Ricardo Piglia | M. Wong

            El camino de Ida[1] : El terror en la «ficción paranoica» pigliana


Por Mario Wong

Escritor peruano, París, Francia


A miamigo, el escritor «negro», Goran Tocilovac

Y aMichal W., siempre

 

«Sunombre era una acción, la ida, el viaje sin retorno, señala a quien se va. 

Ytambién a la muchacha rara («esta ida» o «es medio ida».

Además se llamaba comomi madre…»

 

«¿Cómove la sociedad al sujeto privado? Bajo la forma de un complot destinado adestruirlo,

oen otras palabras: la conspiración y la paranoia están ligadas a la percepción

queun individuo diseña en torno a lo social…»[*] 

R.Piglia 


En esta última novela,del escritor argentino Ricardo Piglia, se «escenifican» [2] las formas siniestrasque asume el mal, el recurso individual, extremo, del terror y de lapersecución política en la sociedad tecnológica más avanzada del planeta. Alconcentrarse en la muerte «accidental» de Ida Brown, -una brillanteintelectual, dentro del mundo académico norteamericano; crítica acerba, en esaguerra sin cuartel «contra las células derridianas que controlaban losdepartamentos de Literatura en el Este y, sobre todo, contra el comité centralde la deconstrucción en Yale…» [3]-, y en la búsqueda dela verdad, de lo que realmente ocurrió, Elcamino de Ida hurga en lo que resulta inexplicable, aparentemente: el terrorpolítico. Pero, ¿qué podemos saber, más allá de la persistencia en la búsqueda,en la novela policial como género «ficcional paranoico»? Aquí, Emilio Renzi(personaje tradicional en toda la obra narrativa y ensayística de Piglia), quiense halla de «visiting professor en laelitista y exclusiva Taylor University», cuando ocurre la muerte de Ida, con lacual ha tenido una corta, pero intensa, relación amorosa, se ve involucrado ysigue los pormenores de este extraño caso. Así, a través del relato de este personajepigliano, la «ficción paranoica» expresa la tensión entre la ley y la verdad,que implica una nueva forma de búsqueda de la verdad [4]; y el deseo seconvierte, en esta novela, en un componente explícito de la trama, como que es,«el excedente de goce que surge -según Antonio Palao- entre el deber y el deseolo que genera la violencia de la trama.» [5]

 

1.-De la vida y obra de W.H.Hudson y del ascetismo utópico 

     Emilio Renzi dicta un seminario sobre W.H.Hudson en la Taylor University;escribía, él, un libro sobre este escritor nacido en Buenos Aires en 1834, depadres norteamericanos, que pasó una buena parte de su vida en la pampaargentina (partió a Inglaterra en 1874, donde vivió hasta su muerte, en 1922).Fue Ida Brown -que trabajaba sobre las relaciones de Conrad con Hudson; era esesu campo de estudio (y a él no leconvenía entrar ahí)-, quien lo llamó. Cito: «Edward Gardner, el editor quehabía descubierto a Conrad, también había publicado los libros de Hudson. Deese modo los dos escritores se habían conocido y se habían hecho amigos; eranlos mejores prosistas ingleses de finales del siglo XX y los dos habían nacidoen países exóticos y lejanos. Ida estaba interesada en la tradición de los quese oponían al capitalismo. Los populistas rusos, la beat generation, los hippies y ahora los ecologistas habíanretomado el mito de la vida natural y la comuna campesina. Hudson, según Ida,le había agregado a esa utopía medio adolescente su interés por los animales…Pero, bien, en definitiva, ¿qué pensaba hacer yo en mis clases? Le expliqué elplan del seminario y la conversación siguió ese curso sin mayores sobresaltos.»[6]  Hudson, como Conrad,era un hombre escindido entre dos tradiciones, con una pertenencia que loligaba a dos idiomas; «como Kipling y también como Doris Lessing o V.S.Naipaul, Hudson había nacido en un territorio perdido que se convirtió en elcentro lejano de su literatura. Eran narradores que integraban en sus obras laexperiencia del mundo no europeo…» [7] La novela muestra desdeel inicio -y esto es importante en el desarrollo de la trama- el interés de IdaBrown y Renzi, sobre todo de ella, por la obra de Conrad, escritor éste deorigen polaco.

     Y de las notas sobre Hudson que Renzitomaba en la biblioteca de la universidad, cito: « Hudson recordaba connostalgia el tiempo en que hizo vida de soldado en la Guardia Nacional y participó enlos ejercicios militares y las maniobras de 1854 cerca del río Colorado en la Patagonia. «En elservicio militar aprendí mucho con la tropa sobre la vida del gaucho soldado,sin mujeres ni descanso, y aprendí de los indios a dormir tendido sobre el lomodel caballo.»

