Una novela transnacional: Los dolientes, de Jacobo Sefamí 1

Por Concepción Bados Ciria 2

        Los dolientes (2004) es la primera novela de Jacobo Sefamí y es, también, la primera novela que recoge a la manera etnográfica y testimonial la historia y la cultura ancestrales de la comunidad shami (formada por judíos-árabes originarios de Damasco), que se estableció en México a principios del siglo XX. Esta comunidad, que sitúa sus orígenes en Sefarad, lo que hoy día es la península Ibérica, en la época que se conoce como la "Edad de oro" de la tradición sefardita (siglos X-XII), inició una diáspora hacia diversos países del Norte de África, el Imperio Otomano y Oriente Medio para evitar conflictos religiosos fundamentalistas, primero con los musulmanes y luego con los cristianos, los dos grupos dominantes en la península Ibérica a lo largo de la Edad Media.
        La muerte del patriarca de la familia Galante es el motivo entorno al cual se desarrolla la acción de la novela. Los dolientes son los siete hijos varones de Simón, ya que a ellos, como familiares más directos se les exige, de acuerdo a la religión hebrea, el cumplimiento de unos rituales precisos y rigurosos durante la Shiva, es decir, los siete días de duelo en los cuales la casa del difunto permanece abierta a todo aquel que quiera expresar su pésame. En Los dolientes sobresale la minuciosa búsqueda que Jacobo Sefamí ha llevado a cabo en relación con los rituales funerarios hebreos hasta el punto de que ha recogido los preceptos más puntuales y los ha escrito en itálica, para apostillar su proveniencia de los textos fundacionales, al inicio de cada uno de los diez capítulos que conforman la novela. Otras veces, la interpretación de diversos textos sagrados de parte de los rabinos en las ceremonias que tienen lugar en la sinagoga es el pretexto para dar conocer y revisar ciertas leyes sagradas; por último, mediante las recomendaciones y advertencias de otros miembros de más experiencia de la comunidad, se les acerca a los lectores a los más precisos detalles exigidos por la tradición hebrea en torno a los funerales de un miembro de su comunidad.

Portada de Los dolientes        Los dolientes es una novela etnográfica porque durante los siete días que la familia Galante se reúne para despedir al padre fallecido, múltiples voces reconstruyen la historia de la comunidad sefardita de origen sirio en Ciudad de México, una comunidad que se estableció alrededor de la sinagoga Monte Sinaí, fundada en 1912. De manera simultánea, las mismas voces desvelan los orígenes de la familia Galante, su establecimiento y posterior transformación en la capital mexicana. Así leemos que, paralelamente al progreso económico de la comunidad, acontece la quiebra en los negocios del cabeza de familia fallecido. El padre es, en efecto, el protagonista de la novela, pero también el antihéroe de la misma ya que Los dolientes plantea una suerte de evaluación de cada uno de los hijos hacia su progenitor, que se resuelve, por cierto, mediante la amorosa evocación de las situaciones más felices y los momentos más dichosos de este personaje. En definitiva, Los dolientes se apunta como un homenaje póstumo a la figura paterna, en un intento de justificar y aceptar una vida humana, con sus defectos y sus virtudes; por encima de todo, mediante este homenaje, el autor confirma su filiación a una cultura escrita, a una tradición ancestral que, sin duda, se han mantenido firmes a través de los siglos gracias, precisamente, a la fuerza entrañable de los lazos de familia. Con el fin de recalcar la importancia de la figura paterna, en el capítulo siete se anota una extensa exégesis del rabino sobre la relación entre la palabra padre, en hebreo y el alfabeto, es decir, la escritura como conocimiento que une al individuo a su comunidad y lo incita a la transmisión de una tradición. En este sentido, Los dolientes es una novela testimonial, ya que Jacobo Sefamí ha cumplido con el mandato al que, sin duda, lo vincula su tradición y lo ha hecho de una manera muy personal al escribir una novela en la que la realidad se intercambia con la ficción, pero en la que, según él mismo ha declarado, prevalece el impulso autobiográfico.

