ENTREVISTA A MARÍA KODAMA

Por Guillermo Roz (*)
(Madrid, España)

María Kodama

Quiso el azar, siempre caprichoso, que el encuentro se produjera en el laberinto espejado que es el hall del Palace Hotel de Madrid. El fotógrafo y yo esperamos que un colega concluyera su conversación con María Kodama, en la cafetería contigua, en una sala circular enorme, con una araña alta y blanca que coronaba el lujo arquitectónico como en un sueño. Pensé que un momento antes de una entrevista todo resulta del color del entrevistado, toda lente de la imaginación se beneficia de la personalidad de aquel personaje central del día. Entonces cada uno de los diminutos cristales de esa araña que reflejan los múltiples espacios de la sala se convierten en los Alephs que representaban a lo que es, fue y será, cada uno de las personas que conversaban en el hall, parte de aquellos Conjurados que terminarían arreglando el mundo; María Kodama, la nunca más clara Ulrica, la mujer que planea con su halo de invisibilidad sobre las páginas del cuento o sobre el protagonista de ese y todos los cuentos.

María Kodama extiende su mano frágil y nos saluda con su aire oriental que le sobrevive en los ojos. Nos sentamos en la cafetería borgeana. Conversamos. Afuera llueve.

España en el recuerdo

“España es una tierra adorada por Borges. Madrid, Sevilla (donde vivió cuando joven) y Granada. Granada le encantaba; por eso dijo aquello de que no había pena más grande que la de ser ciego en Granada”.

El escritor le dijo a su mujer, cuando todavía no eran nada más “el escritor y su secretaria”, que ver la Alhambra a través de sus ojos le iba a dar un nuevo modo de ver, un modo oriental aunque no árabe, diferente al que él había experimentado muchos años atrás. En Andalucía también le gustaba escuchar flamenco. “Recordaba el tiempo que vivió en España como decisivo para su futuro literario”.

“Yo también amo España. Ahora vengo acompañando esta serie de entrevistas de Soler Serrano. La de Borges es la primera…recuerdo –dice entre una risa pequeña─ que a Borges no le gustaban nada las entrevistas. Era muy tímido, pero finalmente muy divertido”.

Borges íntimo

Fundación Borges

Resulta dificultoso pensar en una imagen de un Borges divertido, para quienes lo sacralizan entre la sabiduría y la ceguera.

“Nos divertíamos mucho estando juntos. Por ejemplo nos sentábamos y yo le leía algo. De esa lectura sacábamos palabras del diccionario. Esas palabras nos derivaban a otras totalmente lejanas. Nos reíamos. Eran juegos que más tarde, muchas veces, inspiraban algunos de sus textos”.

La relación que unió a la entrevistada con el autor siempre se ha puesto en entredicho. Mucha prensa, sobre todo la argentina, la tachó muchas veces de mentirosa, de aprovechadora, casi de ladrona. “Todo eso son ellos”, responde. “¿Por qué una persona como yo dedicaría dieciocho años enteros a llevar por el mundo la memoria de alguien…? La respuesta es que sólo se puede actuar así por amor”.

Un amor que nació de la admiración. “Conocí a Borges a los doce años gracias a mi padre que era fanático de su obra. Me llevó a una de las conferencias para que yo pudiera ver, por lo menos una vez en la vida, al escritor que él consideraba como el más grande de Argentina. Más tarde fui su alumna y luego lo acompañé por medio mundo. Y cuando mayores, nunca consideramos la diferencia de edad porque él era mi compañero, una persona con la que me divertía, un amigo de juegos intelectuales. Borges me consideraba de la misma manera”.

Borges y María Kodama

Una mujer fundamental en la vida del escritor fue su madre, quien le leía, lo ayudaba en sus tareas, y hay hasta quien asegura que lo celaba de manera enfermiza. “Yo nunca quise ocupar el lugar de madre…no tengo instinto maternal”. Mucho se especuló también sobre la sexualidad del maestro, a partir del vínculo con Kodama. “A él no le interesaba el tema, aunque era un hombre sensible. De otro modo yo no hubiera podido estar a su lado. Pero él rechazaba el exhibicionismo del mundo moderno. Era un hombre discreto. Gustaba de las sutilezas. Decía que él era un caballero victoriano”.

