Magaly Quiñones



            Magaly Quiñones 
(Ponce, Puerto Rico, 1945)

Escribe poemas, cuentos, ensayos, reseñas y crítica de arte en periódicos, revistas, índices y antologías nacionales e internacionales. Ha publicado quince libros. Tiene al presente dos nuevos poemarios en preparación. Su obra literaria ha sido premiada por el PEN Club de Puerto Rico, la Editorial Mairena y el Instituto de Cultura Puertorriqueña. Ha realizado estudios en artes gráficas, bibliotecología y periodismo. Tiene una Maestría en Literatura Comparada y lenguas extranjeras de la Universidad de Puerto Rico y está jubilada como Bibliotecaria de la Universidad de Puerto Rico. Libros: Entre mi Voz y el Tiempo, 1969; Era que el Mundo era, 1974; Zumbayllu, 1976; Cantándole a la noche misma, 1978; Cosas de poetas (cartas literarias), 1978; En la pequeña antilla, 1982; Nombrar, 1985; Razón de lucha, 1989; Sueños de papel, 1996; Patio de Fondo, 2003; Mi Mundo, 2003, Poemas para los Pequeños, 2006; Quiero una noche azul, 2007; Pasión y Libertad, 2008; Nana al Niño Jesús, 2008.

 

 

 

EXILIO

 

Caminando hacia el norte de la Tierra

subió la sierra, traía nombre de flor,

cabello en trenzas y un dolor de cadenas en el cuerpo.

 

Distinguida en las cúpulas antiguas,

oprimida en los túmulos modernos,

llegó al reino del sol con conciencia de estrella,

cruzó el cordón del mar y no salía de su asombro.

 

África le dio pájaros, España le dio lengua,

Borinquen, brío y caña y el cántico del gallo,

El mar, en su vaivén, descorrió el velo de las latitudes,

el sol, en su carrera, le dio la llama de la persistencia.

 

Siempre pensando en regresar al nido,

juntó sus pertenencias

y a riesgo de su vida se sumergió en un lago de aguas puras

y cruzó nuevamente el hemisferio.

 

Ya en tránsito hacia adentro

se dio cuenta que el nido se elevaba con ella,

que ya no era española ni india ni africana,

traía un aura distinta, otra forma de ser, otro olor, otra lengua.

Y un coro de luciérnagas, le descubrió otra voz,

la voz del alma.

Se supo, para siempre, caribeña

y aún no salía de su asombro.

 

 

 

 

PIER 17

 

Esta tarde sin sol me has preguntado,

de qué lado se inclina el corazón

cuando amor nace y nos sentimos viejos.

Ahora que caminamos

por las obscenas calles de New York,

que recortamos sueños y poemas

-desde Strawberry Fields hasta West Village-

regando-como Lennon-

la música del alma sobre el cuerpo,

se te nubla la voz y aún me preguntas.

 

Te podría decir que todo importa

que tú y yo, como todos,

conformamos la inmensa postal de rascacielos.

Podría hasta jurar que amar, besar,

son ejercicios sin edad ni tiempo.

Pero, me quedo lela,

meditando en la hondura de tus ojos.

Me quedo lela ansiando y sopesando

lo que cuesta soltar nudos y velas

en medio de una historia de hundimientos.

 

Esta tarde sin sol en que preguntas

-rimando el fuego de tu corazón-

Con qué mano se enciende el universo,

no hallo respuestas en mi corazón,

a lo sumo unos versos, estos versos.

 

 

 

 

PARA MEJOR MIRARNOS

 

Un árbol es un cielo y no es un cielo,

retado por la luz es un paraje

donde se incendian todos los veranos.

Un jardín es jarrón sin ser jarrón,

si lo tienta el color es una inmensa falda de cristal

bordada por abejas de oro.

Y el mar no es sólo el mar,

cazado y cazador, quieto y alado,

el mar es más que el mar, nombra y desnombra

discreta y sabiamente como el día.

 

Y un poeta es aún más, mucho más

que algún vuelo refugiado

en la fosa voraz de un esqueleto,

es  piedra de amoríos contra el pecho,

furgón de mil caballos.

Pero ahora, amigo, hablemos de poesía,

sabia y discretamente, como el día,

para mejor mirarnos.