Pompeyo Gener:
Ciencia y crítica literaria en el siglo XIX

Por Consuelo Triviño 1

Retrato de Pompeu Gener        Por definición, arte es aquello que está "bien hecho", lo que le daría a toda actividad humana la posibilidad de elevarse a la categoría artística. Acaso por esta razón el misterio del arte, como el del universo, requiere para su interpretación de unas reglas básicas. Sin embargo, no es la ciencia la que marca las pautas de la obra artística. El francés Emile Zola llevó al extremo esa relación entre la ciencia y el arte al aplicar las teorías científicas en sus novelas naturalistas. Otra cosa es la aplicación del método científico a la hora de desentrañar las claves del arte. La España del XIX, pese a su desconfianza hacia la ciencia, no fue ajena a la aplicación de las tesis positivistas en la crítica literaria -que en Francia pusieron de moda autores como Guyau, Madame de Stäel y Taine, éste último maestro de los determinismos-. Fue el catalán Pompeyo Gener (1848-1920) el primero en practicar una crítica de arte positivista en España. Su vinculación con las ciencias parece evidente ya que estudió Farmacia y Ciencias Naturales y obtuvo el título de doctor en la Universidad de Madrid. También asistió a cursos en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona y se hizo célebre por un libro que escandalizó a muchos de sus contemporáneos: La muerte y el diablo (1880), publicado en francés. Inspirado en los principios liberales de la Revolución de Septiembre, arremetía en sus artículos contra la monarquía absoluta, la escolástica y el neoclasicismo, oficialistas y académicos. Difundió el positivismo y el darwinismo en el Ateneo de Barcelona y en revistas como La Humanidad, Revista Contemporánea y La Reinaxença. Defendió una estética realista, acorde con la era positiva, "expansiva y progresiva", para él, basada en la observación de la naturaleza.

        Gener asistió a los cursos de la Escuela de Medicina con Claude Bernard y Berthelot en París donde residió un tiempo. En 1894 publicó Literaturas malsanas, obra que enfureció a "Clarín" quien lo acusó de plagiar el libro de Max Nordau Degeneración (1892). En este libro expuso los principios de lo que podemos definir como una sociología del arte en la que ética y estética deben ponerse al "servicio de la vida" y, naturalmente, del progreso de la sociedad, proceso en el que asignaba una gran responsabilidad a los artistas e intelectuales. Su sistema de pensamiento se vertebra en torno a la que considera la más general de las leyes, la evolución. Para él "todo es movimiento, todo es desarrollo, todos es llegar a ser, todo es un paso hacia otra cosa" (Literaturas malsanas). Expuso sus conceptos sobre el arte, como teoría estética, que explica el fenómeno de la creación; como una crítica que debe ejercerse con ayuda del método inductivo y de las leyes de la evolución -libre de todos los dogmas y de los absolutos que impiden la comprensión de la obra-; y como la práctica de una ética a favor de la vida.

Portada del Libro Pompeu Gener y el modernismo        Con su visión de médico, realizó en Literaturas malsanas un diagnóstico de su tiempo, criticando las estéticas de moda que consideraba nocivas para la sociedad. Así divide el libro en capítulos como: "Enfermedades indígenas", "Enfermedades exóticas", "Terapéutica y estética", etc. Para Gener la literatura es un fenómeno expresivo de los "diversos estados de la humanidad" (pueblos, civilizaciones o "razas"), que pueden ir de una escala inferior a otra superior, salvo en situaciones en que el individuo o la colectividad tienden a la muerte, como sugiere, respecto a las corrientes que con tanto entusiasmo se seguían en el París del fin del XIX (simbolismo, decadentismo, naturalismo). Explicaba esta circunstancia por la falta de formación de sus intelectuales para esa tarea. La crítica era para él fundamental en la comprensión de la obra de arte y debía realizarse mediante el método inductivo y regirse con criterios de observación, "extrayendo de los fenómenos sus relaciones." Siguiendo a Taine, apoyó sus teorías en argumentos medioambientalistas que lo llevaron a afirmaciones contradictorias e incluso banales, como el que los grandes artistas en España sólo podían surgir en Cataluña y en las provincias del Levante -que según él tuvieron poco contacto con árabes y judíos-, o el que la escultura fuese "arte muerta" porque la sociedad ya no produce los tipos humanos de belleza clásica. De Don Quijote señalaba el hecho curioso de que su autor perteneciera a "la raza castellana" que, según él, anuló con la inquisición a todos los espíritus superiores de su tiempo.

        Gener arremetió sin piedad contra los naturalistas que, a su juicio, se equivocaron en la utilización del método científico, tanto como en la aplicación de las teorías evolucionistas y en la finalidad ética a la que sirvieron sus obras. Su arte, según él, no sólo era "vulgar", "sucio" y "bajo", por acentuar estos aspectos negativos de la realidad, sino que utilizaba un procedimiento erróneo al reunir en "notas clínicas" un catálogo de "vicios" y de "taras humanas y sociales nocivas". Para él, los naturalistas sólo aciertan al basarse en la observación de la Naturaleza, pero se equivocan cuando anotan sólo las "influencias físicas inmediatas más fatales", cuando ofrecen tan sólo una imagen de lo "abyecto", lo "degradado" y lo "criminal". Gener rechaza este tipo de literatura que influye de manera negativa en los lectores, que según él se pueden "sugestionar" con tal imagen del mundo. Lo importante en el proceso de la creación, lo imprescindible en el arte es para él un acercamiento a la Naturaleza, que de manera "enérgica y profunda" nos revele sus misterios.

        El arte nos dice que debe marchar con la ciencia, pero sin confundir sus fines como ocurrió, a su juicio, con los naturalistas. Por eso considera que debe proyectar "altas miras", tender "a lo mejor", hacia una "causa noble". Debe ser un arte altruista que despierte en el público "estados superiores" de sensibilidad y "aumento de vida". Criticó la aplicación de las teorías de Darwin en la literatura francesa (en lo que aventaja a los noventayochistas que tanto se dejaron influir por las erróneas interpretaciones a que dieron lugar tales teorías), y que años más tarde en España Baroja y Azorín llevarían a la novela, en la que aplicaron los conceptos de lucha por la vida y ley del más fuerte.

       Religión, pueblo, cultura, "raza", medio ambiente y momento histórico o evolutivo, son los factores que para Gener determinan la producción artística. Sin embargo, no deja de señalar que la creación puede romper todos esos condicionamientos. Eso es lo que nos demuestra cuando se refiere a autores como Cervantes y Calderón de la Barca y a sus contemporáneos Rusiñol, Bartrina y Mestres. Hoy nos resultan curiosas sus afinidades con el estructuralismo genético, en cuanto al papel del autor en el proceso de la creación, que para él es un vocero de su medio, del estado de su sociedad. Así sugiere que "la belleza no es hija del autor", sino del medio, del pueblo, de la naturaleza que la inspiró, de modo que el artista se convierte en un portavoz, un concentrador de energía, de potencia de vida. El efecto deseable de una obra de arte es para él la intensificación de la sensibilidad, pero no de aquella en la que se complacen los decadentistas y simbolistas -el "gozar-sufriendo"-, sino la que contribuye al "mejoramiento de la especie", a la superación del individuo, a la afirmación de su voluntad.

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15 de julio de 2005


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