Castigos inversamente proporcionales y castigos ejemplares

Por Raúl Lavalle *
(Buenos Aires. Argentina)

Peces

El poeta latino Claudio Claudiano (s. IV d. C.) dice 1 que Radamantis, uno de los jueces del mundo infernal, da a los malvados los castigos según lo que hicieron. Tales penas están inscriptas en la metempsicosis. Verbigracia, pone en osos las almas de los crueles; en zorros, las de los engañadores; en lobos, las de los amantes de rapiñas; en cerdos, las de hombres entregados al vino y a una Venus inmoderada. Notamos que hasta aquí 2 hubo una proporción directa, por así decir. En cambio, en el último ejemplo que da Claudiano,


Aquel hombre que habló más de lo justo y acostumbró revelar
secretos, se dice que en las aguas, llenas de peces, revivirá,
para compensar con un eterno silencio sus muchas palabras. 3

Sin duda el castigo aquí no es por lo similar sino por lo contrario. ¿Es esto un caso aislado en la literatura grecolatina? Si bien creo que este es el mejor ejemplo, tal vez haya otros, como intentaré mostrar. Luego citaré textos que muestran castigos más frecuentes, más conocidos por nosotros. Son los que intentan dejar una enseñanza: non en vano castigare, en latín, también tiene una acepción de 'enmendar', 'corregir.' Pero empecemos por los castigos inversamente proporcionales, si no es mala esta denominación que pongo para los que se parecen al de la reencarnación en pez.

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Casimiro I, el Renovador (1016-1058), hijo de Mieszko II, fue duque de Polonia. No conozco bien la historia polaca, pero hay una anécdota que se cuenta sobre este personaje histórico. 4 Todos sus súbditos aceptaron su poder, menos la provincia de los masovios: "Estuvo al frente de ella cierto hombre con un antepasado de origen servil, pero que era fuerte, elocuente y ávido de poder, llamado Maslao. Este armó contra Casimiro diez ejércitos de experimentados lanceros, sin contar arqueros, ballesteros y hombres con hachas y espadas; en fin, una infinita fuerza tanto de infantes como de jinetes. Todos ellos habían acudido con esperanza de botín, siguiendo más a la fortuna que a un hombre. Todas estas tropas fueron vencidas por Casimiro, pero luego Maslao reunió una cantidad no menor de fuerzas, pues tenía cuatro contingentes de pueblos marítimos y agregó también importante número de dacios y de rutenos. Ellos acudieron sin demora ni dificultad, no como para ayudar a un amigo sino para saciarse de odio hostil, pues tenían verdadera sed de hartarse de sangre de los polacos. [...] Nuestro unicornio, Casimiro, los agitó a todos como si fueran ceniza de ligera estopa; a todos los envolvió como envuelve todo el remolino de una tormenta. Y aquel ambicioso príncipe huyó a tierras de los getas, donde obtuvo la más alta dignidad. En efecto los getas, que habían sufrido gran pérdida de los suyos, lo consideraron culpable de ello y vengaron con su muerte la muerte de sus compatriotas. Después de muchos suplicios, lo pusieron en un alto patíbulo y le dijeron: "Quisiste cosas elevadas; tenlas."

Horca

Ni siquiera en su muerte le faltó la excelsitud, como se ve en el lenguaje. El texto latino dice que celsiore dignitatis gradu sublimatur. Todas estas palabras dan idea de 'alto'. Celsus, 'excelso', y sublimo, 'elevar', por significado directo. En cambio dignitas, 'dignidad', y gradus, que tiene, además de 'paso', la acepción de 'grado', 'escalón', lo hacen por significación más amplia, figurada. Los getas affigunt eminentissimo patibulo; es decir, otras dos voces de la misma idea. Eminens, 'elevado' y patibulum, que designaba en la antigüedad a la horca de madera donde se castigaba a los esclavos. Está todo en sintonía con la conclusión: alta petisti, alta tene! Por eso a este Maslao no le faltó el fastigium, 'techo', 'cima', en su padecimiento. En realidad admito que he forzado el sentido, pues su castigo inversamente proporcional fue, después de ser elevado, el descenso de la muerte.

Terminaré esta parte con un castigo directamente proporcional, pero que encierra contrarios. En efecto Ciro el Grande (s. VI a. C.), fundador el Imperio Persa, tuvo un fin terribilísimo, sobre todo si consideramos su anterior grandeza. Después de conquistar Babilonia, en el 538, hizo una expedición contra los maságetas, un pueblo escita. Cuenta Heródoto 5 que sobre ellos reinaba Tómiris, después que había muerto su esposo. Ciro la pretendía como esposa, sobre todo para obtener el reino. No aceptó ella tal pedido y se dispuso a combatir, con esta amenaza: 'te juro por el sol, el señor de los maságetas, que yo ciertamente te saciaré, aunque eres insaciable de sangre.' 6 La batalla fue muy larga y encarnizada, pero los escitas obtuvieron la victoria y Ciro cayó en el combate. Heródoto escribe que Tómiris llenó de sangre humana un odre y buscó entre los muertos el cadáver de Ciro; en cuanto lo encontró, metió su cabeza en el odre. Luego de maltratar al muerto, le dijo: 'como te lo advertí, te saciaré de sangre.' 7 Más que la crudeza de este castigo y ensañamiento contra un difunto, deseo subrayar, tanto en el caso de Ciro como en el de Maslao, la proporcionalidad: directa, porque Ciro quería sangre y, en castigo, la tuvo; inversa, porque lo elevado se hizo ínfimo y despreciable.

