Roberto Arlt | MA. Vázquez


    Roberto Arlt o el mundo al revés: El jorobadito y Aguafuertes españolas [1]


Crítica literaria española


ROBERTO ARLT (1900-1942). Breve nota biográfica

Escritor autodidacta que se forma ojeando folletines, descubre a Dostoievsky y a las mentes atormentadas del paradigmático novelista ruso. Arlt las hace suyas y nos muestra a hombres y mujeres de una catadura moral execrable, pero que a su vez los transforma en cercanos, con rasgos reconocibles y admisibles que conllevan la carga virulenta del resentimiento y la sordidez ante una sociedad manipulada y burguesa. Arlt subraya hiperbólicamente la debacle del sistema.   

        Hijo de padre austriacos y madre tirolesa, aprende el español en los barrios marginales de Buenos Aires, aunque en su casa, hablaba alemán.

        Arlt aparece en una época en la que mientras en la literatura argentina deslumbraban autores como Lugones, Borges o Güiraldes, de una exquisita educación europea, él desplegaba su arte urbano y el lenguaje del mundo salvaje de los barrios bajos, descubriendo a sus lectores una Argentina oculta y desconocida, plagada de seres incapacitados para sobrevivir en esa jungla.

        No obstante, su carácter independiente no representó nunca a las masas que consideraba grotescas pero a las que, paradójicamente describia en su literatura, muchas veces con dulzura.

        A pesar de utilizar un lenguaje y expresión que machacaba la pulcritud lingüística de la época y que contribuyó a romper la exquisited, en las décadas siguientes fue respetado como un precursor de las vanguardias. Así, en años posteriores, Onetti, Cortázar o Manuel Puig, toman de él algunos de los elementos que componen el universo de Arlt, como la gran urbe, el mundo tenebroso de la realidad o la abundancia de la oralidad. Y más actualmente, escritores de la talla de Piglia, Aira o Bolaño se han convertido en herederos de parte de su indagación literaria.   

        Continuó la obra emprendida por el “grupo de Boedo” de Álvaro Yunque, Roberto Mariani, Elías Castelnuovo, Lorenzo Stanchina, Leonidas Barletta: escritores realistas, populares e izquierdistas.

        Sobre su vida y obra recomendamos el excelente trabajo monográfico que el Centro Virtual Cervantes del Instituto Cervantes dedicó a su vida y obra en http://cvc.cervantes.es/literatura/escritores/arlt/default.htm


SOBRE EL JOROBADITO (1933)

En el conjunto de esta obra, nos hallamos con un escritor poco bondadoso, sin audacia ni esperanza, donde la tragedia del ser humano es un detonante formal para construir personajes con rasgos autobiográficos, a la vez que engañosos (ver A. Hayes, Roberto Arlt: la estrategia de su ficción, 1982), aunque Arlt nos acostumbra a narraciones en primera persona con claro afán de verosimilitud. En «Escritor fracasado», casi un monólogo interior, el narrador ahonda en lo más profundo de su subconsciente y nos declara suspicazmente sus principios estéticos dentro del complejo mundo literario que le tocó vivir. —Para qué afanarse en estériles luchas, si al final del camino se encuentra  como todo premio un sepulcro profundo y una nada infinita? Y yo sé que tengo razón—  Sus ataques no son sutiles, arremete directamente contra los críticos de “estética parda”, contra los escritores estériles, y en definitiva, muestra su desprecio por la posición oficialista literaria. Pero este descrédito no se limita únicamente al mundo del arte, sino que en su convulsión existencial, muestra la misma animosidad por cualquier vivencia institucionalizada, así nos indica su burla por el matrimonio en cuentos como  «Ester Primavera», «El Jorobadito», «Noche terrible» y «Una tarde de domingo». Vemos así cómo se manifiesta el narrador de «El Jorobadito» (uno de los cuentos más geniales de Arlt)  cuando la señora X (su futura suegra) le indica la conveniencia de contraer matrimonio con su hija  —... cuando la señora X pronunciaba estas palabras, me miraba fijamente para descubrir si en un parpadeo ... se revelaba mi intención de no cumplir con el compromiso ...—. 

        En este excepcional relato Arlt despliega su imaginario y proyecta con auténtica magia narrativa su universo creativo, con un despliegue exagerado de sustantivación  y adjetivación despectiva y humillante: —leprosas paredes—,  —insigne piojoso— o  —asqueroso aburrimiento—. Es el caso de «Las fieras», donde la realidad se hiperboliza (— ...mujeres con labios perforados de chancros sifilíticos ...—), el hombre se preocupa en ser cada vez más malévolo —por aburrimiento o angustia—: la prostitución, la violación, la pedofilia, el asesinato, un submundo marginal que lleva al ser humano a sentir incapacidad de interrelación y a disfrutar con la iniquidad de un comportamiento brutal que a la vez subraya la ruina de un sistema vejatorio. 