     «ACrystal Age, la novela de Hudson, recreaba esa áspera ilusión ascética enun mundo situado en un futuro lejano. «La pasión sexual es el pensamientocentral de mi novela», decía Hudson en una carta, «la idea de que no habrádescanso ni paz perpetua, hasta que se haya extinguido esa furia. Podemossostener que mejoramos moral y espiritualmente, pero encuentro que no haycambios, ni ninguna merma en la violencia de la furia sexual que nos aflige.Ardemos hoy con tanta intensidad como lo hacíamos hace diez mil años. Podemosesperar un tiempo en el que ya no existan los pobres, pero nunca veremos el finde la prostitución.» [8] 

     En la clase del seminario John III, uno delos estudiantes, hizo una presentación sobre A Crystal Age: «En la novela de Hudson, la utopía, según él,consistía justamente en un mundo cristalino, neutro, desexualizado, una réplicade la vida en el paraíso terrenal donde la diferencia sexual y el deseo notenían lugar. John III acotó que las utopías no sabían qué hacer con loscuerpos, tendían a un mundo sin deseo porque la pulsión sexual operabaindependientemente de las necesidades y los intereses colectivos, sin tener encuenta la igualdad y a menudo a expensas de ella. El goce no se puedesocializar y no respeta la equivalencia, dijo John III. Escapa a la lógicaeconómica. Por eso las utopías tienden a negar directamente la sexualidad,porque no pueden reglamentarla democráticamente. Habían siempre utopíassexuales pero eran siempre arrogantes y despóticas…» [9]

     Raquel, otra estudiante, «de inmediatoasoció esa situación de ascetismo con el despojamiento de los bienes y leyó unacarta de Hudson de 1884: «No comparto sus sentimientos acerca de la posesióncontinuada y de tener sus cosas consigo. Si me traen una taza y un platito parareemplazar los rotos me lamento. Cuanto menos esté atado a cualquier lugar ycuantas menos cosas posea, tanto más libre y ligero me siento. Pienso esaligereza conectada con mi estilo: busco la misma desposesión y la mismaclaridad.»

     «Despojarse de toda propiedad, olvidar elcuerpo; los grandes profetas -bastaba pensar en Tolstói- elegían una vida depobreza, de ascetismo y de no violencia. Invertían el régimen de signos de lasociedad; concluyó ella, remitiendo sin decirlo a sus lecturas francesas.» [10] Ese camino ha sido elde Mahatma Gandhi. 

 

2.- Seguimiento del«caso Ida Brown»: ¿culpable de terrorismo o accidente? 

     «La noticia me atontó. Sólo podía ver eltic en la cara de Don. Un parpadeo nervioso que alteraba su aire impasible. Unleve temblor idiota en el párpado del ojo derecho. La irrealidad está hecha dedetalles y, mientras trataba de disimular mi conmoción, oía como una música ellento devenir de los datos y las precisiones inútiles que acompañan siempre loque no se puede aceptar. En el asiento del coche, a un costado, había variascartas sin abrir. ¿Iba alguien más con ella? ¿Alguien la había atacado y luegohuyo? ¿O sufrió un desmayo y perdió el control del auto? El accidente habíasucedido a las 19:00 pm del jueves 14 de marzo, su reloj estaba parado a esahora…» Don D’Amato -el director del Departamento de Modern Culture and Films-,quien les dio a los profesores la noticia, agrega que: «Los diarios y latelevisión de la tarde difundirían la noticia, un escándalo era inevitable…»[11] En páginas posteriores,Renzi cuenta, y rememora: «Había que seguir adelante, tenía que llorar aescondidas, borrar la sucesión circular de imágenes: el auto de Ida separadopor las cintas amarillas de seguridad en la esquina de Bayard Lane, cerca delparedón de Palmer House, que había visto en la televisión. El modo que teníaella de entrar en un cuarto; el gesto liviano de abrir el impermeable paramostrarme cómo se había vestido esa noche. Tenía que dejar de pensar, habíapensado, y empecé a traducir el poema de Robert Frost, a ver si el ritmo de losversos me permitía respirar mejor. Frostera helada, la escarcha, el frío en los huesos, frío como una… Dust of snow, copo de nieve, o cristalde nieve… Polvo de nieve. The way a crow, el modo, la forma en queel cuervo, El modo en que un cuervo / Shookdown on me, hizo caer en mí, sacudió sobre mí / The dust of snow…»[12]. No era el cuervodel famoso poema «Never more», de Edgard Allan Poe, ha dicho antes Piglia, através de Renzi, su «alter ego». En la novela se plantean los problemas de latraducción textual; pero, están muy presentes también, pienso, las sensacionesque produce el consumo de cocaína. Disgresión: La dolencia que el Dr. Ahrest,un médico de Buenos Aires, le ha detectado a Emilio Renzi, la «cristalizaciónarborescente» (p. 26-27), podría ser objeto de un ensayo sobre el alcohol, lacocaína, el insomnio y la «ficción paranoica» pigliana.

