Mecanismos y Construcción de un Bestseller.
El Código Da Vinci, La sombra del viento

Por Mario Suárez Simich *
(Madrid, España, OM)


Realidad y Ficción

       Aun cuando el éxito editorial ha acompañado a ambas novelas, la trascendencia que ha obtenido El Código Da Vinci (Editorial Umbriel, 2003) fuera del ámbito estrictamente literario le ha impuesto una serie de connotaciones que son necesarias aclarar y dar por superadas para que el objeto de estudio sea el texto narrativo en sí, y que los criterios que se usen para ese estudio no se vean contaminados por elementos extra literarios.

     Es muy común en el lector promedio la tendencia a confundir la realidad con la ficción cuando se enfrenta a un cuento, novela o a una obra de ficción en general; pero no sólo ellos, muchos profesionales no especializados de los medios de comunicación caen frecuentemente en dicho error, lo que lleva a confundir aún más a los lectores.

     Cuando un autor propone un texto narrativo, novela en este caso, le corresponde al lector aceptar eso que los críticos llaman "el consenso de la ficcionalidad" que no es otra cosa que


"... la suspensión voluntaria de la no creencia, orientada en el sentido de considerar culturalmente pertinente y socialmente aceptable el juego de la ficción" (Carlos Reis y Ana Cristina M. López. Diccionario de Narratología. Ediciones Almar 2002)

       Es decir, es imposible -no real- que un hombre amanezca convertido en un enorme insecto. Pero la certificación de este hecho no puede ser usado para juzgar los méritos o deméritos de La Metamorfosis de Kafka.

     Parte del éxito de Dan Brown, como de otros muchos autores de bestsellers, reside precisamente en reunir en una novela uno o varios temas por los que el público mayoritario se siente atraído y que circulan por diferentes medios. Unos de los maestros del género, Irving Wallace (Chicago, 1916) en El Séptimo Secreto tiene como tema la supuesta supervivencia de Hitler y Eva Braun, argumento sobre el que se han escrito muchos libros y que fue tema popular de conversación en los años 50-60. También Wallace, en La Palabra aborda el tema de unos supuestos evangelios cuyo contenido podría alterar la doctrina ortodoxa de la Iglesia.

El Código Da Vinci

La línea argumental de El Código Da Vinci es semejante a esta última de Wallace. Existiría un secreto del llamado Priorato de Sión sobre linaje de Cristo y María Magdalena, que de revelarse podría cambiar la historia de la humanidad. Es la "supuesta falsedad" de este argumento sobre el que cae toda la controversia extra literaria. Sectores de la Iglesia Católica Romana y de diferentes Iglesias Cristianas de los Estados Unidos coinciden y se empeñan, en diferentes artículos, en señalar a la novela como "deformadora de la realidad histórica". Siguiendo este criterio, Los Tres Mosqueteros de A. Dumas también podría ser acusada de lo mismo, más aún cuando el Cardenal Richelieu -al igual que la Congregación del Opus-Dei en la novela de Brown- ejercen el papel de "malos".

 

     Si no se respeta "el criterio de ficcionalidad", si no se sabe diferenciar entre novela y ensayo o entre Narrativa e Historia en suma, entre realidad y ficción corremos el riesgo de afirmar que los primeros hombres en llegar a la luna fueron los personajes de Julio Verne y que el mejor detective de todos los tiempos ha sido Sherlock Holmes, o cosas peores aún.

Ya Cervantes hace decir a Don Quijote:


"Uno es escribir como poeta y otro como historiador; el poeta puede contar o cantar las cosas, no como fueron, sino como debían ser; y el historiador las ha de escribir, no como debían ser, sino como fueron, sin añadir ni quitar a la verdad cosa alguna" (Cervantes, El Quijote, II, 3).

Como se ve, la polémica viene de antiguo.

 

La alquimia de un Bestseller

       A un gran número de escritores y a la totalidad de los editores les gustaría descubrir la piedra filosofal que convierte una novela cualquiera en un bestseller. Pero la verdad es que no existe. Muchas novelas que se diseñan con este objetivo pasan muchas veces desapercibidas en las estanterías de las librerías, y otras muchas, sin embargo, lo logran. Las hay, en cambio, que sin ser escritas con este fin alcanzan gran éxito de ventas y sucesivas ediciones. Por esta razón hemos escogido El Código Da Vinci y La Sombra del Viento, ya que ambas, por caminos diferentes, han logrado el ansiado éxito de ventas.

