Antonio Cisneros



        Antonio Cisneros (Perú, 1942 - 2012)

Poeta, cronista, guionista, catedrático y traductor. Entre sus libros destacan: Comentarios reales, Canto ceremonial contra un oso hormiguero, Agua que no has de beber, Como higuera en un campo de golf y Las inmensas preguntas celestes. Su poesía está traducida a 14 idiomas. Por su obra obtuvo importantes reconocimientos como el Premio Nacional de Poesía, el Premio Casa de las Américas, el Premio Gabriela Mistral de la Organización de Estados Americanos, el Premio Iberoamericano José Donoso, el Premio de Poetas del Mundo Latino, la Orden de Caballero de las Artes y las Letras de Francia, la Orden al Mérito por servicios distinguidos en el Grado de Gran Cruz del Perú, el Premio Iberoamericano Pablo Neruda de Chile y el Premio Southern Perú. Enseñó en diversas universidades del Perú, Estados Unidos y Europa. 






TERCER MOVIMIENTO (affettuosso)


Para hacer el amor

debe evitarse un sol muy fuerte sobre los ojos de la muchacha,

tampoco es buena la sombra si el lomo del amante se achicharra

para hacer el amor.

Los pastos húmedos son mejores que los pastos amarillos

pero la arena gruesa es mejor todavía.

Ni junto a las colinas porque el suelo es rocoso ni cerca de las aguas.

Poco reino es la cama para este buen amor.

Limpios los cuerpos han de ser como una gran pradera:

que ningún valle o monte quede oculto y los amantes

podrán holgarse en todos sus caminos.

La oscuridad no guarda el buen amor.

El cielo debe ser azul y amable, limpio y redondo como un techo

y entonces

la muchacha no verá el dedo de Dios.

Los cuerpos discretos pero nunca en reposo,

los pulmones abiertos,

las frases cortas.

Es difícil hacer el amor pero se aprende.




ENTONCES EN LAS AGUAS DE CONCHÁN 

(Verano 1978)


Entonces en las aguas de Conchán ancló una gran ballena.

Era azul cuando el cielo azulaba y negra con la niebla.

Y era azul.

Hay quien la vio venida desde el Norte (donde dicen que hay muchas).

Hay quien la vio venida desde el Sur (donde hiela y habitan los leones).

Otros dicen que solita brotó como los hongos o las hojas de ruda.

Quienes esto repiten son las gentes de Villa El Salvador,

pobres entre los pobres.

Creciendo todos tras las blancas colinas y en la arena:

Gentes como arenales en arenal. 

(Sólo saben el mar cuando está bravo y se huele en el viento).

El viento que revuelve el lomo azul de la ballena muerta.

Islote de aluminio bajo el sol.

La que vino del Norte y del Sur 

y solita brotó de las corrientes.

La gran ballena muerta.

Las autoridades temen por las aguas:

la peste azul entre las playas de Conchán.

La gran ballena muerta.

(Las autoridades protegen la salud del veraneante).

Muy pronto la ballena ha de podrirse como un higo maduro en el verano.

La peste es, por decir, 

40 reses pudriéndose en el mar

(ó 200 ovejas ó 1.000 perros).

Las autoridades no saben cómo huir de tanta carne muerta.

Los veraneantes se guardan de la peste que empieza en las malaguas de la arena mojada.

En los arenales de Villa El Salvador las gentes no reposan. 

Sabido es por los pobres de los pobres

que atrás de las colinas flota una isla de carne aún sin dueño.

Y llegado el crepúsculo

no del océano sino del arenal 

se afilan los mejores cuchillos de cocina y el hacha del maestro carnicero.

Así fueron armados los pocos nadadores de Villa El Salvador.

Y a medianoche luchaban con los pozos donde espuman las olas.

La gran ballena flotaba hermosa aún entre los tumbos helados. 

Hermosa todavía.

Sea su carne destinada a 10.000 bocas.

Sea techo su piel de 100 moradas.

Sea su aceite luz para las noches 

y todas las frituras del verano.




NATURALEZA MUERTA EN INNSBRUCKER STRASSE


Ellos son (por excelencia) treintones y con fe en el futuro.

Mucha fe.

Al menos se deduce por sus compras

(a crédito y costosas).

Casaca de gamuza (natural),

Mercedes deportivo color de oro. 

Para colmo (de mis males) se les ha dado además por ser eternos.

Corren todas las mañanas (bajo los tilos)

por la pista del parque y toman cosas sanas.

Es decir, legumbres crudas y sin sal,

arroz con cascarilla, aguas minerales. 

Cuando han consumido todo el oxigeno del barrio

(el suyo y el mío) 

pasan por mi puerta (bellos y bronceados).

Me miran (si me ven)

como a un muerto 

con el último cigarro entre los labios.