Luis Benítez

                Cortázar: "Y a los 100 años resucitó" 



Por Luis Benítez [1]

Poeta, narrador, ensayista y dramaturgo argentino


 

 

En privado (…), lograba seducir por su elocuencia, por su erudición viva, por su memoria milimétrica, por su humor peligroso, por todo lo que hizo de él un intelectual de los grandes en el buen sentido de otros tiempos. En público, a pesar de su reticencia a convertirse en un espectáculo, fascinaba al auditorio con una presencia ineludible que tenía algo de sobrenatural, al mismo tiempo tierna y extraña. En ambos casos fue el ser humano más importante que he tenido la suerte de conocer. 

Gabriel García Márquez

  

Como suele suceder en todas las culturas, la literatura argentina sabe de movimientos pendulares, tanto del mercado editorial como de la crítica especializada. Luego de la muerte de Julio Cortázar, sucedida el 12 de febrero de 1984, comenzó para su presencia en librerías y medios un lento ocaso, que desde luego no logró empañar la adhesión de sus lectores más fieles, aunque alimentó con gastados clichés las afirmaciones de sus detractores, tanto tradicionales como nuevos. La expresión preferida de los “opinólogos” -que en muchos casos ni siquiera habían leído en profundidad su maravillosa obra narrativa- era la de siempre, un adjetivo multiuso: “superado”. Como si la excelencia de una de las obras literarias más importantes y vigentes de la lengua española pudiera ser superada, en una suerte de competencia deportiva, o estuviera atada a una época. La academia local, siempre ansiosa de novedades, sean ellas de calidad o no, también dejó de lado por un tiempo la novelística y la cuentística cortazarianas, atenta a relevar e impulsar otros aires, que, a la fecha, demostraron ser sí, en múltiples casos, chisporroteos efímeros, fuegos artificiales en el cielo del lector posible.

No es de extrañar esto: también le sucedió a otros autores más pequeños, medianos y muy grandes. Un solo ejemplo es el del extraordinario Roberto Arlt, que tras su muerte el 26 de julio de 1942, conoció también el ostracismo literario, que se prolongó durante un buen par de décadas. Luego, los grandes autores como Roberto Arlt y Julio Cortázar vuelven al ruedo, sus obras retornan a los estantes, tornan a ser objeto otra vez de la mirada atenta de los lectores en un número mayor; los “opinólogos” emplean entonces otro sello de goma, hablan de que se trata de un autor “redescubierto” o bien, “recuperado”, como si hubiese sido algo extraviado hasta entonces.

Reeditarlo, a partir de allí, vuelve a ser un buen negocio.

 

El pequeño “Cocó” y las tropas alemanas

Este año se conmemora que ha pasado un siglo desde su nacimiento, en 1914, en un suburbio al sur de Bruselas, Bélgica, llamado Ixelles. Allí donde las victoriosas tropas alemanas habían entrado como invasoras, por la suerte que les cupo en las primeras instancias de la entonces llamada “Guerra Europea”. Julio Florencio Cortázar, el “pequeño Cocó”, como lo llamaban en su casa, era hijo del agregado comercial de la embajada argentina en aquel país, Julio José Cortázar, y de su esposa María Herminia Descotte. A los dos años y aprovechando la ascendencia alemana de su abuela, los Cortázar lograron salir de Bruselas, mientras el toque de queda y la ley marcial acompañaban la silenciosa partida de la familia, que dejó atrás la avenida Louise, la calle Bailli y la avenida Brugmann rumbo a Ginebra primero y a Zurich después, en Suiza. El pequeño Cocó tiene entonces apenas dos años y tendrá ya cuatro cuando puedan los Cortázar instalarse en Barcelona, España, ya a fines de la Primera Guerra Mundial. Terminada aquella, que se suponía iba a ser la última contienda internacional del siglo XX, vuelven a la Argentina y se instalan en una casona de Bánfield, localidad situada a 16 kilómetros al sur de la ciudad de Buenos Aires. La bonanza de aquella propiedad, con nutrida servidumbre y buen pasar general, durará poco: el padre de Cocó abandonará a los suyos a su suerte y comenzaría los años difíciles; el chico, empedernido lector, al iniciar sus estudios universitarios en 1935, deberá abandonarlos para ayudar a sostener a su madre, su tía y su hermana Ofelia, un año menor que él. En 1932 se había recibido como maestro normal y dos años después se graduó en la especialidad de Letras, lo que le permitía ejercer el magisterio. Así lo hizo, pues en 1937 obtuvo el cargo de profesor en el colegio nacional de la localidad de Bolívar, en la provincia de Buenos Aires.

