Colombia, esa contradicción irresoluble

 Por Carlos Fajardo Fajardo 1

 

¿AcasoColombia es hoy una contradicción irresoluble?

JorgeGaitán Durán

 

“¡Pobre país, país de miseria, paísdel Diablo, país negroide, indio, español, sin rumbo y sin conciencia aún! ¡Pobrepaís en que son condóminos el Cura, el Bachiller y el Diablo!”. Esto escribía,hacia 1928, en su libro Viaje a pie,Fernando González, el filósofo de Otraparte,quien retrataba una Colombia bajo el dominio de la hegemonía conservadora, deideología hispano-católica, moralista y tradicional. País de gramáticos y deabogados, de intelectuales leguleyos, defensores de la raza, la religión y elidioma; país de censores, encerrado en su cápsula de tiempo, ignorando losruidos y sonidos que producía la modernidad en sus fronteras. “El Diablo, elCura, el Bachiller, el Mister, el Arriero y el Mendigo. Ahí está nuestro país”insiste González. Un país decimonónico con mentalidad de peón y de mayordomo,de hacendado y de siervo.  

Lo paradójico de esto es que, entreclericales sectarios y heréticos malditos, el país de finales del siglo XIX yprincipios del XX se asemeja al que se nos ha montado política y culturalmenteesta primera década del XXI; es decir, se ha perpetuado al país del vorazcentralismo cultural y político, al de la eterna discriminación excluyente; alpaís de burócratas y oportunistas, al país tradicionalista, levantado a puntade engaños nacionales; al país terrateniente que admira y entroniza la imagende un padre fuerte y protector; la nación súper-clasista e intolerante, delcinismo amoral.  

Así, Colombia a lo largo de más de unsiglo, en vez de unificarse a través de un sistema de símbolos acordes a lamoderna idea de nación, fue fragmentada y resquebrajada hasta deshacercualquier posibilidad de organización participativa democrática. La involucióndel país es evidente: los imaginarios retardatarios de una política corrupta son,hoy en día, tan agresivos como lo fueron hace sesenta años. Los mismos métodosparanoicos y de censura mediática a cualquier síntoma de oposición alestablecimiento; la misma prensa patriarcal gobiernista, el destierro de todaindependencia informativa. No hay aquí espacios para la disidencia, no hayambiente para la controversia, como tampoco lo hubo en la Regeneraciónhispano-católica de 1880, ni en la República Conservadora,mucho menos en La Violenciapartidista del cincuenta, ni en el Frente Nacional y en la neo-Regeneraciónactual.  

La Colombiaque vivimos, dominada por una iconografía de finqueros y caballistas, dehacendados y narcotraficantes, es la Colombia que entroniza la figura  del patriarca guerrero, vivaracho, audaz,pragmático, de mano fuerte y corazón blando; la que promociona la cultura de laidiocia mediática, de la ridiculez ydel espectáculo masivo de la muerte, pero ignora la cultura viva popular, a susmás importantes artistas, escritores, intelectuales,  y desprecia la importancia de una educacióncon pedagogía crítica y creativa. Bajo el peso atmosférico de una Colombiaantimoderna, que ha vuelto fetiche de culto la figura del jefe de gobierno, laidea de construir escenarios de inclusión democrática se revierte en pesadilla.Involución de involuciones. Declarada la guerra a todo proyecto de pensamientoinnovador, se destierra de los puestos del Estado, y del sector privado, a losartistas, comunicadores e intelectuales contradictores; se instauran, tanto enel gobierno como en la cotidianidad nacional, un repudio a cualquiermanifestación de inconformidad. Se proclama así, un no a los pensadores, un sía los colaboradores; un no a la autonomía del pensamiento.  

Estos hechos autoritarios y paradójicostambién los pensaba y registraba el poeta Jorge Gaitán quien, el 14 deSeptiembre de 1958, lanzaba esta aguda tesis: “El ciudadano eminente es el hombreorquesta, que sirve para todo. El deleznable edificio de la simulacióncolombiana. Chisme, chiste y trago, deportes nacionales”2. Hace cincuenta años paraGaitán Durán transitaban por el país “hombres sin proyecto”. Mitómanos,simuladores, con una “imaginería gris y enfermiza”. El poeta se quejaba de unafalta de perspectiva histórica. Cincuenta años más tarde, como consecuencia de unaprolongada Regeneración Conservadora, hemos asumido la mentira, la trampa, el cinismoy el tiro al blanco como deportes nacionales. Estos son algunos denuestros actuales imaginarios. He aquí la vulgarización de nuestra cultura.  

La mentira, la trampa, el cinismo y eltiro al blanco fueron progresivamente impuestos por un país que obstaculizó laentrada de la democracia moderna e impidió la instalación de un verdadero Estadode Derecho participativo. Se ignoró a un sistema democrático donde no existieraparanoia ante la diferencia, ni peligro alguno para el opositor y el disidente.Cuando, desde el siglo XIX, se cerraron las posibilidades a los proyectosliberadores, expansivos, de emancipación, renovación e inclusión, una buenaparte de la población quedó en el vacío. Sólo a través de la búsqueda de otrasoportunidades-nada legales- esa buena parte logró ser escuchada. Entonces, latrampa, la simulación, la mentira, el cinismo y el asesinato ocuparon el podiumde nuestra historia. El naufragio cultural se hizo inminente. Ahora, entre elsectarismo guerrerista -de izquierda y de derecha-; entre la legitimidad delastuto y del tramposo; bajo la presión del autoritarismo supremo del ejecutivo;inundados de un lenguaje militarista, policivo y de batalla; víctimas del miedoante cualquier manifestación de libre pensamiento, y sobre los restos decadáveres y mutilados, no hemos podido superar al país clerical, intolerante,leguleyo, fanático y presidencialista. Fracaso de fracasos.  

De este modo, dialogando con JorgeGaitán Durán, la mitad de la cultura ha quedado convertida en acto subversivo yla otra mitad en banalidad (o en pecado). “Desaparecieron así, entre laturbulencia y la farsa, las precarias meditacionesculturales que teníamos para que las élites, políticas y económicas eintelectuales, operaran sobre el país. Colombia es hoy una cosa impenetrable”3.¡Y esto lo escribía el poeta en el 58!  

Por falta de un proyecto nacional noexcluyente ni caudillista, no militarista ni neo-patriarcal  hacendario; de un proyecto que se propongasuperar la cultura de la mentira, de lo trivial, del sicariato cultural, comotambién la mentalidad de la trampa, del cinismo y de lo fácil; por falta de esesoñado proyecto, no superaremos de una vez por todas aquella megalomaníanacional que, al decir de García Márquez, “es la forma más estéril delconformismo, que nos ha echado a dormir sobre un colchón de laureles quenosotros mismos nos encargamos de inventar”4. Estructuración de unproyecto para no vivir más de engaños nacionales, de milagros económicos, políticos, deportivos, culturales; para noseguir muriendo de frustración histórica y generacional. Un proyecto a travésdel cual podamos ir dejando atrás al país presidencialista que aún, como entiempos de nuestro Fernando González, le tiene miedo al diablo.  



1 Carlos Fajardo Fajardo, poeta y ensayista colombiano

2 GAITÁN, Durán, Jorge. La revolución invisible. Apuntes sobre lacrisis y el desarrollo de Colombia. Bogotá: Ariel, 1999. p.134.

3Ibid., p.46.

4GARCÍA, Márquez, Gabriel. “La literatura colombiana: un fraude a lanación”.