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M. Elvira Núñez | Nelly André

El conflicto fronterizo en un cuento de María Elvira Núñez Muñoz 

                                                                                            « El amor no sabe de fronteras » (Muñoz, 2003:14)

Por Nelly André

Universidad de Le Mans, Francia


 


« Se ha prendido la hierba dentro del continente, 
las fronteras se besan y se ponen ardientes » 
Silvio Rodríguez

 

« La literatura, como parte de la superestructura de la sociedad, refleja todos los conflictos económicos, sociales y políticos de una época determinada » (Castro Arrasco, 2005). Así se caracteriza la literatura según Dante Castro y define el cuento de María Elvira Núñez Muñoz que nos cuenta unos « días y noches de amor y de guerra » para parafrasear a Eduardo Galeano, una historia transfronteriza cuyo vaso comunicante es un niño, ese fruto de la historia de amor entre Martín Carrión, un ecuatoriano y, Olinda, una peruana, entre Huaquillas (Ecuador) y Tumbes (Perú). 

María Elvira Núñez Muñoz (1965) es una profesora y escritora peruana cuya obra para niños fue reconocida por la Biblioteca Nacional del Perú. Ha obtenido el primer puesto en el concurso regional organizado por Radio Marañón en Cuentos de Frontera con el cuento « Amor en tiempos de guerra ». En este primer volumen, Carlos Mora, director del programa Frontera Selva, afirma que los cuentos representan « un nuevo producto de la paz y la concentración, desarrollado en el marco de los Acuerdos de Paz firmados entre Perú y Ecuador en octubre de 1998 » (Harman; Mora, 2003:7). Paco Muguiro Ibarra, director de Radio Marañón, añadirá en el segundo volumen que

 

estos cuentos han nacido del interés y la voluntad de dos pueblos, que quieren volver a restablecer las relaciones que existieron entre ellos, antes de los conflictos armados. Han sido poco más o menos cincuenta años de conflicto, pero en esos 50 años, unos y otros nos hemos dedicado no solo a impedir las relaciones normales entre estos dos pueblos vecinos, sino a destruirlas y a hacer nacer, en lugar de entendimiento, odio. Las bombas, las balas, los tanques, destruyeron lo físico. Pero anteriormente a estos tanques y estas bombas, a nivel político y social se habían roto, destruido, las relaciones e intentado sembrar el odio, que hiciera posible los tanques y las bombas (Ibarra, 2004:7). 

            María Elvira Núñez Muñoz  toma el partido de acercarse a diferentes disciplinas y cruza la frontera que divide tradicionalmente la literatura y las ciencias sociales o mejor dicho arte, cultura y política. Establece así puntos de contacto entre la literatura y otros discursos, otras realidades. Utilizar el espacio fronterizo para hablar de sentimientos realza esa voluntad de hermandad entre ambos países.

Ahora bien, al reflexionar sobre la noción de frontera, no podemos soslayar que la frontera limita y delimita, separa y une. Constituye una separación entre un antes y un después, un aquí y un allá, yo y el otro. Fuente de conflictos y tragedias, la frontera geopolítica condiciona la existencia de naciones y conforma, en el caso del conflicto peruano-ecuatoriano, la noción lacaniana de historia o sea el hecho de que la historia es el pasado en tanto se historiza en el presente (Zavala, 1996).

               En América Latina, las fronteras se delimitaron según un principio jurídico, el «uti possidetis», «según el cual les correspondían los mismos territorios que la corona española poseía en el momento de la independencia, lo que les condujo a situaciones de enfrentamientos ocurridos durante los siglos XIX y XX (…)» (Vieira Posada, 2008:59).

              Las relaciones entre Ecuador y Perú encuentran una perfecta definición en el antiguo proverbio romano «si vis pacem para bellum» (si quieres la paz, prepárate para la guerra). La frontera entre estos dos países fue objeto de numerosos conflictos armados ya desde la creación de los estados-naciones con tres hitos en 1858, 1941 y 1995 pero con tensiones permanentes e incidentes bélicos.

            Según María José Prado, Lorena Pujó y Mercedes Salusso, las aspiraciones ecuatorianas datan de la época colonial y de una expedición de 1542 que dirigió el capitán español Francisco de Orellana. Así,

 

Ecuador reclama “acceso territorial directo y soberano” a los ríos Marañón y Amazonas, puntualizando que la expedición […] para descubrir el Amazonas partió de Quito, atravesando luego el Marañón. Ecuador también sostiene que las provincias de Tumbes, Jaén y Maynas le pertenecen, basándose en reclamos que se produjeron en la época del Virreinato (Prado; Pujó; Saluso, 1996).

             Miguel Gutiérrez afirma, en el prólogo a la novela Tierra de Caléndula de Gregorio Martínez, que «el surgimiento y desarrollo de una forma artística no se debe a razones estéticas o puramente inmanentes, sino a complejas razones histórico-sociales» (Kohut, 1998: 39). Entonces, como lo subraya Fernández Bravo, «¿por qué emplear un texto literario para capturar representaciones espaciales del territorio y por qué esas imágenes del paisaje son empleadas a su vez para representar una cultura, identificando con ellas rasgos de la identidad nacional?» (Fernández Bravo, 1999:10).

Los acontecimientos de la guerra fronteriza entre Ecuador y Perú, los ecos de la historia,  ya fueron tratados en la literatura peruana.