 

Un joven autor llamado “Julio Denis”

Un año después se produce su primera edición, un poemario que luego querrá olvidar, titulado Presencia, que firmó con el que será su seudónimo favorito: Julio Denis. El Ministerio de Educación traslada sus funciones docentes a otra ciudad de la Provincia de Buenos Aires, Chivilcoy, donde enseña historia, geografía e instrucción cívica. Vive en humildes pensiones, lee, lee y lee, infatigablemente. En julio de 1944 le ofrecen y acepta la cátedra de literatura en la Universidad de Cuyo, Mendoza, donde ejerce apenas hasta 1945 esa función. Ha publicado ya artículos y sus primeros cuentos, “Llama el teléfono, Delia” y “Bruja”, en pequeñas revistas literarias.

El tiempo político de la Argentina está cambiando y Juan Domingo Perón no es del agrado del joven autor, que inclusive toma parte en manifestaciones callejeras de oposición al nuevo régimen. En 1946, ya con Perón en el poder, Cortázar renuncia a su cargo docente y se traslada a Buenos Aires, donde comienza a trabajar en la Cámara Argentina del Libro. Jorge Luis Borges, quien dirige la revista Los Anales, publica en ella uno de los cuentos más célebres del joven Cortázar, “Casa tomada”. Éste ya ha reunido otros relatos en un volumen  al que ha titulado “La otra orilla”. En 1948 se recibe como traductor público de la lengua inglesa y la francesa, después de completar una carrera que insume como mínimo tres o cuatro años en sólo nueve meses.
En el verano de 1948-1949 escribe su primera novela, titulada Divertimento, un antecedente de la famosa Rayuela, que data de 1963. Un año después de Divertimento, finaliza la novela El examen y la presenta al asesor literario y cofundador de la prestigiosa editorial Losada, Guillermo de Torre, cuñado de Jorge Luis Borges, quien rechaza publicarla. Denis/Cortázar insiste: presenta en 1951 El examen al concurso de Losada y pierde. Ese mismo año publica su primer libro de cuentos, Bestiario, en la editorial Sudamericana, siendo ignorado por la crítica y el público en general.

Cortázar ha obtenido una beca de la república francesa y realiza su primer viaje a París, donde desea establecerse. Se gana la vida primeramente como distribuidor de libros y locutor radial, pero de este último cargo lo echan a causa de su acento latinoamericano. Finalmente obtiene una trabajo como traductor independiente para la Unesco y su precaria situación económica comienza paulatinamente a estabilizarse.  Se casa en 1953 con Aurora Bernárdez, traductora y escritora argentina, y salvo por esporádicos viajes al exterior, Francia será por décadas su lugar de residencia.

 

Julio Denis se transforma en Julio Cortázar

Comienza a ser conocido y reconocido como autor en la década siguiente, cuando se editan los cuentos reunidos bajo el título general Final de juego (México, 1956); los compilados en Las armas secretas (Buenos Aires, 1959) y la novela Los premios (Buenos Aires, 1960), que un año después es traducida y publicada por la editorial francesa Fayard. Ya la reputación cortazariana ha crecido, y el lector distingue su marca propia: la imaginación, la frescura del trazo, la literatura descontracturada donde el juego -muy seriamente ejercido- son elementos de una impronta que el autor desarrollará todavía en mayor medida en los años siguientes.