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Ahora vamos a los directamente proporcionales; empezamos por el primer autor de todos. Homero 8 cuenta cómo un pueblo mitológico, los feacios, llevaron en una nave a Odiseo de vuelta a Ítaca. Estos feacios gozaban de una protección especial de parte de los dioses; vivían en una suerte de Utopia y sus embarcaciones no naufragaban. 9 Pero Poseidón se enojó con ellos, porque él no quería el regreso del héroe. Así se quejaba a su hermano Zeus: "¡Padre Zeus! Ya no seré honrado nunca entre los inmortales dioses, puesto que no me honran en lo mismo ni siquiera los mortales, los feacios, que son de mi propia estirpe" (vv. 128-130). 10 Zeus respeta la queja del dios del mar y le dice: "¡Oh, querido! Tengo para mí que lo mejor será que, cuando los ciudadanos estén mirando desde la población cómo el barco llega, lo tornes un peñasco, junto a la costa, de suerte que guarde la semejanza de una velera nave, para que todos los hombres se maravillen, y cubras luego la vista de la ciudad con una gran montaña" (vv. 154-158).

Rumbo a Ítaca

Poseidón cumplió la sugerencia, pues salió al encuentro de la nave, que volvía de Ítaca, "la tornó un peñasco y de un puñetazo hizo que echara raíces en el suelo" (vv. 162-164). Ese maravillarse citado arriba tuvo efectos inmediatos, pues los feacios aprendieron lo que se les enseñó. Alción, su rey, los exhortaba de esta manera: "Absteneos de conducir a los mortales que lleguen a nuestra población y sacrifiquemos a Poseidón doce toros escogidos, para ver si se apiada de nosotros y no nos cubre la vista de la ciudad con la enorme montaña" (vv. 180-183). Lo que más me gusta de este castigo ejemplar es su carácter etiológico. Es decir, da una causa -en este caso mitológica- de algo. Es algo así: "La prueba de que, en otro tiempo, Poseidón petrificó una nave frente a nuestro puerto es el propio peñasco que a diario vemos y tiene forma de nave." Hoy también nos complace admirar las caprichosas formas de las montañas y les damos nombres curiosos a tales esculturas naturales. Para no abundar, menciono nada más el cañón del río Atuel, un lugar de Mendoza que tiene varias de esas curiosas formaciones pétreas 11 . En suma, este castigo ejemplar tiene la dureza de cualquier otro, pero deja a cambio una obra bellísima. No sé por qué los feacios querían que desapareciera de sus miradas: el precio era un simple mea culpa.

Todos conocemos a Espartaco (también puede acentuarse, a la manera latina, Espártaco). Era un tracio que fue tomado prisionero y hecho gladiador. Encabezó una gran rebelión de esclavos. Marco Licinio Craso, personaje de la política romana de entonces, lo derrotó el 71 a. C. El historiador griego Apiano de Alejandría, quien vivió en el s. II d. C., nos cuenta que los esclavos, después de la batalla final, fueron capturados 'y crucificados a lo largo de todo el camino de Capua a Roma' 12 . Indudablemente a la muerte se sumaba otra cosa: querían mostrar a otros siervos dónde podrían terminar sus sueños de libertad.

Los dioses dieron castigo ejemplar a Licaón, un mítico rey de Arcadia. Por la fiereza y maldad de este hombre, Zeus visitó la tierra para castigarlo. Los arcadios lo reconocieron y adoraron, pero Licaón, para saber si era realmente un dios, le sirvió como alimento un plato que contenía carne humana. Zeus reconoció el engaño y, como pena, lo transformó en lobo. Esta es la versión que da Ovidio 13 , aunque hay algunas variantes míticas en otros autores 14 . Pero detengámonos en la metamorfosis, pues hay un parecido entre el antes y el después. Licaón no hablará más sino que dará aullidos (exululat, v. 233); su boca conservará su rabia; ahora también se goza con la sangre, si bien su presa serán los rebaños (solitaeque cupidine caedis / vertitur un pecudes, v. 235); sus vestidos se hacen pelos y sus brazos, patas; 'conserva vestigios de su antigua forma' (v. 237). El mismo pelo canoso, la misma fiereza del rostro, el brillo de los ojos, todo es feritatis imago (v. 239), pues no en vano Licaón se relaciona con lýkos, 'lobo'. Este castigo ejemplar recordará su memoria, porque Júpiter, considerando la crueldad de base del género humano, castigará a los hombres con el diluvio. 15

