Reseña a La vía digital de Héctor Perea.
Por Miguel Marañón Ripoll

La Via Digital

La vía digital
Héctor Perea
Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (colección "Periodismo cultural")
119 páginas.
México, 2007

Héctor Perea ha oteado, muchos años ha y con gran esmero, el panorama de la cultura en el medio digital. En su condición de investigador de las letras y las artes siempre ha realizado diagnósticos certeros, y bastante anticipadores, de la realidad y la evolución de las técnicas de comunicación y el conocimiento desde su apabullante irrupción en el mundo hace cuatro lustros.

En La vía digital, Perea recoge diversos artículos publicados en varias columnas de medios culturales entre 1996 y 2001 (1). El período en el que el acceso del público medio a Internet por medio de la World Wide Web se multiplicó frenéticamente y culminó con la explosión de la famosa burbuja tecnológica.

Es en torno a ese año primero de la centuria cuando empieza a proliferar lo que los usuarios han percibido como una nueva forma de entender la Malla Máxima Mundial: una segunda versión, o versión 2.0, en la que la Red es ante todo participativa y la frontera entre los productores y los consumidores de contenidos se vuelve cada vez más tenue (versión, por otra parte, que estaba en el origen de la concepción de la web por Tim Berners-Lee y que se había transformado en la forma de entenderla en los primeros desarrolladores de navegadores y herramientas vinculadas al nuevo servicio de internet). Es deseable que otro volumen de trabajos de Héctor Perea recoja sus escritos sobre internet a partir del momento en el que acaba el presente; pero la recopilación de artículos de ese quinquenio es un precioso testimonio de una concepción de la red y de los medios electrónicos anterior, distinta para quienes se han incorporado a ella con el nuevo milenio.

En este volumen muchos de los textos que podemos leer se ocupan de materiales offline. Éstos, pues, no se han escrito sólo para la Red de Redes ni para esta Malla que ha absorbido por su polivalencia, en todo o en parte, muchos de los servicios de internet. Pero la vía digital que intitula el libro está siempre ahí, enmarcada por un contexto creciente que la web ha ido ocupando y presidiendo, y de un modo u otro los productos que se han preparado fuera de la consulta en red se ven como testimonio de la importancia de los bitios, en incremento en el medio cultural y educativo.

Los intereses de Perea van de la literatura a la geografía, pasando por la historia, el periodismo, la creación en la escritura, la educación, la política, las bibliotecas digitales y los buscadores, el hispanismo, las artes escénicas, el erotismo y, como protagonista indiscutible de los artículos de este volumen, las artes plásticas. De entre esta treintena larga de trabajos, que son en realidad breves calas en el océano de la producción digital en forma de reseñas, entresaco tres, que me parecen destacables por diferentes motivos que atañen a internet.

En la página 48, al inicio del artículo sobre la educación a distancia, cita Perea a uno de sus colegas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM: para éste, la Red es un océano de información con dos centímetros de profundidad. El diagnóstico es tan superficial aparentemente como la condición que achaca a la Red; no obstante, tiene mucha más exégesis que la que parece. En la Red ha existido siempre la tensión entre la información y el conocimiento, o como se diría en este estadio evolutivo de aquella, entre la inmediatez y la larga cola. Las amenazas que en la navegación hipertextual se han visto para los hábitos tradicionales de lectura en volúmenes impresos están ahí, y han transformado nuestra percepción de la realidad facilitando una lectura más poliédrica y más dispersa de su plasmación en letras. Es lo que percibimos en el artículo que comienza en la página 14, en el que se resaltan las virtudes de internet para realizar una crítica de una situación detenida en el tiempo: la doble condición de la Red como almacén histórico solidificado en el fondo, aunque dinámico y proteico en la superficie. El texto, "Documentos en pantalla", relata las impresiones que la contienda mexicana en el estado de Chiapas genera en los medios digitales y pone de relieve que se puede "armar [...] el historial indispensable para una mínima comprensión" de lo que ocurre. El cambio, el movimiento, lo contingente de la información muestra las virtudes y los riesgos de la Red; equilibrar esta información con la capacidad de discernir y de aposentar conocimiento es el gran reto de los responsables, los educadores y los que han de pilotar la evolución de este espacio cibernético si quieren que todo su entramado sirva a la sabiduría (por recoger los tres estadios del célebre ubi sunt de T. S. Eliot: "Where is the wisdom we have lost in knowledge / where is the knowledge we have lost in information").

Es destacable el artículo "El lente avizor" (p. 45), donde el lector percibe el tufilllo de anticipación, la insinuación de escenarios que podrían convertirse en novelescos, en Ciencia Ficción, por la descripción de unas costumbres sociales que aún desconciertan por su novedad: la ubicuidad de las cámaras, la pérdida del pudor y la entrega de espacios de libertad son constataciones que funcionan como símbolo del homo electronicus en el que nos transformamos paulatinamente.

En esa transformación, los aspectos docentes resultan esenciales: la visión de Héctor Perea del futuro educativo tiene una buena muestra en el artículo ya mencionado sobre educación a distancia (de 1999): en él describe una red académica que se ha superado con los años pero que en su esencia seguirá vigente mucho tiempo. Educación y cultura se fusionan más aún en la vía digital y en el mundo en el que ya entonces se veía que todo estaba "por inventarse".

En este contexto de revistas culturales y de espacios digitales, en los que se han dado cita todo tipo de materias, se ha contemplado la mezcolanza de géneros y observado los paradigmas tradicionales al transvasarse a los nuevos medios, un libro como el de Héctor Perea nos presenta testimonios de sus inicios, principalmente en el ámbito hispanohablante. Es su valor primario en un nacimiento y proceso de crecimiento tan vertiginoso como el de la web. Pero también lo es la inspiradora forma de ver estos fenómenos de un escritor con oficio, que como tal se hace eco de las metáforas que pueblan el crecimiento de la conectividad en red y la dependencia paulatina de sus virtudes. Por eso, el mejor colofón descriptivo que puede tener este volumen es el que el sagaz autor sitúa al final del último de los textos: la greguería ramoniana que, feliz hallazgo, vale "para definir este artificio que apenas extiende sus dedos virtuales hacia nuestros ojos": el "diccionario [de lo que no existe]" en el que habría "las islas que no se sabe dónde están pero que producen esponjas con ojos, es decir, esponjas que, en vez de tener vacías sus cien cuencas, tendrían ojos en todas ellas, y al apretarlas, en vez de agua para baños de niños chorrearían lágrimas verdaderas".

Toda una muestra del potencial trasmundo poético al que los nuevos paradigmas nos llevarán, y que también ayudará a explicarlos, interiorizarlos; hacerlos nuestros.






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