       A principio de los años 70 las editoriales anglosajonas se lanzaron a realizar estudios de mercado con el fin de sondear los temas que más interesaban e inquietaban al lector promedio. De esos estudios salieron una serie de temas tales como la política (conspiraciones, guerra fría, espionaje y afines), crimen y justicia (novela policial y judicial), esoterismo en todas sus variantes, terror y por supuesto, sexo.

       Ya en posesión de esta información, se les sugirió a los escritores de la casa escribir una novela combinando en el argumento dos o más de los temas escogidos por los entrevistados o se le dio como encargo a jóvenes escritores ansiosos de triunfo. De forma paralela se creó el aparato publicitario y de promoción necesario para lanzar al mercado grandes tirajes. Esta estrategia dio muy buenos resultados y creó la figura del escritor de bestseller como aquel que intenta deliberadamente escribir un libro para ser vendido masivamente sea su producto una novela u otro tipo de libro. Es esta "intención" la que lo diferencia de los otros escritores que sin proponérselo logran colocar una obra suya masivamente en el mercado.

       Pero la fórmula mágica degeneró en esquema y conforme avanzaba la sociedad anglosajona en general se hacía más difícil identificar sus intereses e inquietudes. Por otro lado, la creación de un bestseller fue requiriendo un tipo de especialización por parte del escritor, ya que el cambio en las preferencias entre lectores y los nuevos temas de actualidad surgidos lo obligaba a pasar de un argumento a otro, siempre diferente al anterior. Esto, si se había desarrollado el olfato para saber cuál.

Ken Follet       Ken Follet (Cardiff, 1949) es el mejor ejemplo de este tipo de escritor. Desde que en 1976, año en que publica su primera novela, El Ojo de la Aguja, en donde el principal espía de Hitler, "La Aguja", está en posesión de información que puede hacer fracasar el desembarco en Normandía. Hasta su última novela, En la Boca del Dragón, en la cual uno de los personajes amenaza con desencadenar un terremoto en California si no se accede a sus demandas, las novelas de Follet han ido pasando -con éxito de ventas casi todas- por argumentos como la amenaza nuclear, Triple; el rescate de un grupo de americanos de una cárcel iraní, Las Alas del Águila; la construcción de catedrales en la edad media, Los Pilares de la Tierra, o la conspiración biogenética, El Tercer Gemelo.

       Así Follet tuvo que pasar de la Historia Contemporánea hasta la Geología, o por la Física Nuclear, Geografía, Historial Medieval, Arquitectura, Esoterismo y biogenética. Este es el típico perfil del escritor de bestsellers.

       Los hay también que se afincan con éxito en un solo tema, tal es caso de John Grisham (Estados Unidos, 1955), cuyo universo novelesco gira alrededor del sistema jurídico americano. La Tapadera o El informe Pelícano, ambas llevadas al cine, son una muestra.


Los otros Bestsellers

    Existen otras novelas que acaban siendo y vendiéndose como bestsellers sin haber sido creadas según el modelo anterior. Cuando esto se produce, es resultado de diversos factores que es preciso analizar para comprender el fenómeno en su totalidad.

       El primero de ellos, sin duda, es la casualidad. En la ceremonia de enlace matrimonial entre el Príncipe de Asturias y su entonces prometida Leticia Ortiz, ésta obsequió al novio un antiguo ejemplar de El Doncel Don Enrique el Doliente de Mariano José de Larra, (España, 1809). La prensa española destacó el gesto y a las pocas semanas se había reeditado, en facsímil, una gran tirada de la edición regalada al Príncipe; no sólo eso, dos o tres casas editoriales lanzaron nuevas ediciones de la novela con gran éxito de ventas.
 
Mariano José de Larra

       Ligada a la casualidad está la moda. Las razones de las modas pueden ser muy diferentes y hasta opuestas unas a otras, pero al final producen el mismo efecto en la venta masiva de un libro. Con Rayuela, de Julio Cortázar (Bruselas, 1914) sucedió esto. La novela se puso de moda en los años 70 por una sencilla razón: la invitación lúdica que sugería el autor para su lectura, saltando los capítulos a manera del juego infantil que da nombre, le dio un aire de "modernidad" y cierta aura de complejidad. De esta manera para ser "moderno" había que haber leído Rayuela. Años después, Cortázar respondería a una pregunta sobre el éxito comercial de esta novela diciendo que no estaba seguro que fuera la más leída, pero sí era la más vendida. Algo así es la moda.