     El agente especial Menéndez del FBI y elinspector O’Connor del Departamento Central de Policía, en Trenton, sepresentan al «doctor Rinzai»-dijo elsegundo, anglicizando la pronunciación de su apellido. Cito: «Estabanrecolectando información sobre un accidente que preocupaba a las autoridadesporque no había habido testigos directos. Había sido una muerte violenta y nodescartaban ninguna hipótesis. Me mostraron una foto del auto. Enseguida me dicuenta de que la noción de accidente era demasiado amplia y que los policíastenían una hipótesis más conspirativa del asunto. De manera implícita estabandiciendo que podía ser un suicidio o un asesinato…» [13] Aquí, en lo no dichoy en lo implícito se asienta la «ficción paranoica» pigliana; la «hipótesisconspirativa» tiene que ver con el secreto más que con el enigma[14].

     De los informes que le proporciona RalphParker, un investigador, private eyeso «private shit», que Renzi ha contratado, cito seguido lo que nos trasmiteéste: «Ida había sido una clásica estudiante rebelde en sus años en Berkeley,coqueteaba con los Black Panther, visitó en la cárcel a los Macheterospuertorriqueños, pero no había evidencias de actividades clandestinas. Eso parael FBI podía ser una prueba de que si formaba parte de un grupo anarquista querealizaba acciones ilegales, dijo Parker. Claro, que no haya evidencias puedeser ya una evidencia, le dije. Los terroristas, dijo Parker, hacen una vida másnormal que todos los hombres normales que piensan en ellos como visiblesmonstruos sanguinarios. En resumen, agregó, Ida Brown puede ser culpable opuede ser víctima y el FBI prefiere hacer de cuenta que no ha sucedido nadapara sorprender al agresor o al cómplice. Quizá pertenece (sic) a la periferiade apoyo de la presunta organización terrorista y murió al manipular la bombaque pensaba enviar (incluso sin saber que era una bomba). También podía ser unaccidente, había evidencias de que…» [15] El objetivo de lainvestigación del FBI sobre Ida Brown es la caza de «Recycler» -el autor de losatentados mortíferos contra científicos y otras personalidades de los centrostecnológicos de la investigación de punta: «…el FBI básicamente sostenía lahipótesis de un accidente. La investigación sobre Ida estaba en stand by ydependía de los datos que se pudieran encontrar a medida que se estrechaba elcerco contra Recycler. Si es que se estrechaba.»[16]; y, en la siguientepágina: «…Menéndez mantenía la orden de controlar al máximo la información. ElFBI quiere una publicidad controlada en este asunto: hay contrainformación yfiltraciones deliberadas porque no quieren darle a los autores la notoriedadque están buscando. (The FBI had maintained a low profile. Itkept secret the fact that it was investigating a serial bomber, reasoning thatthe less the public knew, the easiers its job.) ». 

 

3.-«Recycler»: ascetismosexual y terror; la traición del hermano 

     Laparte III de la novela, «En nombre de Conrad», comienza así: «Se llamaba ThomasMunk, tenía cincuenta años y era un matemático formado en Harvard, hijo de unafamilia de inmigrantes polacos. No tenía antecedentes, no se le conocíanconexiones políticas. Lo habían detenido en una región boscosa en las sierrasde Montana. Vivía aislado, en una rudimentaria cabaña de seis metros cuadradosque él mismo se había construido, sin luz, sin agua corriente y sin teléfono, atreinta millas del pueblo más cercano, al borde de la Route 223.» [17]

     Como en su antepenúltima novela, Blanco Nocturno [18], donde Luca Belladonaes traicionado por su hermano Lucio, aquí el FBI logra atrapar a «Recycler»porque su hermano los informa. Cito: «El sheriff se acercó a la cabaña y llamóa la puerta con dos golpes tranquilos, como hacía siempre. Cuando Thomas Munkabrió la puerta, ahí se arremolinó la patota y lo redujo, mientras Menéndezentraba triunfal. Desde el piso donde lo habían arrojado los federales que losujetaban, Tom alzó la cabeza.