        El rasgo transnacional y, por ende, multicultural, de Los dolientes se muestra mediante la inscripción, en los diez capítulos que componen la novela, de las fechas exactas, tanto del calendario hebreo como del occidental, es decir, desde el viernes 13 de septiembre de 1996 al viernes 20 de septiembre del mismo año (coincidiendo con la agonía del padre y el final de los rituales del entierro) y desde 5757 (Shabat, Rosh Hasahná o la fiesta del año Nuevo Judío hasta el Día del Perdón o Yom Kipur). Asimismo, como señalé más arriba, los diez capítulos que conforman Los dolientes aparecen precedidos de distintos textos fundacionales de la tradición hebrea, en general, y sefardita en particular; son extractos que se refieren a las prescripciones y rituales de la Torá en lo concerniente a rituales funerarios; a destacar los del Shulján Aruj, de Josef Caro (Venecia, 1565), reconocido como el código de legislación judía por excelencia y todavía vigente en la actualidad, los del Zohar o Libro del Esplendor, que fue recopilado en Sefarad en torno al siglo XIII, un texto de Maimónides (siglo XII) y otros de la Cábala, escritos en Sefarad en los siglos XIV y XV. La marcada intertextualidad de Los dolientes hermana esta novela con la literatura más actual y denota la experiencia investigadora de su autor, quien la ha puesto, esta vez, al servicio de un quehacer personal y testimonial.

        La multiculturalidad de Los dolientes se confirma, además, con la inscripción de las tres lenguas que se intercambian en la novela: así, en la portada destacan, en dorado, las dos letras del alfabeto hebreo que juntas forman el nombre del padre. Pero junto al hebreo están la lengua árabe y la lengua española en la que se escribe la novela, concretamente el español de México, con sus muchas y ricas variantes; la combinación de estas tres lenguas le sirve a Jacobo Sefamí para recordar, rememorar el pasado y así reconstruir, para dejarla escrita, la historia de su propia comunidad representada en el microcosmos de una familia, que es la suya. De este modo, el autor afirma, al escribir rememorando, que su comunidad pervive y sobrevive por encima de toda diáspora, pero también asienta la multiculturalidad y la transculturación como ejes centrales de la novela. Porque si en principio sorprende la escasez de referencias a la cultura mexicana (el padre muere el 15 de septiembre, víspera de las fiestas patrias y se menciona, apenas de soslayo, esta fecha tan crucial para la historia de México), por otro lado, Sefamí asienta su afiliación a México. Lo hace aludiendo a tradiciones y costumbres muy peculiares asentadas en este país y, en particular, mostrando una adhesión absoluta al español de México (aspecto a tener en cuenta dado que el autor vive en Estados Unidos desde hace veinte años y que la novela se escribió en este país). En este sentido, destaca el uso del lenguaje coloquial, incluyendo numerosas palabrotas e insultos que, con su efecto terapéutico y liberador, se combinan, de manera musical, por cierto, con los términos judeomexicanos: jajamito, jaramero, jazito, shajato, sharmuta. Sin duda, la multiculturalidad de la novela se asienta en el asombroso manejo de las tres lenguas, con sus diferentes ritmos y matices.

        En lo que concierne a la forma, Los dolientes es una novela que sugiere multiplicidades: tanto la historia de la comunidad como la de la familia Galante es evocada por medio de una pluralidad de voces: padre y madre, hijos, tíos, tías, primos, primas, rememoran la historia de la familia. Se insiste en la yuxtaposición del masculino y del femenino, de manera que el tono y el ritmo de la novela es, en cierto sentido, precipitado y lleno de intensidades, a la manera de una sinfonía coral, con múltiples matices y tonalidades. Las voces múltiples, que se intercambian sin cesar, se expresan mediante monólogos interiores y se combinan con la de un narrador omnisciente, nada jerárquico, que les da paso cada vez que desean intervenir; de esta manera la novela se construye como un rompecabezas en el que las distintas piezas, es decir, los protagonistas, las voces narrativas, los espacios, los tiempos del relato, los diferentes textos que lo componen se enlazan unas con otras, sin establecer ninguna jerarquía; antes bien, la novela se apunta como un texto polifónico que, a su vez, es una metáfora del proceso de reconstrucción de la memoria, por separado, de los diferentes miembros de la familia.