       La curiosidad es uno de los mejores vendedores de libros que existe. Y si esa curiosidad es además morbosa, el éxito de ventas está asegurado. Pondré un ejemplo peruano que, aunque es un mercado reducido y cautivo, no es ajeno a este fenómeno. Desde el título de su primera novela, No se lo Digas a Nadie, Jaime Bayly (Lima, 1965) incitaba a la curiosidad. Nunca hasta ese momento una novela peruana había sido "pirateada" y vendida en plazas y mercados; claro que la presencia mediática del autor ayudó mucho a la difusión de su novela. Pero muchos de los lectores que la compraban y leían, lo hacían con el morboso deseo de poder identificar entre los personajes de la ficción a personas de la vida real de los cuales, se decía, se ponía en evidencia sus tendencias sexuales. En este acápite están incluidos todos los libros que en algún momento estuvieron prohibidos y que por lo tanto despertaron la curiosidad de los lectores que se hacían con un ejemplar para descubrir el porqué.

      Los medios de comunicación, el cine y la televisión de manera principal pueden convertir un libro en un bestseller al margen de lo que es estrictamente lo publicitario como tal. Enrique Congrais Martín (Lima, 1932), publicó en 1957 No Una sino Muchas Muertes que pasó desapercibida por la crítica oficial y que no fue conocida por el público hasta que la novela fue llevada al cine muchos años después. Maruja en el Infierno se llamaba la adaptación del texto de Congrains. La película tuvo éxito y gracias a ello el libro tuvo nuevas ediciones. Esto desde el lado positivo.

       Estos mismos medios de comunicación son en la actualidad grandes generadores de escritores de bestsellers, sobre todo en los Estados Unidos y Europa. Las editoriales aprovechan la popularidad que adquieren algunos personajes que trabajan en estos medios para proponerles un libro de encargo que se ajuste al perfil de dicho sujeto, aunque éste no haya escrito nada en su vida. La mayoría de veces estos escritores "noveles" se sirven de "negros" -escritores anónimos y a sueldo que realizan el trabajo que luego es atribuido a otro-. Esto fue lo que sucedió con una conocida presentadora de la televisión española, que dirige un programa familiar de máxima audiencia en las tardes. Se le encargó una novela rosa donde se tocara el tema de los malos hacia las mujeres en el ámbito familiar. Ésta a su vez le pasó el encargo a un "negro" que cometió el desatino de "piratear" capítulos enteros -algunos de ellos citas textuales- de otras novelistas del género. Nadie se dio cuenta de nada hasta que la novela estuvo ya en las librerías y la campaña de publicidad lanzada. Fue entonces cuando se descubrió que la novela parecía más una "antología" que iba desde Corín Tellado hasta Bárbara Wood. Hubo gran escándalo, confesión y arrepentimiento público de la "autora" y un jugoso acuerdo bajo cuerda entre la editorial y las autoras "pirateadas".

El Dilema de Vender o no Vender

           Como se verá, hasta el momento el criterio seguido para considerar bestseller a una novela ha sido el número de ejemplares vendidos, sin reparar para ello en su calidad literaria o de obra artística. Por lo general los sectores académicos, la mayoría de veces con razón, no le otorgan al tipo de novela hasta aquí esbozado ningún mérito artístico o literario; es más, muchos abominan del género y algunos consideran -también con razón- que la búsqueda de la venta masiva de libros pone en peligro la literatura de calidad. Un crítico de la novela negra norteamericana enumerando las causas de la decadencia de este género afirma como en una de ellas:


"La presión editorial a la búsqueda del bestseller es un potente veneno en el proceso de creación en los Estados Unidos. Algunas editoriales como la famosa Mysterious Press han sacado del catálogo a sus mejores narradores buscando nuevas novelas que les funcionen como bestseller. El mecanismo es monstruoso porque deja sin editor a autores que por su calidad estaban en las tablas medias de venta. El hecho descorazona al narrador de largo aliento e invita al creador de anécdotas originales pero que se vuelven historias sin experimentación y carentes de atmósfera. Sólo quieren bestsellers y en su búsqueda pueden perder mucho más de lo que ganan. Y desde el punto de vista del lector, sabemos que el bestseller, con su comodidad narrativa, su facilismo, sus personajes enigmáticos, no dan para gran cosa (Grisham y compañía incluidos)"

Francisco Paibo II, La Novela Negra Americana: decadencia sin caída previsible. Literaturas.com

       Hay incluso quienes sostienen que este tipo de novela es usada como continente de propaganda alienante o algo peor, como un medio de desinformación del cual los lectores seríamos las víctimas.