«-¿Cómo me encontraron?-dijo.

«-Fue tu hermano -dijoMenéndez para ablandarlo.

«-De modo que no fueusted.

«Talpara cual, dijo Parker. Cada uno el mejor en su estilo.»[19]

     Inmediatamente los media difunden la noticia, y en el centro del debate surge lapregunta «¿cómo es posible? ¿Cómo pudo suceder? Ya no se trataba de latradición norteamericana del asesino solitario que en un acto sorpresivo entraen…, o del chico de secundaria que mata a quien… Ni siquiera del empleado delsupermercado que fue dejado cesante y ya que no puede…, sube a una torre y mataa todos en una suerte de violencia política privada. Esos hechos abundan en lahistoria de una sociedad que ha hecho del individualismo y la despolitizaciónsu bandera. En este caso se trataba de un hombre de la élite que durante añosse dedicó sistemáticamente a realizar actos violentos y eludió la máquina depersecución nacional del FBI por motivos que no eran personales sino políticose ideológicos.

     «Actuaba solo, era un self-made man, expresaba los valores de su cultura, era un norteamericanopuro, pero su vida personal no expresaba el éxito sino el fracaso del sistema.Que nadie más que él tuviera el secreto de sus actos, que en años y años no sehubiera confiado a nadie era lo más extraordinario pero también lo másnorteamericano de toda la historia. Quienes lo habían conocido estabansorprendidos y alarmados y algunos rechazaban la posibilidad de que el mismohombre sereno al que habían frecuentado se hubiese convertido en un terroristay en un asesino.» [20]

     Nina, la vecina de origen ruso de Renzi,mira con él ABC News, donde ven porprimera vez a Thomas Munk: «Lo trasladaban de la prisión a los tribunales ybajó de la camioneta de la policía, vestido con un mameluco anaranjado, la carahirsuta por la confusa barba roja pero con una sonrisa en los labios. Parecíaun salvaje, el hombre de los bosques, y cuando vio la cámara levantó las manosesposadas con un puño cerrado como si fuera un saludo victorioso. Tenía lostobillos encadenados y se movía con torpeza mientras entraba en el juzgado enJefferson, donde se…

     «El emboscado, dijo Nina. Aislado delmundo. Peleando solo. Difícil encontrar algo parecido en la historia política.Vivió casi veinte años como un Robinson sosteniendo su guerra solitaria contrael capitalismo mundial. En la cabaña encontraron un Diario, escrito en parte en español y en parte codificado, donderegistraba su vida y anotaba en detalle sus atentados.» [21]. A través de estainmigrante rusa, amiga de Renzi, Piglia nos da cuenta del terror stalinista yla paranoia maccartista durante la «guerra fría»; también Renzi, comoargentino, a lo largo de la novela expresa las condiciones, en que se dio, ylos efectos (en el comportamiento) paranoicos durante la dictadura de losmilitares en su país. La conspiración y la paranoia están, pues, ligadas, en laficción pigliana, a la percepción que los individuos diseñan en torno a lossocial [22]. Sin embargo, no esla realidad (como lo veremos en la parte que sigue de este artículo) lo queexplica la obra narrativa pigliana, sino que, a la inversa, es la ficción comogénero policial paranoico lo que permite entender la realidad[23]; la «ficciónparanoica» se construye, siempre, en torno a un «punto ciego» que encierra todotexto, y así permite dar cuenta, también, del texto secreto, oculto, queencierra lo real.

 

4.-Del «Manifiesto» y,también, de Ida y de la novela El agentesecreto, de Conrad 

     Los atentados de Thomas Munk, «Recycler»habían tenido por blanco a scholarsde prestigio, científicos especializados en biología o en lógica matemática.Ida Brown «parecía estar fuera de ese target[24] A estos actosterroristas había seguido el «Manifiesto» de Munk; la acción había sido loprimero, después vinieron las palabras. Con respecto a su prédica anti-sistemacito in extesium: «El capitalismo, ensu expansión tecnológica, no se detiene ante ningún límite: ni biológico, niético, ni económico ni social. El desarrollo ha sido de tal magnitud que haafectado radicalmente las certidumbres emocionales y hoy la sociedad enfrentasu última frontera: su borde -su no man’sland- lo que Recycler llamaba «la frontera psíquica».