Jacobo Sefamí La afiliación del autor al recurso de la multiplicidad se anota, asimismo, en los capítulos que aluden a las ceremonias que acontecen en la sinagoga: a las exégesis de los rabinos se superponen los pensamientos cotidianos, las preocupaciones más banales y simples de las distintas voces narrativas, que intervienen como líneas de fuga que distienden y relajan la rigurosidad y la precisión de la liturgia hebrea: de este modo, incluso los textos sagrados y la autoridad del rabino quedan diluidos y desprovistos de cualquier jerarquía porque se abren siempre al diálogo y a la interpretación de parte de los protagonistas asistentes, quienes, por otro lado, parecen desconocer e incluso llegan a plantear dudas ante prácticas religiosas tan ancestrales. En este sentido, la novela suscita la problemática actual del mundo judeo-mexicano, los enfrentamientos generacionales y el proceso de aculturación de esta comunidad minoritaria en la sociedad mexicana.

        Con la publicación de Los dolientes se amplía el corpus de la literatura judía latinoamericana, recogida en diversas antologías en los últimos años y entre las que destaca El gran libro de América judía de Isaac Goldemberg (1998). Jacobo Sefamí conoce muy bien esta literatura sobre la que ha publicado diferentes artículos; por otro lado, Los dolientes continúa la línea iniciada por numerosas escritoras mexicanas de origen asiático o europeo, entre ellas, Margo Glantz (Las genealogías, 1981), Bárbara Jacobs (Las hojas muertas, 1987), Elena Poniatowska (La Flor de lis, 1988), Sabina Berman (La bobe, 1990) y Rosa Nissan (Novia que te vea, 1992, Hisho que te nazca, 1996). Estas novelas plantean, igual que Los dolientes, temáticas relacionadas con la afirmación de la subjetividad multicultural de sus autoras, a la vez que expresan el anhelo de pertenecer a México, de asimilarse a la nación en la que han nacido; Jacobo Sefamí se une a este grupo de y, como ellas, afirma su subjetividad multicultural y transnacional en Los dolientes; siempre, claro está, con el deseo de resolver ciertos sentimientos de ansiedad en relación con la identidad.

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Notas:

1 Nació en Ciudad de México en 1957 y se doctoró en Letras Hispánicas en Austin (Texas), con una tesis sobre la obra de Gonzalo Rojas. Es profesor de Literatura latinoamericana en la Universidad de Irvine, California, y crítico literario especializado en poesía latinoamericana y literatura sefardita. Escribe poesía y Los dolientes es su primera novela. Acaba de publicar Vaquitas pintadas (México, UAM: 2005), una antología que tiene a la vaca como motivo literario y que incluye un relato del autor: "Uma, Shulamit y la U". Este relato establece fuertes relaciones intertextuales con Los dolientes.

2 Concepción Bados es doctora en filología hispánica, trabaja como profesora asociada en la Universidad Autónoma de Madrid donde imparte clases de didáctica de la lengua y la literatura en la facultad de formación del profesorado. Desde el año 2000 desempeña el cargo de examinadora principal del área de lengua y literatura en español en la Organización del Bachillerato Internacional. Ha publicado cinco manuales destinados a la enseñanza de la lengua y la literatura en lengua española y diversos ensayos sobre escritores latinoamericanos y españoles. Es colaboradora del centro virtual del Instituto Cervantes y ha traducido diferentes libros, entre ellos, Escritos (1940-1948). Literatura y política, de George Orwell.

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15 de mayo de 2005

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