Castigo

Quintiliano, orador romano del s. I d. C., advierte sobre la mataiotechnía 16 ; esto es, sobre cierta vacía imitación del arte, que no tiene nada de bueno ni de malo, pero es un vanus labor; en efecto por ser inútil se parece al de aquel hombre que desde cierta distancia lanzaba garbanzos, para que pasaran por el ojo de una aguja (indudablemente no se trataba de una de nuestras comunes agujas de coser 17 ). Nunca fallaba en esos insípidos lanzamientos pero lo que nos interesa es que Alejandro Magno lo vio y, como premio, le regaló un modio de esas legumbres, quod quidem praemium fuit illo opere dignissimum 18 . El conquistador, hombre acostumbrado a heroicas gestas, no fue indiferente ante la tontería humana: además de soldado se hizo maestro.

***

Como no soy filósofo ni abogado, no puedo reflexionar en profundidad sobre el concepto de poena, 'castigo.' Desde mi simpleza diría que es algo didáctico. Una pena no es un ensañamiento, sino algo que ayuda a todos a ver cuál es el camino correcto. Sin duda otros lo explicarían bien; no mal, como hice yo. En castellano medieval, "castigar fue intransitivo y transitivo por enmendarse y enmendar a otro, aprender y enseñar." Así decía Cejador en una nota al Arcipreste de Hita: "Castígate castigando, sabrás otros castigar." 19 Dentro de mi escaso saber, como dije, me agradó la relación del castigo con la enseñanza y el aprendizaje. En esta breve nota sólo hice lo poco que sé: puse a consideración de los lectores algunos ejemplos curiosos de castigos y los comenté, en la esperanza de que agradaran a otros como me habían agradado a mí. Creo haber obtenido de ellos no sólo placer, sino también edificación.


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( * ) Raúl Lavalle, nacido en Buenos Aires en 1953. Ejerce la docencia del latín en varias instituciones de Buenos Aires y es autor de varios artículos relacionados con las literaturas griega y latina.

( 1 ) II Contra Rufino 480-490.

( 2 ) II Contra Rufino 483-487.

( 3 ) II Contra Rufino 488-490. Empédocles de Agrigento destacaba esto en los peces, en su poema Las purificaciones: "Yo fui en otro tiempo muchacho y muchacha, / arbusto, ave y mudo pez marino" (cito por: G. S. Kirk - J. E. Raven. Los filósofos presocráticos. Madrid, Gredos, 1970, fragm. 476.

( 4 ) Wincenty Kadlubek, de nombre latino Vincentius, escribió entre 1190 y 1208 Chronica seu originale regum et principum Poloniae. En un pasaje de esa obra (2, 14), se cuenta lo que referimos.

( 5 ) Cf. Historias 1, 205 ss.

( 6 ) Historias 1, 212.

( 7 ) Historias 1, 214.

( 8 ) Cf. Odisea 13, 128 ss.

( 9 ) Entre los antiguos era común ver en la isla de Corfú, en el mar Jónico, la isla homérica de los feacios (cf. Tibulo, Elegías 1, 3, 3).

( 10 ) La trad. que copio es la clásica de Luis Segalá y Estalella, en la Colección Austral (Buenos Aires, Espasa-Calpe, var. ed).

( 11 ) "Aguas arriba de la presa Valle Grande nos internamos en el Cañón del Atuel, para descubrir sus maravillosas esculturas naturales: Los Jardines Colgantes, Los Monstruos, El Mendigo, El Sillón de Rivadavia, Museo de Cera, La Ciudad Encantada, Los Viejos, y El Lagarto, por mencionar solo algunas de ellas" cf. : http://www.mendozatravel.com/sanrafael/canondelatuel.asp .

( 12 ) Guerra civil 1, 120.

( 13 ) Cf. Metamorfosis 1, 209 ss.

( 14 ) Cf.: Pierre Grimal. Diccionario de mitología griega y romana. Barcelona - Buenos Aires, Paidós, 1981, s.v. LICAÓN.

( 15 ) Cf. Metamorfosis 1, 253 ss.).

( 16 ) La transliteración quizás no es buena, pero me valgo de ella para comodidad.

( 17 ) Consideremos que acus no es un diminutivo como *acucula, ese bajo latín de donde proviene nuestro vocablo.

( 18 ) Séneca (Sobre la brevedad de la vida 13, 2) decía que era un morbus Graecorum el ocuparse de cuestiones tales como saber cuántos habían sido los remeros de Odiseo, si la Ilíada había sido escrita antes que la Odisea, si ambas obras eran de un mismo autor; en fin, de cosas que en nada ayudaban a la conciencia personal y nos hacían, más que sabios, molestos.

( 19 ) Arcipreste de Hita. Libro de Buen Amor, 3ª ed. (edición y notas Julio Cejador y Frauca). Madrid - Barcelona, Espasa-Calpe, 1931, nº 5



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20 de septiembre de 2008

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