Waldo Leyva



            Waldo Leyva
  (Remates de Ariosa, Cuba, 1943) 


Poeta, ensayista, narrador y periodista. Tiene más de 15 libros publicados, entre los que destacan: De la ciudad y los héroes (1974), Desde el este de Angola (1976), Con mucha piel de gente (1983), El polvo de los caminos (1984), El rasguño de la piedra (1995), Breve antología del tiempo (2008), El rumbo de los días (2010) y Cuando el cristal no reproduce el rostro (2012). También ha grabado tres discos compactos con algunos de sus textos. Ha sido traducido al inglés, alemán, francés, ruso, portugués, italiano, rumano, húngaro, polaco, búlgaro, árabe y otras lenguas. Ha recibido diversos reconocimientos, los más recientes son el Casa de América de Madrid, España, 2010; el Nicolás Guillén de Cuba, 2010; y el Premio Internacional de Poesía Víctor Valera Mora, Venezuela, 2012.

 


 

 

 


EL INOCENTE OJO DEL ANTÍLOPE

 

Un tigre salta de la piedra.

Vuela un ave que ignora la angustia del vacío.

Ciego es el pez, su pupila es el agua

y muere herido por el aire.

 

La lombriz puede ser reina de la altura

y deshacerse el árbol

en el vientre insaciable del insecto.

 

A la cruz del comienzo clavado sigue el hombre.

Sangra. Puede ver aún el rostro de los otros.

 

Ni dios, ni ventanas azules,

ni el inocente ojo del antílope.

 

 

 

 

MONÓLOGO FINAL

 

La oscuridad tiene tu olor,

mi olor,

y ese otro perfume

que nace de la piel

cuando se juntan nuestros cuerpos.

 

Cierra los ojos.

Toca mi cara.

Tus dedos borrarán la sombra,

no importa que sea de noche,

no importa que desconozcas

el rostro que tendré al amanecer.

Cada segundo puede ser toda la vida.

Mañana mi piel estará seca,

o deshecha en el aire

o será un verde germinal

o un rojo efímero,

pero ahora las yemas de tus dedos

tienen toda la luz.

Perdono al porvenir.

Las trampas que he tendido

tienen la misma inocencia

del juego de la alquimia.

Para el hombre no existe otro destino

que el manantial inédito.

 

Toca mi rostro,

sálvalo en la memoria de tus manos.

 

 

 

 

EL OTRO Y EL QUE HABLA

 

Sé que dentro de mí hay otro ser,

alguien que exige heridas, desgarrones,

que tiene la impaciencia del cuchillo,

la obstinación del plomo, la sed de la metralla.

Desconozco ese ser que prefiere la noche, los rincones.

Desde niño me asalta. Cuando toco un metal

me empuja hacia la sangre.

He buscado en los días de mi infancia

alguna relación con el cuchillo, con la muerte violenta;

he practicado el odio hasta la angustia

pero soy incapaz, nací de otra madera.

Esa pugna entre el otro y el que habla

¿hasta cuándo será? ¿Podré negar mi mano eternamente?

¿Permaneceré ciego a su llamado?

¿Acaso soy yo mismo, un nonato que vive y envejece?

Dentro de mí habita un ser remoto, oscuro,

que se muestra impasible mientras alguien me ataca

y exige, sin embargo, que agreda a los que quiero.

 

 

 

 

ODISEO

 

No puedo asegurar si estoy partiendo

o si he llegado al fin donde quería.

 

El olor de la tierra es familiar,

no me resulta extraño el árbol,

ni la garganta migratoria de los pájaros.

Los espejos de agua

me devuelven un rostro indescifrable.

 

¿Alguien me vio partir?

 

¿Alguien me espera?

 

En la memoria del porvenir

yo seré el que regresa,

y en la piel, junto al salitre

y ciertas mordeduras incurables,

tendré tatuado el ruido de la sombra

y el silencio que dejan las batallas.

 

¿Soy el único sobreviviente del naufragio?