     «El sistema capitalista había hecho suya laconsigna del hombre nuevo de ErnestoGuevara y de Mao Tse-tung. Las investigaciones genéticas, los experimentos enbiología molecular y ciencias cognitivas, la posibilidad de clonación y deinseminación artificial avanzan en la línea de traspasar ese nuevo límite. Loscientíficos eran los «ingenieros del alma» de los que hablaba Stalin: el nuevohombre, el ciudadano ideal, es el adicto sin convicciones ni principios quesólo aspira a obtener su dosis de la mercancía anhelada. La sociedadtecnológica satisface a los sujetos: los entretiene y los ahoga en un océano deinformación rápida y múltiple.

     «No había opciones para oponerle a lacorporación capitalista. El Manifiestono postulaba una alternativa pero llamaba la atención sobre un mundo sinsalida. «El capital», concluía, «ha logrado -como Dios- imponer la creencia ensu omnipotencia y su eternidad; somos capaces de aceptar el fin del mundo peronadie parece capaz de concebir el fin del capitalismo. Hemos terminado porconfundir el sistema capitalista con el sistema solar. Nosotros, como Prometeo,estamos dispuestos a aceptar el desafío y asaltar el sol.» [25] Así, con esa «metáforaprometeíca», terminaba el «Manifiesto», del que, en el capítulo 8 de la novela,«Renzi-Piglia» nos da apenas una breve síntesis.

     Trataré de precisar, lo más brevemente,los vínculos de Ida Brown, «Recycler» y la obra del escritor Joseph Conrad, másallá del origen polaco de estos dos últimos y de lo que aquí, en esta últimanovela de R. Piglia es muy importante, las «tradiciones escindidas». Ida Brown,poco antes de su muerte, le da Renzi algunos folletos y la novela El agente secreto, de Conrad, con laspáginas subrayadas, pero él la tenía olvidada en un estante de su oficina y laredescubre: «…una tarde cuando estaba por irme, al apagar la luz alta -cuentaRenzi-, el resplandor del foco del pasillo se reflejó en la cubierta roja y enel óvalo amarillo de la edición de Penguin Classics de la novela de JosephConrad The Secret Agent. Había estadoahí, invisible de tan nítida en un estante bajo, y no la habría visto si nohubiera sido por la milimétrica conjunción que permitió el reflejo de luz en elbrillo de la tapa. Ida la había utilizado en un seminario y me lo (sic) habíadejado aquella noche fatídica.»[26] ¿Por qué ella lehabía dejado este libro? A Renzi se le suscitan los recuerdos del momento enque Ida se lo entregó. Quizá quiso decirle algo sobre el libro -piensa Renzi-,«pero yo la interrumpí con la inminencia de la cita de la noche (Hotel Hyatt).Oh, la urgencia de la pasión, se vive siempre en presente… Se alejó por elpasillo hacia el ascensor y me quedé ahi con la novela de Conrad y unosfolletos en la mano. No parecía haber una intención deliberada, pero los hechostrágicos vuelven significativo cualquier detalle… Ida había enseñado El agente secreto en la primera quincenade marzo, el jueves 7, una semana antes del día terrible y atroz. Era un signo,era una señal, cada uno encuentra su oráculo en la encrucijada del camino quele toca.» [27] Renzi había leido esa novela hacía ya muchos años, «pero ahora fueron lasseñales de Ida las que me llevaron a leerla con pasión, como quien sigue en unmapa nuevos recorridos de una ciudad que ya conoce. Subrayada por ella parecíaotra novela, y parecía también un mensaje personal…, y fui leyendo las marcas¡como si estuviera leyendo con ella» [28] Y páginas siguientes,al comienzo de otro párrafo: «Guiada por Ida, la novela de Conrad revelaba unaintriga a la vez evidente y subterránea.»-nos dice él. Aparece el Profesor (unpersonaje secundario en la novela de Conrad, pero que se convierte en el centrode la acción), un revolucionario profesional que se une a un grupo anarquistapara dirigirlo en sus actos; «era un rebelde, estaba al servicio de la Idea y la Causa. Vivía en la subversiónde los valores, como el eremita vive en sus visiones místicas, y había hecho desu aislamiento la condición de la eficacia política. «Tengo el coraje detrabajar solo, muy solo, absolutamente solo. He trabajado solo durante años.»Ida había subrayado la frase con una línea ondulada; en su lectura «loconvertía en el centro de interés: Laconvicción (había escrito con su letra de pájaro en el blanco superior dela página).» [29]

