La batalla por las palabras


 La batalla por las palabras 


Por Élida Bustos 

Buenos Aires, Argentina 

“En la mayoría de las redacciones el clamor es que los usos y
costumbres (y ni que hablar de las nuevas tecnologías) siempre 
están muy por delante de lo que decide la Real Academia” 

“Muchos españoles aseguran enfáticamente que lo que se
escribe en América Latina “no se entiende”, mientras, 
en América Latina entendemos perfectamente el castellano
de los diarios españoles” 

“Lo que los hispanohablantes valoramos como la riqueza de 
nuestro idioma pareciera ser, precisamente, lo que más
nos complica a la hora de comunicarnos. Y si bien la batalla
por la pureza del idioma ya no tiene ninguna posibilidad
de sobrevivir, afianzar una lengua común seguirá siendo
el reto por generaciones” 

Una mesa de traducción al español en cualquier agencia de noticias es un campo de batalla. Como habitualmente está integrada por traductores de distintas latitudes de nuestro amplio mundo hispanoparlante, nunca se trata de un espacio de trabajo calmo. Y por más que se intente que el DRAE reine en toda su magnificencia, las batallas intestinas –cual remedo de la guerra de la Independencia– mantienen todo su fragor.

Curiosamente, los mayores problemas los presentan las cosas cotidianas: gastronomía, moda, y elementos de uso habitual.

  
 ¿Fresas o frutillas? ¿Damascos o albaricoques? Y peor aún, en pleno avance de la soja como el alimento que calma el hambre de los chinos –y paga las cuentas de argentinos y brasileños– ¿porotos o frijoles? Y otras palabras o frases que explotan en las redacciones de buenas a primera, como el mal de la vaca loca o la gripe aviar, y presentan desafíos que exigen respuestas inmediatas y no dejan espacio para mucho análisis o discusión.

Como se comprueba habitualmente, el uso siempre está varios pasos más adelante que el DRAE. Esto significa que para zanjar situaciones, cuando el diccionario no es determinante, queda el recurso de la consulta a medios de los distintos países para adoptar una postura salomónica, que no contentará a casi nadie y seguirá provocando malestar, pero salvará la situación con la premura que la globalizada actualidad exige.

Argentinos y peruanos dictaminaron en alguna época que había una sola vaca loca... o por lo menos una sola que tenía el mal, aunque la enfermedad supo enseñorearse por los campos de muchos países. Así que cuando estalló el mal lo usaban en singular mientras en el resto de las redacciones los hatos padecían, en plural, el mal de “las vacas locas”.

En Argentina, la sola idea de ingerir fresas con nata genera repulsión y cara de asco, pero son pocos los que se resisten a las frutillas con crema, la variante lingüística local con los mismos ingredientes. En tanto, para el resto del mundo hispanohablante, con las frutillas con crema probablemente no se les haga agua la boca, aunque se desvivan por las fresas con nata.

         También surgen problemas mecánicos. Una llanta en muchos países es la parte metálica de la rueda de un automóvil, que además posee un neumático, mientras que en otros es el neumático entero. ¿Cuál es el costo de cambiar una llanta, entonces? Sin dudas, varía de acuerdo a los países y no por cuestiones cambiarias.

Y ni que hablar de la velocidad que desarrollan las tractomulas colombianas y las frenadas que ocasionan los policías dormidos de México. Frases, palabras y giros que a veces ni el propio Panhispánico de Dudas logra resolver.

Salvar todas estas diferencias requiere de una creatividad sin par, para lograr que una noticia, traducida por una agencia, tenga la mayor penetración en los diarios de una región tan vasta como Iberoamérica.

Y esto, planteado desde la complejidad de treinta y pico de países, y con algunos países con territorios tan extensos que parecen varios en uno solo, genera un desafío de proporciones para quienes día tras día cumplen con la noble tarea de trasladar de algún idioma al español las miles de palabras que al día siguiente poblarán las páginas de los diarios y, en el mismo día, de los portales de Internet.

Y, más allá de los esfuerzos de la DRAE para estar a la altura de las circunstancias, en la mayoría de las redacciones el clamor es que los usos y costumbres (y ni que hablar de las nuevas tecnologías) siempre están muy por delante de lo que decide la Real Academia.

Los brasileños lo resuelven de manera más simple con su madre patria: no les interesa perder el tiempo con ningún tipo de estandarización. Dicen que hasta la gramática que usan en Portugal es diferente y que el esfuerzo es... inconducente. No obstante, como parte de un proyecto geopolítico de alcance mayor, hace unos años se armó un grupo internacional para tratar de establecer pautas entre los países lusoparlantes, algunos antiguas colonias portuguesas en lugares remotos del Asia (como Macao) o África.

Al mismo tiempo, nunca escuché a los anglosajones quejarse de palabras que “no se entienden” en los cables, como era mi padecimiento cotidiano en las mesas de traducción de Bloomberg y Reuters. ¿Es posible con un idioma tan extendido, y con muchos más corresponsales que escriben en un inglés no nativo, que no hubiera problemas de palabras, giros y expresiones? ¿Tan estandarizado está el inglés, a diferencia del castellano, que ni siquiera genera entredichos? ¿O serán estas batallas por las palabras más una cuestión de idiosincracia latina?

La realidad es que muchos españoles aseguraban enfáticamente que lo que se escribía en América Latina “no se entendía”, mientras, curiosamente, en América Latina sí entendíamos perfectamente el castellano que se utilizaba en los diarios españoles. Esto, más allá de las disputas que surgían entre las distintas latitudes, luego, por el uso de determinadas palabras.

Otro de los problemas cotidianos de los grupos especializados es la jerga y que, muchas veces, las noticias están redactadas por economistas devenidos en periodistas, con poco conocimiento de pautas gramaticales y uso del idioma.

En España, por ejemplo, cuando una empresa comunica algo a la Bolsa, esa comunicación se denomina “hecho relevante”. Entonces es habitual leer en diarios especializados o en las noticias que llegan a una mesa traducidas desde la madre patria, que “En un hecho relevante la empresa tal....” Pero ¿por qué no escribir “en un comunicado a la Bolsa”? La expresión “hecho relevante” tiene otro sentido para quien no esté sumergido en la jerga bursátil española, cosa muy difícil de hacer entender a algunos economistas especializados en noticias de mercados.

De esta manera, lo que los hispanohablantes valoramos como la riqueza de nuestro idioma pareciera ser, precisamente, lo que más nos complica a la hora de comunicarnos. Y si bien la batalla por la pureza del idioma ya no tiene ninguna posibilidad de sobrevivir, afianzar una lengua común seguirá siendo el reto por generaciones.

Buenos Aires, marzo, 2012

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