga y gozosa de las noches.

La vida es un deleite porque todo pasa y todo gozo es la antesala del fin. Constatar esta verdad profunda no es hacerle concesiones a la nostalgia y a la melancolía: es simplemente afincarse en la evidencia más profunda de la vida y de la existencia. Lo que canta el poeta va a desaparecer o ha desaparecido ya. Sus poemas son augurios de lo que vendrá o pescas en las aguas de la memoria. Por eso, en sentido estricto, no asistimos aquí a una fiesta del cuerpo. La mirada del poeta se centra más bien en la transitoriedad de todo acto humano, de toda dicha humana.

Esa inmanencia del tiempo, ese río de Heráclito que todo lo trae y todo lo arrastra, es lo que dota de magia y poesía a la vida, a los hombres, a sus usos y abusos. Así, para Alvarado Tenorio, la poesía está en todas partes, en todos los rincones, en todos los instantes, en la misma geografía del cuerpo, en los vacíos y en las plenitudes del alma. Son estados de ánimos latentes o expresos, para cuya expresión no sólo estorba toda parafernalia retórica y sentimental, sino que eludirla es un sano compromiso de eficacia y elegancia poéticas.

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* Dasso Saldívar, (San Julián, Antioquia, Colombia, 1951). Ha dedicado más de veinte año de investigación a Gabriel García Márquez, y ha publicado trabajos sobre César Vallejo, Augusto Roa Bastos y Álvaro Mutis. En 1981 obtuvo el Premio Jauja de Cuentos. Ha colaborado en periódicos como El País y El Espectador; en revistas como Cuadernos Americanos y Afrique-Asie, así como en programas culturales de Televisión Española.



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15 de agosto de 2007

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