    «Piglia-Renzi» reproduce la página 35, in English, de la novela de Conrad,subrayada por Ida Brown; cito un fragmento: «... The sensibilities of the class you are attacking aresoon blunted. Property seems to them an indestructibly thing. You can’t count uppon their emotions either of pityor fear for very long. A bomb outrage to have any influence on publicopinion now must go beyond the intetion of vengeance or terrorism. It must bepurely destructive. It must be that, and only that, beyond the faitestsuspicion of any other objet…»

     «Luego, más adelante-nos dice Renzi-, otra vez el mismo subrayado hacía ver la teoría que sosteníala acción directa; no había que proponer una futura sociedad perfecta, no habíaque contemporizar con las esperanzas de las almas bellas; los pobres, loshumillados y los tristes no eran el pretexto de acción de los que quieren sercomprendidos -y aceptados- por el sistema; no había nada que pedir, había queatacar directamente el centro de poder con un mensaje nítido y enigmático. «Nadiepuede decir qué forma podría asumir en el futuro la organización social. Porqué complacerse entonces en fantasías proféticas.» (Conrad) Y los dos párrafosque siguen: «… Los fragmentos que Ida iba enlazando en la novela formaban untejido que dejaba ver -a trasluz- la figura de Munk; no la verdad, sólo laconexión entre dos incógnitas que, puestas uno junto a la otra, producían unarevelación. ¡Me entregó el libro antes de ser asesinada! ¿Era un aviso?¿Entonces ella sabía? ¿Estaba en peligro?

     «… Comprendí lo que Ida estaba señalando: era una telaraña, una red, elhilo de Ariadna; entonces fui aislando las frases subrayadas.» [30] Aquí Piglia escompletamente borgiano; como que también este autor, de la prolífica (yproliferante) literatura rioplatense, es uno de los precursores más brillantes dela «ficción paranoica» [31].

 

5.- Sobre la«transficcionalidad paranoica»: ¿Quiénmató a Ida Brown?

     Emilio Renzi es quien prosigue la investigaciónsobre el «caso Ida Brown»; entrevista en la prisión a Thomas Munk, «Recycler»,casi al final de la novela, y expone la «hipótesis de la carta» que le habíaenviado Ida Brown, cuando la lectura de TheAgent Secret le habría permitido descubrirlo como el autor de la serie deatentados. Cito: «… El FBI entrevió alguna relación entre la novela y susacciones pero no pudo avanzar. Un libro en si mismo, aislado no significa nada.Hacía falta un lector capaz de establecer el nexo y reponer el contexto. Lossubrayados son nítidos, las fechas coinciden. Ella enseñó la novela en laprimera semana de marzo. Por lo tanto debió enviar la carta antes del trece,porque ese día me dejó el libro, se lo olvidó, digamos, o me usó a mí decontrol… por si le pasaba algo. -Se había reanimado y me miraba atento-. Nosé qué le diría ella en la carta, pero por lo poco que la conocí puedo asegurarque no iba a delatarlo sin avisarle antes, sin decirle que lo había descubiertoe incluso sin proponerle que escapara, que dejara de hacer lo que hacía.

     «Tardó en contestar.

      «-No recibo cartas desde hace meses y lasque recibo, las rompo sin leerlas.

      «Había sin embargo algunos puntos ciegos.Yo estaba convencido de que la muerte de Ida no había sido un accidente…» [32]

     Y al inició del acápite 3, del capítulo12, avanzando algunas páginas: «Cuando volví al hotel las palabras de Munksonaban todavía en mis oídos. Fue la muerte accidental de Ida lo que lo hizoromper el silencio y enviar el Manifiestoque lo llevó a la ruina. ¿Fueasí? No me dio explicaciones. «Somos varios», había dicho. Erauna frase ambigua que sólo podía ser comprendida si uno conocía sus ideas…» [33]

     Pienso que en esta parte de la novela, yaquí concluyo, hay un verdadero «punto ciego»; antes que aceptar la «solución»,de Renzi, del accidente y de que el «caso Ida Brown» queda cerrado, el enfoquepigliano de los puntos ciegos[34] permitiría plantear una situación deindecibilidad, la cual basándonos en la transficcionalidad [35] haría posibleformulat otro escenario: que ella formaba parte de la misma «red» de ThomasMunk, «Recycler», y habría sido eliminada por…, haciendo aparecer su muertecomo un accidente; hay más de un indicio en la novela (su comportamiento, loque busca el FBI en la cabaña de Munk cuando lo capturan, la eliminación deopositores al…); ¿podría haber sido, también, ella la autora de el Manifiesto? Esto, visto que Munk expresaque: «Nunca hay que explicar lo que uno hace y nunca hay que justificarse!» [36],y que si el fue capturado, se debió aque su hermano lo traicionó, no a que élpublicase algo (pese a que en la novela se diga que, su hemano Peter, al leerel Manifiesto, p. 209, lo«identifica» por un refrán –You can’t eatyour cake and have it too, que se repetía dos veces; evicentemente, éltenía miedo a ser comprometido): «-Mi hermano, por ejemplo -le dice Munk aRenzi-, es peor que mi lora Daisy, ella por lo menos no sabe lo que dice. Ledieron un millón de dólares de recompensay le juraron que no iban a colgarmede un árbol.»[37] Así, esta autre scène du crime, también muy pigliana, sería talvez mucho más consitentecon la novela de Conrad mencionada. Dejo todo esto de la «transficcionalidadparanoica» para un posterior ensayo sobre los posibles «abusos» en lasmodalidades de lectura. 