       Sin embargo, hay ciertas novelas que logran venderse masivamente y que por ello son consideradas bestsellers. Éstas, además de colocar una gran cantidad de ejemplares en el mercado, poseen una calidad literaria reconocida incluso por los sectores académicos. Por supuesto que no sucede con todas aquellas que gozan de esa calidad, sino sólo con unas cuantas de ellas que de alguna manera logran conectar con un público mayoritario. Ernesto Sábato (Buenos Aires, 1911), en El Escritor y sus Fantasmas hablando de Arte Mayoritario da tres ejemplos de los cuales cito dos:

"Hay literatura grande y sin embargo minoritaria: Kafka".

"Hay literatura grande y mayoritaria: El Viejo y el Mar".

       No debemos olvidar que la cantidad de ejemplares vendidos es un hecho extra-literario que de ninguna manera condiciona el valor intrínseco de un texto. Por esta razón, al analizar las dos novelas propuestas, veremos cómo éstas, siendo de disímil calidad, han logrado un mismo éxito comercial.


El Mecanismo de El Código Da Vinci

La vampirización de un género

Existe, entre la jerga de los escritores, la frase: "atrapar al lector". Es decir, de qué manera se cuenta la historia que se desea contar para que el lector la lea de principio a fin. En el lenguaje técnico se le llama "estrategia narrativa". Esta estrategia es fundamental en el trabajo narrativo y una necesidad apremiante cuando se intenta construir un bestseller. Literariamente existe una gran variedad de técnicas para atrapar al lector y muchos narradores crean las suyas. Pero un escritor que aspira a crear un bestseller no puede correr el riesgo de crear uno, ya que si falla, fracasará irremediablemente. Es por esta razón que quienes escriben este tipo de libros usan una estrategia que ha probado innumerable veces su eficacia: la del género policial.

Por la naturaleza de su argumento este género ha desarrollado una estructura que, a nivel de esquema, es sencilla, posee un gran número de variantes y, si es utilizada acertadamente, despierta la curiosidad del lector que es el equivalente a atraparlo. Se descubre un cadáver, se llega a la conclusión de que se trata de un asesinato y ya entonces el lector se interesa por saber quién y por qué lo mató. Para saberlo, tendrá que leer la novela. Así funciona básicamente el esquema, que puede ser aderezado con diversos elementos tomados de otros géneros y sazonado con argumentos de todo tipo, siempre teniendo la estructura policial como columna vertebral.

La inmensa mayoría de los bestsellers están levantados sobre esta columna hasta tal punto que puede decirse que el tipo de novela diseñado para este fin, vive gracias a la inagotable sangre que corre por las venas del género policial. Más aún cuando un primo hermano de este género, el de espías, ha decaído ostensiblemente en las preferencias del público al acabar la guerra fría. Inclusive, un género tan antiguo como la novela histórica se encuentra ahora bajo el dominio de la estructura policial. Lindsey Davis (Birmingham, 1950), una autora de éxito con más de catorce novelas publicadas, ambienta sus novelas en siglo I d. C. y tiene en Marco Didio Falco a un "detective privado" -trabaja como tal en las novelas- que recorre todo el imperio romano solucionando crímenes. Otra escritora inglesa Ellis Peters (1913), ha hecho famoso a fray Cadfael un monje benedictino que hace lo mismo en la Inglaterra del siglo XII.

 A pesar del acertado trabajo de reconstrucción histórica, estas autoras y sus personajes se encuentran en los catálogos de novela negra. Esto, evidentemente, no es una crítica; son sólo un par de ejemplos de cómo la estructura policial predomina entre los escritores que intentan producir un bestseller.

Asesinato rimbombante en el Louvre

         Dan Brown también se cobija bajo las sólidas columnas de la estructura policial para echar a funcionar el mecanismo de su novela. No sólo eso, el escenario del crimen es el Museo del Louvre y la víctima -unos de sus más importantes conservadores de arte- ha recibido un disparo en el estómago, ha recorrido herido cientos de metros, se ha desnudado y con su propia sangre ha dibujado alrededor de cuerpo extendido una estrella de cinco puntas. Todo esto apunta ya a un efectismo que Brown utilizará hasta la exageración a lo largo de la novela y que se convertirá en una señal que indicará un punto débil en su arquitectura. Porque este efectismo no busca atrapar al lector, sino someterlo como veremos más adelante.

Dan Brown

Para adelantar diremos que los grandes escenarios y los profusos decorados en los que se desarrolla la novela: importantes museos, bancos exclusivos, antiguas catedrales, grandes palacios están colocados para impresionar y distraer al lector, sustrayéndolo de su papel de cómplice de la intriga.

