Reseña a Sangre de hermanos de Ignacio López Merino

DECIDNOS ¿QUIÉN PERDIÓ LA GUERRA?

Por Mario Suárez Simich *

Porteda de Sangre de hermanos

Ahora, que la publicación y difusión mediática de la novela Sangre de hermanos (Planeta Perú, 2008), de Ignacio López Merino ha atraído la atención sobre la novela histórica en el Perú aprovechamos la reseña para apuntar algunas ideas sobre el género. Muchos críticos y reseñadores que han escrito sobre este texto han hablado de la "rareza" del género en la producción narrativa peruana; éstos parecen olvidar y/o confundir que la primera novela peruana, a la fecha, es histórica: Gonzalo Pizarro de Manuel A. Segura o que la obra fundacional de nuestra narrativa las Tradiciones de Ricardo Palma no son otra cosa que narrativa histórica. Parecen olvidar también que la novela histórica, la de verdad, no la comercial que ahora atesta las estanterías de las librerías, necesita ciertas condiciones para su producción o que en los últimos años se han publicado en el Perú más de veinte novelas de este género y que existe en nuestra tradición una producción constante desde el siglo XIX.

Cierto es que López Merino se centra por primera vez y en detalle de una etapa decisiva y traumática de la historia del Perú: la guerra con Chile o guerra del Pacífico, para ello construye un amplio mural social, político y económico con el que intenta totalizar el Perú de 1879 y que le sirve para intentar plasmar una visión del conflicto a lo largo del desarrollo de la trama. Tanto el mural como la trama están bien logrados desde el punto de vista historiográfico y narrativo.

A pesar de estar lejos de querer hacer de su novela una "historia novelada", López Merino parece estar constreñido a lo historiográfico, no querer romper narrativamente con los "hechos" o la "historia oficial" en beneficio de la ficción o de otras intenciones que el autor intente plasmar en el texto, como es de uso frecuente en la novela histórica actual. Y es que desde la relación planteada en el texto entre los hechos históricos elegidos y la ficción donde resulta interesante analizar este tipo de novela.

En su novela Decidnos ¿quién mató al Conde? , el escritor español Néstor Luján narra siete diferentes y verosímiles versiones del asesinato del Conde de Villamedina ocurrido en Madrid el año de 1662, una variación técnica de la utilizada por Akutagwa en Rashomon aplicada a la narrativa histórica. En el relato de Akutagwa son los testimonios de los personajes los que van describiendo un solo suceso; en Luján, en cambio, son los "móviles" de éstos los que desembocan en el mismo suceso; una forma de jugar con la verdad histórica desde la narrativa.

Cuando un escritor opta por la narrativa histórica, en este caso por la novela, junto a la propuesta artística a la que le obliga el género, asume otra que le es propia sólo a la ficcionalización de la Historia: una visión o una (re) visión de los sucesos históricos narrados. Estos son los dos niveles con los que se debe juzgar una novela o cualquier otro género de ficción que utilice la Historia como materia prima. El discurso narrativo que se crea en el texto se va gestando por la interacción y el mutuo condicionamiento entre estos dos niveles. Junto a los aciertos y méritos literarios que posea el texto es imprescindible señalar y analizar la "intencionalidad" con que el autor ficciona el pasado con relación al presente como contexto pues ambos niveles conforman un solo discurso.

Ya desde el título y el epígrafe mismo, López Merino opta por una visión "políticamente correcta" de los hechos narrados. Cierto es que desde la óptica humanista cristiana toda guerra resulta ser fraticida y cainita, pero no menos cierto es que las guerras responden a diversos factores e intereses que llevan a unos a invadir a otros, lo que hace necesario obtener una perspectiva histórica que permita no repetir el conflicto en el futuro. El mural construido por el autor para ofrecernos la trama sirve para justificar en última instancia que hay "buenos" y "malos" en ambos bandos en una guerra que surge como una circunstancia imprevista o como consecuencia de un malentendido. En teoría, por cada Goyo Olazábal, uno de los personajes principales, que representaría a la "aristocracia limeña" y que lucha contra los chilenos desde la defensa de Lima hasta la resistencia andina con Cáceres se le opone otro "aristócrata", Leonardo Fornier, que huye a Colombia para no tener que alistarse. Incluso la cita del texto utilizada para promocionar la novela nos dice que mientras los peruanos pensaban que los chilenos eran unos vampiros sedientos de sangre, los chilenos pensaban a su vez que los peruanos eran unos refinados antropófagos que hacían cebiche con los prisioneros y heridos.

El apego a lo historiográfico lleva al autor a describir circunstancias históricas que hicieron del Perú una presa fácil para Chile como que la población indígena: eran analfabetos, hablaban en quechua o aymara... y que ...andaban tan alejados de la realidad nacional que ignoraban que estaban peleando una guerra internacional. Pero sin que estas circunstancias tomen forma orgánica a lo largo de la novela; todas las circunstancias narradas constituyen una larga lista de síntomas ya conocidos en el que el diagnóstico de la enfermedad y su tratamiento están ausentes. La trama de la novela, como la historiografía tradicional peruana, nos habla de combates, batallas y héroes, pero no señala, ni siquiera apunta, culpables ni responsables del mayor fracaso histórico del Perú.

Nos venimos preguntado desde hace mucho tiempo en qué momento se jodió el Perú. Esa ya no es la pregunta, sabemos que está jodido. Lo que nos interesa saber ahora quién o quiénes son los culpables de ello. La narrativa histórica sirve para apuntar esas y otras respuestas; en ese sentido, Sangre de hermanos, independientemente de sus aciertos literarios, es otra oportunidad perdida.




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