 

                 [*] Ricardo Piglia, «De latragedia a la conspiración. Entrevista con Mauricio Montiel Figueiras», La Nación,Buenos Aires, 18/5/2003.

[1] Ricardo Piglia, El camino de Ida, Barcelona, Ed. Anagrama, 2013.

[2] En el sentido de Bernard Sechère, « El mal en el presente»; inHistorias del Mal, Barcelona, Gedisa, 1996. Ver Sonia Mattalia. Cito: «La impecable tersura de las historias del relato policial de enigma, se desbarata en la novela negra: las imágenes de una poliforme violencia, la descripción escatológica del crimen, la vulnerabilidad del investigador, el despliegue de desordenadas pasiones, convierten a la novela negra en una escenificación de las formas más siniestras del mal contemporáneo (Sechère, 229-235); «La ficción paranoica: el enigma de las palabras», in: Daniel Mesa Gancedo (Coord.), Ricardo Piglia. La escritura y el arte nuevo de la sospecha, Sevilla, Secretariado de Publicaciones de La Univ. de Sevilla, 2006, p. 114.

[3] R. Piglia, Ob. Cit., p. 19

[4] S. Mattalia escribe que: «De hecho la consideración de Piglia del detective como «el último intelectual», cuya emergencia hace evidente el declive de las figuras del pensamiento «puro» -el filósofo clásico o el científico- implica una tensión entre la ley y la verdad.»; ensayo cit., en la Ob; Cit., p. 117.

[5] A. Palao, «La inquietante cercanía del enigma. Amor y Verdad en la trama policíaca», Archivos de la Filmoteca, 17 (1994), p. 77-91; ver S. Mattalia, p. 114.

[6] R. Piglia, Ob. Cit., p. 20

[7] Ob. Cit., p. 36-37

[8]  Ob. Cit., p. 26-27

[9] Ob. Cit., p. 70

[10] Ob. Cit. p. 70-71

[11] Ob. Cit., p. 76-77

[12] Ob. Cit., p. 90-91. Y más adelante, cito: «…No era el cuervo de Poe, era el cuervo de Frost. No se le puede dar sentido al sufrimiento pero las rimas y la escanción tranquila de los versos que empecé a recordar me permitieron volver a respirar con calma. The way a crow / Shook down on me / The dust of snow / From a hemlock tree // Has given my heart / A change of mood / And saved some part / Of a day I had rued. No podía pensar en ella con palabra propias. La nieve / Le infundió a mi corazón / Un nuevo ánimo.» (p. 82-83)

 [13] Ob. Cit., p. 78-79.

[14] «Lo no dicho puede tener relación con el “secreto” más que con el «enigma»: mientras que éste puede descifrarse por oculto que sea, aquel sigue escondido, no depende de la interpretación. «No se trata de un elemento ambiguo que el crítico atribuye al funcionamiento de la literatura, que siempre es polivalente y abierto, sino que el relato está construido sobre un punto ciego a partir del cual es muy difícil estabilizarlo.» (R. Piglia, Crítica y ficción, Barcelona, Anagrama, 2001Ob. Cit., p. 210)». Ver Rosa Pellicer, «Ricardo Piglia y el relato del crimen»; in: Daniel Mesa Gancedo (Coord.), Ricardo Piglia. La escritura y el arte nuevo de la sospecha, Sevilla, Secretariado de Publicaciones Univ. de Sevilla, 2006, p. 96-97.