Junto con el asesinato se empieza a tejer el argumento que vamos a llamar esotérico ya que este adjetivo incluye en su significado lo oculto, enigmático e incompresible. Y la solución del crimen, a partir de ese momento, va a estar ligado indisolublemente al descubrimiento del secreto oculto que encierra la trama. A la combinación de ambos argumentos se va a unir la perspectiva de un romance entre los personajes principales que sirve para sazonar la novela. El contrapunto que enfrenta a la congregación religiosa con estos personajes sirve para delimitar lo que el autor considera las fuerzas del bien en lucha con las del mal.

En resumen, el esquema de El Código Da Vinci, a pesar de su aparente complejidad, encierra una trama bastante sencilla, conocida y repetida hasta la saciedad:

Se ha cometido un crimen. La solución de ese crimen está ligada al descubrimiento de un secreto de "trascendental importancia para la humanidad"; para impedirlo, se alzan unas fuerzas oscuras y poderosas.

Cientos de novelas, buenas y malas, se basan en esa trama. En este sentido Dan Brown no es nada original.


Magister Dixit: La Tiranía Intelectual de los Personajes

El efectismo del que acusábamos a Brown se hace más evidente en la caracterización de sus personajes, tomemos como ejemplo a los principales para analizarlos:

La Victima: Jacques Saunière, conservador de arte, especialista en Da Vinci, reproductor de sus inventos y aficionado -de los buenos- a los acertijos y los mensajes cifrados.

El detective aficionado: Robert Langdon, profesor de simbología religiosa de la Universidad de Harvard.

La detective Profesional: Sophie Neveu, agente del departamento de criptografía, nieta de la víctima y poseedora de "una belleza sana" según Langdon.

El aliado: Leigh Teabing, "rico a la manera de los países pequeños" y el mayor entendido del mundo sobre el Priorato de Sión y el Santo Grial.

El malo: Aringanosa , Obispo. Encargado por su congregación de apoderarse o destruir el secreto. Cuenta para ello con muchas influencias y "todo el poder que pueden comprar 20 millones de euros".

Huelga decir que estos personajes son por demás arquetípicos, pero ese no es el problema. Han sido diseñados por el autor para someter al lector, no para convencerlo. La verosimilitud -la capacidad del escritor de crear una "verdad o verdades" que se sostenga al interior del texto narrativo y que ellas funcionen dentro de una lógica interna que haga creíble la historia que se cuenta- es reemplazada por el magister dixit, lo que ha dicho el maestro es irrefutable.

SS Van Dine, seudónimo del escritor W. Huntington (Virginia, 1888), elaboró las conocidas veinte reglas que debe respetar el escritor de novelas policiales. Las dos primeras son:

1. Todo relato es un puro juego intelectual entre el autor y el lector.
2. El lector y el detective deben tener idénticas posibilidades para resolver el enigma.

En El Código Da Vinci ese juego intelectual no existe, los personajes poseen una información y unos conocimientos que el lector desconoce y a los que no puede acceder desde el texto. Sólo recibe datos curiosos, en algunos casos inútiles, que pueden resultar interesantes y entretenidos si el lector los desconoce, pero que no sirven como elementos útiles para el juego que reclama Van Dine, y que sólo sirven como un sucedáneo o distracción. En el capítulo 20, Langdon recuerda una de sus clases dictada en la universidad que versaba sobre el número Phi, conocido también como la "Divina Proporción". Se sirve del recuerdo de la pregunta de una alumna para poner ejemplos sobre Phi en la naturaleza luego de los cuales "La alumna parecía maravillada".

Esto puede suceder también con el lector, pero maravillar no es parte de este juego.

Si se le pregunta a un cristiano por qué la mayoría de iglesias tienen escaleras de muchos peldaños para acceder a ellas, es bastante probable que no tenga una respuesta. Si se le responde que esos peldaños simbolizan la ascensión de lo profano a lo sagrado y representan a su vez un tránsito de superación espiritual para hacerse "digno" de estar cerca de la divinidad, quedará sin duda sorprendido. Y si además se le hace caer en la cuenta que en la entrada de esas iglesias está la pila de agua bendita y que se encuentra justamente allí para que acabe de "purificarse", quedará tan maravillado como la alumna del profesor Langdon.

Este tipo de información, que no cumple ninguna función útil para el lector en relación con la resolución de la trama y que no es más que simple anécdota, trata de apuntalar la estructura de la novela de Brown, pero nada más. No le ofrece al lector las posibilidades que necesita para resolver el enigma en paridad con el detective, que es la segunda regla de Van Dine. Los personajes resuelven los criptogramas, escogen el significado de los símbolos, encuentran las claves, interpretan los textos y localizan los lugares. Sin que el lector pueda pensar o elaborar otra alternativa. De esta manera la solución del enigma se va descubriendo como si el argumento de la novela fuera una fina maquinaria cuyos engranajes estuvieran perfectamente engranados y engrasados. Pero es sólo una ilusión, el lector se ve relegado a ser un convidado de piedra al que se le niega hasta la satisfacción de elaborar su propia teoría y equivocarse.

