Guillermo Martínez González

La Plata (Huila), Colombia, 1952. Licenciado en Filosofía y Letras. Ejerce en Bogotá  de librero y editor (Trilce Editores), ha publicado más de 80 libros de poesía, crítica, ensayo, novela). Ha publicado los libros:  Declaración de amor a las ventanas (Poemas, 1980), La poesía de Matilde Espinosa (Selección, prologo y notas, 1980), Diario de Medianoche y otros textos (1984), Marx y los poetas (Selección, prólogo y notas, 1986), Puentes de niebla (Poemas, 1987), El bosque de los bambúes (Versiones de poesía china, 1988), Mitos del Alto Magdalena (Poemas en prosa, 1990), El árbol puro del río (Poemas, 1993), El solitario de la Montaña Vacía (Versiones de Wang Wei, 1996), El vuelo diabólico, poemas de vampiros y murciélagos (Selección, prólogo y notas, 1999), El Ermitaño de Los Lotos Verdes (Notas de poesía, 2005).

Ha sido incluido en numerosas antologías de poesía colombiana en el país y el exterior. Poemas suyos han sido traducidos al inglés, francés y portugués. En 1993 obtuvo la  Beca de Creación Individual de Poesía del Instituto Colombiano de Cultura. De 1986 a 1990 fue Director del Instituto Huilense de Cultura. A partir de 1990 trabajó en calidad de experto de la Revista China Hoy, durante un año y medio. 


Poemas de libro inédito: TERRAZA PARA PISAR EL VACÍO


EL CANTANTE

 

Empezó a cantar

Con su guitarra de sangre

Agitada por la lluvia.

Pájaros de ojos negros

Sobre el lomo de la luna

Escucharon su canción

Agujereada por el relámpago

 

  

DE NUEVO LO DESPIERTA EL ALBA

 

De nuevo lo despierta el alba

Como una invasión de mosquitos.

De nuevo con el espanto

Que hierve como un tejido

De gusanos jubilosos.

 

En el espejo se pregunta

Por el sentido de la muerte

Mientras afuera cae la lluvia

El canto de la paloma torcaz.

 

Y así sale sin alma, desterrado.

Implacable la luz cae

Pero siempre más allá

En una distancia que enloquece

Como pájaro que huye.

 

Y así lo devora la ciudad

El metálico ruido de su agonía.

Ve al lotero junto a la prostituta

Y al ciego que feroz

Desgarra su guitarra contra el polvo.

  

Lo deja impávido el aguacero.

El chapoteo de la mujer que cruza la calle

Y el delirio de los semáforos en la neblina.

 

Nada posee. Sin herida

Ni salvación. Sin luz ni llaga.

Ciego,  solamente ciego.

 

 

CIUDAD


Maligna es esta ciudad

Como baba del diablo

Desde que surge la luz del sol.

Donde la lluvia cae interminable

Como una monodia

Sobre los ventanales y los muros

Sobre el rostro de pordioseros

Que  aúllan como bestias heridas

Ante los basureros

Las iglesias

Y los portalones de mármol.

Donde cada saludo

Se parece a una pedrada

E inútiles brillan las estrellas en el cielo.

Sí, maligna es esta ciudad:

Temibles sus atardeceres de vaho plomizo,

Sus crímenes ocultos, sus jóvenes asesinos

Que conspiran en los bares.

Terrible es el espasmo de sus prostitutas

En los baños o los camastros de tendido grasiento

Mientras avanza el alba como un puñal

Sobre el sueño de los pobres.



VISIÓN

 

La luna desciende sobre el árbol

Como una mancha roja

Y un rezagado murciélago

Se pierde con su destello.

Todo queda oscuro en el bosque

Aunque algunas veces

Brillen las hojas de los eucaliptos.

 

   

EL ADIÓS

 

Cantar de ciegos

Cantar de viento herido

Cuando dos amantes

Se despiden en el alba.

 

 

 NOCTURNO

 

Este es el instante de los acantilados

Y de los fantasmas que gimen

En el soplo de las tinieblas.

La hora en que los sonidos crecen

Y la ciudad se queda sola

Y como bestia muda

Despierta en busca del amanecer.

La hora en que la noche se baña

En el silencio de los árboles

Que temblorosos se sumergen

En el luto de la ciudad.