[15] Ob. Cit., p. 130-131. Casi al comienzo de la novela, p. 30: «El navegador conectaba los archivos con los que Parker estaba relacionado y la información llegaba instantáneamente. Ya no salimos a la calle, los privates eyes, dijo. Lo que se nunca está ahí. Una de las pantallas estaba conectada con un galpón en el muelle, y al mover el cursor se podía entrar en el edificio y ver a unos hombres sentados a una mesa y escuchar lo que decían. Parker apagó el sonido y dejó la imagen, que fluía como en un sueño. Los hombres reían y tomaban cerveza y en una de las tomas me pareció ver un arma. Tampoco hay ya detectives privados en sentido específico, dijo después, no hay nadie privado que investigue los crímenes. Eso funciona en el cine, en las series de televisión, pero no en la vida. El mundo verdadero es tenebroso, psicótico, corporativo, ilógico…»

[16]  Ob. Cit., p. 131.

[17] Ob. Cit., p. 179.

[18] R. Piglia, Blanco Nocturno, Caracas, Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2011.

[19] Ob. Cit., p. 212.

[20] Ob. Cit., p. 213-214.

[21] Ob. Cit., p. 214.

[22] «… El complot, entonces, ha sustituido a la noción trágica de destino… Estos serían los dos polos de la ficción paranoica: por una parte, es el estado del género policial; por otra, la manera en que la literatura nos dice cómo el sujeto privado lee lo político, lo social.» (R. Piglia, «De la tragedia a la conspiración. Entrevista con Mauricio Montiel Figueiras.» La Nación, Buenos Aires, 18/5/2003; citación de S. Mattalia, Ob. Cit., p. 111-112).

[23] «Fue Thomas Munk quien llevó a cabo este credo (la referencia de Piglia es, y aquí me adelanto, una de las novelas de Conrad). ¿No es notable que una serie de acontecimientos y el carácter de un individuo concreto se puedan describir transcribiendo el fragmento de una obra literaría? No era la realidad lo que permitía comprender una novela, era una novela la que daba a entender una realidad que durante años había sido incomprensible.» (p. 231) Pero, «Piglia-Renzi» considera que hay «algo solitario y perverso en la abstracción de la lectura de libros», que en el caso de Munk «se había transformado en un plan de vida.» (Ibid.). Siguen disgresiones sobre el «bovarismo» y la personalidad imaginaria (de las «lecturas bovaristas » en la izquierda latinoamericana) y, también, sobre el «quijotismo» en la lectura y el radicalismo de Munk: «Era una suerte de Quijote que primero lee furiosa e hipnóticamente las novelas y luego sale a vivirlas. Pero, era incluso más radical, porque sus acciones no eran sólo palabras, como en el Quijote (y además Cervantes había tomado la precaución de que no matar a nadie, el pobre cristo), sino que se habían convertido en acontecimientos reales.» (p. 232-233).

[24] R. Piglia, Ob. Cit., p. 118.

[25] Ob. Cit., p. 150-160.

[26] Ob. Cit., p. 223.

[27] Ob. Cit., p. 224-225.

[28]  p. 225.

[29] p. 227.

[30] p. 228-229.

[31] J. L. Borges, «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius» y «El jardín de senderos que se bifurcan»; ver sus Ficciones y El Aleph.

[32] R. Piglia, Ob. Cit., p. 280-281.

[33] Ob. Cit., p. 284.

[34] Aquí, el lector tiene un rol que jugar, como piensa R. Pellicer: «Si un descubrimiento es la asociación inesperada entre dos hechos aislados, dos ideas que producen algo nuevo, o de la conexión entre dos textos, es lógico que el lector se convierta, entonces, en el descifrador del discurso para restituir el relato oculto, ya que la novela se presenta como una búsqueda narrativa que necesita un lector-detective que ponga en relación las pistas diseminadas en el texto y solucione el «enigma».» (Ob. Cit., p. 100-101).

[35]«…la transfictionalité ne consiste jamais à intervenir sur un texte initial, bien évidemment inchangé, mais sur sa diégèse, c’est-à-dire au bout du compte sur la reconstitution que les lecteurs en font, ou consentent à effectuer sur la base d’une continuation, d’une rectification, d’une version décalée ou même transgresive.» Richard Saint-Gelais, Fictions transfuges. La transfictionalité et ses enjeux, Mesnil sur L’Entrée (Eure), Éds du Seuil, 2011, p. 70. Y sobre les enjeux de la transficcionalidad, con respecto a la novela de Agatha Christy, The murder of Roger Ackroyd, ver:, p. 522-532; también leer: Pierre Bayard, Qui a tue Roger Ackroyd?, París, Éds. Minuit (Coll. «Paradoxe»), 1998.

[36] R. Piglia, Ob. Cit., p. 281

[37] Ob. Cit., p. 278