En resumen, el éxito de ventas de El Código Da Vinci está por debajo de sus méritos literarios. No es tampoco un mal bestseller, los hay peores. Y si no se confunde la realidad con la ficción ni se desea hacer ningún tipo de ejercicio mental, hasta puede resultar entretenida.

La construcción de La sombra del Viento

 La asimilación de los universos literarios

Los grandes escritores dejan plasmadas en sus obras lo que se conoce como universos literarios. Éstos podrían definirse como "realidades" autónomas construidas por sus ficciones y que son capaces de interrelacionarse con la realidad; mundos perfectamente definidos donde rigen leyes creadas por la ficción. En El Proceso, Kafka (Praga, 1883) narra la historia de un hombre que es juzgado sin que se le comunique de qué se le acusa. A partir de esto construye en su novela una alegoría de la injusticia, la opresión y el abuso del poder. Lo allí descrito devino en la palabra "kafkiano" para designar situaciones absurdamente complicadas o extrañas. No es difícil que un trámite burocrático acabe siendo kafkiano.

Esto nos da una idea de hasta qué punto nos hacemos dueños de esos universos y los asimilamos a nuestra memoria colectiva y de qué manera podemos aprehender el universo real a través de los universos ficcionales.

Los escritores, a lo largo de la historia, levantan sus obras creando y recreando estos universos ya que ellos son parte de la tradición cultural de la humanidad. Toda nueva novela tiene siempre otras que le anteceden y otras que le seguirán; cada nuevo escritor es en gran medida el resultado de la influencia que los otros escritores han ejercido sobre él.


Las Sombras y Laberintos de Ruiz Zafón

La sombra del viento Borges como portero

La Sombra del Viento (Editorial Planeta, 2003), desde las primeras líneas, nos introduce en un universo que podemos creer reconocer o que puede parecernos nuevo. Al ingresar con el padre y su hijo en El Cementerio de los Libros Olvidados entramos y nos enganchamos a la propuesta lúdica que plantea el autor. 

 "La costumbre es que la primera vez que alguien visite este lugar tiene que escoger un libro, el que prefiera, y adoptarlo, asegurándose de que nunca desaparezca, de que siempre permanezca vivo. Es una promesa muy importante. De por vida -explicó mi padre-. Hoy es tu turno."

Cada lector, al abordar una novela lo hace con todo su bagaje cultural y espiritual y la enfrenta al bagaje que el escritor ha dejado en el texto. El texto no cambia, el lector sí; siempre es una persona diferente, aunque lea el mismo texto cientos de veces. La teoría de la polisemia del texto parte de esta idea. Fue Borges (Buenos Aires, 1899) en "La Biblioteca de Babel" el primero en jugar con la idea de un lugar colmado de libros, tan grande como el universo y tal vez infinito, que ha existido siempre y existirá por siempre. Y aunque ha sido construido con orden acaba siendo un laberinto por la sencilla razón que es imposible conocerlo en su totalidad. Umberto Eco (Turín, 1932), en El Nombre de la Rosa, recrea el tema de la biblioteca, el laberinto y los espejos, todos ellos elementos del universo borgiano.

Apuntamos todo esto para concluir que el lector puede o no haber leído a Borges o a Eco, no es necesario en absoluto. Pero intuye que está ingresando a un universo que es la recreación de otro. Ruiz Zafón, con Borges como portero, inicia así la construcción de una novela que nos llevará por mundos recreados y diferentes géneros como a través de un laberinto.

Clara, la iniciación y el misterio

Daniel, el personaje principal, ya tiene una misión que lo convierte en un "héroe": ha adoptado la novela de Julián Carax, La Sombra del Viento y deberá procurar "que no desaparezca y que permanezca por siempre vivo". Más aún cuando se entera que el suyo es el único ejemplar que queda. Se lo dice Gustavo Barceló, un viejo librero y tío de Clara. Con la aparición de esta joven se abren dos claves en la línea narrativa.

El guardian entre el centenoOtro de los grandes temas de la literatura está contenido en las llamadas "novelas de iniciación". En ellas un personaje como Daniel, un niño al borde de la adolescencia, se enfrenta por primera vez al mundo adulto, descubriendo por sí mismo lo malo que le han ocultado durante su infancia. Pero también lo nuevo y diferente que ese mundo le ofrece, el de los sentimientos amorosos por ejemplo. Es un viaje siempre doloroso donde se encuentran muchas cosas e irremediablemente se pierde una, la inocencia. El Guardián entre el Centeno de J. D. Salinger (Nueva York, 1919) es la novela más reconocida de este género. Y con Clara, ciega -otro guiño a Borges-, realiza el viaje al fin de su inocencia.