En 1962 se edita en Buenos Aires uno de sus libros más célebres, Historias de Cronopios y de Famas, seguido al año siguiente por su consagratoria novela Rayuela, un hito en la narrativa de la época. Mientras se renuevan las traducciones de sus obras en inglés y francés, adviene otro de sus grandes libros de cuentos, Todos los fuegos el fuego (Buenos Aires, 1966) y posteriormente su gran novela 62, Modelo para armar, obra innovadora y cumbre del trabajo de Cortázar, que permite al lector reordenar la narración y así coparticipar de ella. El aporte del autor es reconocido entre la crítica y los lectores, marcando un antes y un después y como es habitual, disparando una andanada de imitaciones de mayor o menor fortuna.

Hasta su muerte a causa de leucemia, dos décadas después, Cortázar no dejaría de crear y publicar nuevas obras narrativas, así como innumerables artículos y una más que considerable obra epistolar. Las novelas Libro de Manuel (1973), El examen y Diario de Adrés Fava (1986) y Divertimento (1988) son publicadas en este período final de su vida, así como los volúmenes de cuentos Octaedro (1974), Alguien que anda por ahí (1977), Queremos tanto a Glenda (1980) y Deshoras (1982).

Vuelta la democracia a la Argentina en 1983, pudo Cortázar -un hombre reconocidamente de izquierdas- retornar a su país por unos meses, entre diciembre de aquel año y  y el 12 de enero de 1984. Vergonzosamente, uno de los mayores escritores argentinos fue recibido con la mayor indiferencia por el gobierno del Dr. Raúl Alfonsín, mientras dignamente, el extraordinario autor recibía el reconocimiento, la admiración y el afecto de aquellos de sus compatriotas que lo reconocían por las calles de Buenos Aires. Un homenaje que, ya gravemente enfermo, se llevaría consigo en su retorno a Francia.

Un homenaje que no necesita de discursos, de medallas, de calles rebautizadas con su nombre. El que perdura, más allá de cualquier oportuno aniversario.



[1] El poeta, narrador, ensayista y dramaturgo Luis Benítez nació en Buenos Aires el 10 de noviembre de 1956. Es miembro de la Academia Iberoamericana de Poesía, Capítulo de New York, (EE.UU.) con sede en la Columbia University, de la World Poetry Society (EE.UU.); de World Poets (Grecia) y del Advisory Board de Poetry Press (La India). Ha recibido el título de Compagnon de la Poèsie de la Association La Porte des Poètes, con sede en la Université de La Sorbonne, París, Francia. Miembro de la Asociación de Poetas Argentinos (APOA) y de Sociedad de Escritoras y Escritores de la República Argentina (SEA). Ha recibido numerosos premios nacionales e internacionales por su obra literaria, entre ellos el Primer Premio Internacional de Poesía La Porte des Poètes (París, 1991); la Mención de Honor del Concurso Municipal de Literatura (Poesía, Buenos Aires, 1991); el Segundo Premio Bienal de la Poesía Argentina (Buenos Aires, 1992); el Primer Premio Joven Literatura (Poesía) de la Fundación Amalia Lacroze de Fortabat (Buenos Aires, 1996); el Primer Premio del Concurso Internacional de Ficción (Montevideo, 1996); el Primo Premio Tuscolorum Di Poesia (Sicilia, Italia, 1996); el Tercer Premio Eduardo Mallea de Narrativa (Buenos Aires, período 1995-1997); el Primer Premio de Novela Letras de Oro (Buenos Aires, 2003); el Accesit 10éme. Concours International de Poésie (París, 2003) y el Primer Premio Internacional para Obra Publicada “Macedonio Palomino” (México, 2008). Sus 36 libros de poesía, ensayo, narrativa y teatro han sido publicados en Argentina, Chile, España, Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Italia, México, Rumania, Suecia, Venezuela y Uruguay.