        La «urbanidad» es observada desde la «realidad» de un mugriento «boliche», de dentro hacia fuera: — ... mientras tras el espesor de la vidriera que da a la calle pasan mujeres honradas del brazo de hombres honrados—. Por eso tal vez nos condena con «La Luna roja», donde su castigo apocalíptico nos remite a «La estatua de sal» o  «La lluvia de fuego» de Leopoldo Lugones, aunque el discurso de Arlt no se revista de símbolos modernistas. 

        Por último, en «Pequeños propietarios»  es todo execrable, vulgar, maligno. La fisonomía de sus personajes, provoca que sean aún más aborrecibles, aunque peor es su envergadura moral  —la venganza es el detonante— . Seres anémicos con trazos plausibles, reconocemos el resentimiento y la sordidez que reseca las entrañas del soñador de burgués esclavizado por poseer objetos. Son antihéroes, entendidos como sujetos con una configuración sociológica, moral y económica en términos de degradación.

        El antihéroe arltiano, en definitiva, concentra la angustia y frustración de un hombre estigmatizado por la sociedad en crisis en la que vive.

 

SOBRE AGUAFUERTES ESPAÑOLAS (1936)

De su traslado de un año (1935-1936) a España y Marruecos, se recogen 23 «aguafuertes» de Roberto Arlt en una notable línea uniforme de narrador de viajes. 

        A pesar de ser literatura de encargo, se opera una transformación en su obra, debido sin duda a la experiencia personal vivida en estos países. Con las Aguafuertes españolas Arlt se despoja del diálogo interior para narrarnos la emoción de su encuentro con una civilización ancestral, haciendo aceptables las historias que nos narra. Tanto en Marruecos como en el Sur de España (Cádiz y Granada) el escritor argentino se estremece ante la figura del hombre esclavizado. Pasa a ser un observador complaciente de esa otra realidad desconocida para él. 

        Algunos de los temas que más sobrecogen a Arlt son el papel de la mujer en la sociedad, la explotación infantil, («Noviazgo moro en Marruecos en el año 1935»«El trabajo de los niños y la mujeres») o la oralidad en «El narrador de cuentos», uno de sus textos más acertados en el que a través de la transmisión oral y la dramatización del personaje, el arte se magnifica, la atmósfera que crea forma parte de ese embrujo que transformará la ideología literaria de Arlt, el arte de contar, endulzando así la sensación amarga que no dejó en, por ejemplo «El escritor fracasado». 

        El lenguaje que utiliza es irónico y distante —... El árabe, aunque esté cargado de piojos, es un dechado de cortesía—, —Toda esta canalla, persistente, pegajosa, hediendo a manteca rancia, forma un círculo implacable, en torno a la mesa del turista—  transmitiéndonos el engaño (la venta de carteras supuestamente autóctonas —marroquíes— fabricadas en Barcelona), lo atávico y misterioso (venta de anillos para el mal de ojo) para acabar contrastando Oriente y Occidente. —Es como si se encontrara en un sanatorio de bestialidad profunda que le curara de esa larga y terrible enfermedad que se llama civilización—. El hombre civilizado ha destruido lo que de mágico se halla en nuestros ancestros y esa tristeza infinita la manifiesta Arlt en «Salida de Tetuán»: —¡Irse de Tetuán! ... de la ciudad de la luna. De la ciudad de los mil colores, de las catacumbas celestes ...— 

        El escritor porteño es un inquieto contemplador, un cronista amable, pero comprometido, el tiempo adquiere otra expresión debido a la mixtura de elementos externos que le seducen, convirtiendo a la Edad Media es un referente permanente en sus crónicas. Aunque España es tratada con menos afecto que Marruecos —...Hay algo fundamentalmente repulsivo en este arte alfeñicado, afeminado, estilizado que ha llegado a su pináculo de decadencia y estilización en la Alhambra de Granada—, conduce su mirada exhaustivamente por las costumbres (Semana Santa en Sevilla, en el que explica cada detalle de los preparativos), la cultura (Literatura, Arquitectura, Música ....) y la sicología en general del pueblo español, aunque a veces el tratamiento se quede en la superficie y nos muestre solo un retrato poco afortunado de sus personajes (se ocupa especialmente de los gitanos del Sacromonte), a los que trata como «seres simétricos».  Nuestro cronista no inventa relatos, le son contados y vividos pero a veces —es obvio—, con una visión poco clara, exagerada y romántica de una sociedad que re-conoce a retazos de tiempo.