La otra clave se abre al misterio. Mientras Daniel empieza a buscar las pistas que lo lleven hasta Julián Carax, es seguido y encontrado por un misterioso hombre que se dedica que buscar y comprar las novelas de este autor para quemarlas. Su nombre es Laín Coubert, el nombre que usa el diablo en las novelas de Carax. Más enganchado a esta altura de la novela, imposible.

La Sombra de la Guerra Civil

Muchos escritores españoles han escrito y siguen escribiendo novelas ambientadas en los días de la guerra civil española (1936-39). De todas ellas, hay unas algunas que se ubican temporalmente en los primeros años posteriores al fin de las hostilidades. En ese lapso de tiempo los vencedores aún no han sometido bajo su poder a la totalidad del país y los vencidos resisten como pueden en los montes. Es tiempo de los maquis -guerrilleros de la resistencia Republicana- y de ajustes de cuentas entre ambos bandos. Con este último tema como argumento se han escrito varias novelas que unen el género negro y el de espías para desarrollar su trama. Los odios aún latentes, el deseo de venganza, la clandestinidad, la pobreza o la represión son el ambiente perfecto para este tipo de novelas. Beltenebros de Antonio Muñoz Molina (Úbeda, 1956) o Tu nombre envenena mis sueños de Joaquín Leguina (Santander, 1941) son dos buenos ejemplos.

Con Fermín Romero de Torres, el clandestino y víctima de la represión entra en La Sombra del Viento la sombra de la guerra civil y con ella ese sabor a novela negra que se suma al misterio que aún rezuma en sus páginas. Pero no sólo él, el inspector Fumero, el perseguidor, es la encarnación de toda la maldad que exuda la atmósfera de opresión en la que se van a desenvolver los personajes a partir de estas apariciones.

Y aquí queremos señalar una cuestión técnica importante, que el autor maneja con maestría y que es fundamental en la construcción de la novela: la atmósfera. Podemos definirla como todos los recursos literarios que usa el escritor para crear un ambiente físico y emocional al interior del texto para encajar la acción dentro de este marco. Las escenas del cine sirven siempre de ejemplo para estas cuestiones técnicas de la narrativa porque muchas de ellas se tomaron de él. Un personaje que se despierta bruscamente en medio de una pesadilla; intenta encender la luz y no hay energía; está sudando, pero tiene escalofríos y una sensación de angustia le oprime el pecho; escucha un trueno en el preciso momento que empieza a llover. Todo esto, junto, crea el ambiente -la atmósfera- ideal para que algo malo le suceda.

Esto es lo que hace Ruiz Zafón a lo largo de toda la novela. Desde la entrada de su personajes en el Cementerio de Libros hasta el desenlace final. Una atmósfera que cambia de registro según el cambio de género por el que transcurre la historia y que no son más que las piezas que al final se unen para formar la gran atmósfera del verdadero género en el que, creemos, se inscribe La Sombra del Viento. Pero eso lo veremos más adelante.

Carlos Ruiz Zafón


Vidas Paralelas

Es a esta altura de la novela cuando Daniel redescubre a Bea -la conoce porque es la hermana mayor de su mejor amigo-. Sobre la relación amorosa que va a establecer con ella y la historia que encierra la pluma Montblanc Miensterstück "de Víctor Hugo" -dato dado inocentemente casi desde el principio- se integra en el argumento un nuevo y definitivo giro. Se inicia a partir de este momento dos líneas de acción que irán en paralelo y simultáneo: la búsqueda y encuentro de Julián Carax reconstruyendo su trayectoria vital cuyas pistas nos van a llevar hasta la "historia de amor" entre éste y Penélope Aldaya. Y la "historia de amor" entre Daniel y Bea.

Desde este punto, y hasta el final de la novela, con una sólida construcción y una hábil estrategia, todos los temas antes planteados van a ir relacionándose unos con otros hasta confluir para revelarnos el misterio que se encierra tras La Sombra del Viento.

 Una Moderna Construcción Gótica

 Sólo en las últimas páginas descubrimos el misterio, y éste le da sentido y unidad a la trama y la define como una novela modernamente gótica.