En Argentina la presencia y la voz del escritor de Ficciones siempre resulto álgida. Se lo tildó de extranjerizante, de fascista, de apátrida. “Fijáte qué tontería: al lugar del mundo donde voy, veo cómo Borges representa a la Argentina. Y hoy por hoy en el país y en el mundo, es un símbolo nacional. Esa polémica sólo se dio dentro de nuestro país, en el resto del mundo lo admiran como escritor y nada más”

Borges colombiano, suizo, chino

Borges y María Kodama

María Kodama fue los ojos de un hombre ciego que vio el mundo, uno que terminó en Ginebra. “La actitud de pasar sus últimos días en Ginebra fue como decir ‘ése es el sistema al que debemos aspirar, a un sistema sociopolítico de más respeto y más orden”.

En Latinoamérica había un país que le gustaba visitar especialmente y esto se debía al distinguido uso del castellano que allí se oía. “ Le gustaba ir a Colombia porque decía que allí se hablaba el mejor castellano de América. Estuvo en la primera Feria Internacional del libro de Bogotá. Además allí lo querían mucho y lo trataban muy bien. Nos relacionamos con colombianos muy amables. Él disfrutaba escuchándolos hablar”.

Sus vínculos con la literatura latinoamericana casi se limitaron a los autores de sus propio país. “Le leía muy poco de literatura latinoamericana. Trozos de Cien años de Soledad que le pareció muy buena. Decía que García Márquez era un buen escritor”.

Tanto le gustaba Colombia que al cuento que le dedicó e inspiró María Kodama, Ulrica, le colocó un coprotagonista de nacionalidad colombiana. “Aquel Javier Otárola de Ulrica fue un pequeño homenaje que Borges quiso rendir a Colombia”.

Fundación Borges

“Los viajes y el conocimiento de una gran variedad de culturas fueron una de sus pasiones. Viajamos por los cinco continentes y lo reconocieron en todo el mundo”. Estas experiencias le brindaron anécdotas y vivencias de todo tipo. “Hace pocas semanas se publicaron las obras completas en China. La ceremonia del lanzamiento, muy solemne como acostumbran a hacerlo todo allí se celebró al pie de la Gran Muralla, en un día de crudísimo invierno. No te imaginás el frío que hacía, yo estaba allí, a la intemperie, con un tomo en las manos y para colmo me decía a mí misa: ‘Y ni siquiera me enteraré nunca si está bien traducido’”.

María Kodama por ella misma

María Kodama

Aunque sabe que su destino fue marcado a fuego por el encuentro con Borges, rechaza la idea de sentirse sólo una sombra, una pura compañía, una presencia marginal.

“No me arrepiento de nada, ni he relegado mi vida por nada que no hubiera querido hacer. Mi dedicación fue elegida y lo sigo siendo, aunque viajo mucho y a veces resulta cansador, lo disfruto”. Confiesa que la presencia constante de periodistas y admiradores, curiosos y estudiantes, no sólo que no la inoportuna, sino que la complace. “Me gusta poder hablar de Borges, recodarlo con cariño. Todos ustedes hacen que permanezca cerca de mí, que sea una presencia diaria”.

Cree que tras la nuevas ediciones de las obras completas, con estudios filológicos que reflejan los cambios de los textos a través del tiempo, y que publicará la Fundación Internacional Jorge Luis Borges que ella preside, se dedicará a su propia carrera de cuentista y poetisa.

¿Si Volviera a nacer, elegiría el mismo destino?, le preguntamos como despedida.

No lo duda. “Sí, sólo si me aseguran que Borges vuelve idéntico”.

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20 de noviembre de 2009

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