El argumento puede resumirse así:

Julián Carax es en apariencia hijo de un sombrerero y de su esposa, llevan la precaria vida de la clase media barcelonesa de la postguerra hasta que aparece en su vida Ricardo Aldaya, dueño de una importante fortuna, perteneciente a la gran burguesía catalana y padre de Penélope. Éste descubre en Julián a un joven inteligente y talentoso por lo que decide tomarlo bajo su protección y sufragarle sus estudios en el mismo colegio al que va su hijo Jorge. Julián y Jorge se hacen muy buenos amigos y ambos forman, junto a otros compañeros, un círculo de amigos. Pero cuando Julián conoce a Penélope, ambos se enamoran apasionadamente; fruto de ese amor, ella queda embarazada por lo que deciden huir juntos a París, pero la mujer no aparece en la estación. El padre de Penélope, al descubrir lo sucedido, encierra y aísla a su hija y no sólo eso, se niega a ayudarla en el parto por lo que madre e hija mueren. Hace esto porque sabe que Julián es hijo suyo, fruto de una relación adulterina con la madre de Julián antes que ella se casase con el sombrerero. Julián, en París, vive en la creencia de que Penélope ha dejado de quererlo, empieza su carrera como escritor y guarda la esperanza de regresar a Barcelona para intentar ver una vez más a su amada. Pasados unos años regresa y se dirige a la casa de los Aldaya, pero para ese tiempo la familia ha caído en la ruina y la casa está deshabitada. Una noche decide entrar en ella y es entonces cuando descubre que su amada y la hija que iba a tener han muerto porque encuentra las tumbas en el sótano. Esto lo trastorna y en su locura decide acabar con todos los ejemplares de las novelas que ha escrito quemándolos.

A esto sólo falta agregar que el inspector Fumero era el hijo de los guardas del colegio y que también estaba enamorado de Penélope; por está razón y por las rencillas de adolescentes que tuvo con el grupo de Julián y sus amigos, lo odia. Todos esos años ha estado buscándolo para vengarse de él. Lo cree muerto hasta que las pesquisas de Daniel lo ponen de nuevo en la pista.

Román Álvarez Rodríguez en su libro Origen y Evolución de la Novela Histórica Inglesa (Ediciones Universidad de Salamanca, 1983) analiza la novela gótica como un antecedente de la histórica y define las características de la primera de esta manera:


"Las fuerzas de la naturaleza se desatan en forma de tormenta y vendavales sobre unos parajes desiertos en unos casos, helados en otros, salpicados de ruinas los más, y refuerzan la violencia de las escenas y los sentimientos de los personajes. Estos experimentan las sensaciones más variadas, siendo una de las más comunes el horror, entendido como miedo acompañado de aversión hacia la causa originaria que lo produce. No falta la Venganza, ni el incesto, ni la violencia relacionada con el sexo -cuyas manifestaciones eróticas y sadomasoquistas han sido de relieve por los críticos de la escuela freudiana-, ni la idea de la mujer perseguida, que se repite con insistencia en muchas novelas, ni la represión en mayor o menor grado, tanto por parte del héroe como de la heroína -existe siempre gran temor a tratar con claridad el tema sexual-, ni los tratos e intercambios con los poderes maléficos. Las escenas de padres que en las circunstancias más dramáticas reconocen a sus hijos son también tema favorito." (Págs. 20-21)

Como se puede apreciar en La Sombra del Viento, la venganza, representada por el siniestro inspector Fumero, es un sentimiento que arrastra desde la adolescencia; el incesto, el tema principal de la novela, es el motivo desencadenante de toda la acción y al cual acompaña esa sensación de horror que se produce por ser la "causa originaria" de todos los sucesos negativos; la idea de mujer perseguida, Penélope, sobre quien recae el castigo de un "pecado" del que es inocente, pero existente en el interior de la trama y Ricardo Aldaya reconociendo a su hijo en el extremo del incesto. Todos estos temas, para constituir una novela gótica, deben fundirse en torno a un último elemento sobre el cual ya nos referimos y que Román Álvarez Rodríguez define de esta manera:


"De todo lo mencionado puede colegirse que el conjunto de recursos está en función del logro de un ambiente global, de una atmósfera surgida de la feliz combinación de estos elementos".(Pág. 21)

Recreando los universos asimilados de la literatura universal y aportando su visión del mundo, Carlos Ruiz Zafón ha logrado crear en esta novela un universo propio y singular, dejando entre quienes la han leído la secreta certeza de que en alguna de las viejas plazas del barrio gótico de Barcelona, tras una sólida puerta de roble, se encuentra el Cementerio de los Libros Olvidados. Esto no es confundir la realidad con la ficción, es compartir los sueños de un buen escritor. Esa es la virtud de la buena literatura.

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15 de septiembre de 2005

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