               

El conflicto fronterizo de 1941 fue tratado no sólo por Julio Ramón Ribeyro en «Los Moribundos», en el que este conflicto aparece tal un decoro que viene perturbar la vida familiar, sino también por Mario Vargas Llosa en La ciudad y los perros, novela en la que se describe la mentalidad militar peruana y se critica ferozmente el militarismo: 

-          Si algún día tuvieran que pelear de veras –dijo el capitán, éstos serían desertores o cobardes. Pero, por suerte para ellos, acá los militares sólo disparamos en las maniobras. No creo que el Perú tenga nunca una verdadera guerra.

-          Pero, mi capitán – repuso Gamboa –. Estamos rodeados de enemigos. Usted sabe que el Ecuador y Colombia esperan el momento oportuno para quitarnos un pedazo de selva. A Chile todavía no le hemos cobrado lo de Arica y Tarapacá.

-          Puro cuento –dijo el capitán, con un gesto escéptico –. Ahora todo lo arreglan los grandes. El 41 yo estuve en la campaña contra Ecuador. Hubiéramos llegado hasta Quito. Pero se metieron los grandes y encontraron una resolución diplomática, qué tales riñones. Los civiles terminan resolviendo todo. En el Perú, uno es militar por las puras huevas del diablo.

-          Antes era distinto –dijo Gamboa (Vargas Llosa, 2010:205). 

Con tono humorístico, a veces sarcástico, Alfredo Bryce Echenique utiliza también el recuerdo del conflicto fronterizo para hablar de la inutilidad del ejército peruano. Muy a menudo Bryce Echenique ironiza, en sus escritos, toda forma de poder en América Latina, así como la corrupción del poder.

 

También durante el gobierno de Manuel Prado Ugarteche, el Perú salió airoso de una de esas guerras fratricidas que han hecho que los latinoamericanos se conozcan poco y mal, lo suficiente para odiarse, muchas veces. El país se lanzó a una guerra fronteriza con Ecuador, y hubo héroes y mariscales. Aunque tampoco faltan los mal pensados que hablan de un fatídico autogol, de esos tan típicos en el fútbol peruano. Un avión habría sobrevolado una ciudad enemiga, según la siniestra versión, lanzando con tal fatal como perfecta puntería la bomba que mató, mientras leía tranquilamente el periódico en el patio de su casa, a un ciudadano peruano residente en el Ecuador. ¿Héroe o mártir?, that was the question (Bryce Echenique, 2001:430).  

 

Por eso Miguel Gutiérrez habla de picaresca para caracterizar los relatos del conflicto fronterizo de 1941. 

Otro tiempo, misma guerra: María Elvira Núñez Muñoz describe, desde las primeras líneas del cuento «Amor en tiempos de guerra», la inutilidad de los militares en el conflicto fronterizo de 1995, además de su crueldad y su estupidez. Desacredita las causas del conflicto hablando de «guerra absurda» (Nuñez Muñoz, 2003:10) en la que la población no tenía nada que ver pero estaba involucrada desde siempre y sufría las consecuencias tanto económicas como personales. María Elvira relata la actitud de los militares peruanos delante de un espectáculo de amor familiar, ese intento de mantener vínculos amorosos y paternales pese a la separación fronteriza. Frente al miedo y al dolor del niño que debe dejar a su madre para ir a ver a su padre, cruzando un puente y llevando una carta, se opone la actitud e insensibilidad de los militares, un nuevo ejemplo de lo absurdo del conflicto.

 

Taciturnos, los soldados observaban la escena que a fuerza de ser constante había llegado a serles familiar. Uno de ellos, exasperado por la candidez del niño y queriendo hacer gala de agresividad se acercó a él y leyó con descaro el papel que el pequeño llevaba doblado en la diestra. Una sonrisa irónica afloró en sus labios cuando terminó de leer el manuscrito. Sin contemplación, con menosprecio gritó.

_ ¡Amor! ¡Cartas de amor en tiempos de guerra! –y dirigiéndose a la madre del niño le merepó violentamente – ¿por qué no te enamoras de un peruano? ¡Deberían fusilarte por traición a la patria! (Nuñez Muñoz, 2003:9). 

Presenta a los militares casi como verdaderos machos insultándose para conquistar a una mujer, rivalizando no con las armas sino con la hombría. No parece importarles el destino de su país sino el valor del hombre puesto que el saber que una mujer peruana pudiera enamorarse de un ecuatoriano les enoja. Para los militares peruanos, es una traidora; debería probar su patriotismo, su peruanidad quedándose en el Perú y casándose con un peruano. Para los militares ecuatorianos, es un orgullo y una prueba de su virilidad y superioridad: « ¡Así somos los ecuatorianos! ¡Las peruanas no pueden olvidarnos!» (Nuñez Muñoz, 2003:10). Los soldados de ambos bandos se insultan y se ponen nerviosos lo que provoca temor en la gente que huye dejando a la pareja con hijo sola en este lugar estratégico porque «fueron los únicos civiles que no huyeron, se quedaron frente a frente con el alma en vilo, dispuesto a morir si era preciso en aquella guerra absurda» (Nuñez Muñoz, 2003:10). Como lo afirma la sobrecubierta de la película La promesa (2013) de Juan Carlos Ambrosio: «Nada en el mundo iba a impedir que cumpla su objetivo». A cada encuentro, esta familia se enfrenta y vence «la tenebrosa amenaza diaria de la guerra» (Nuñez Muñoz, 2003:11). Pero es una victoria de corta duración porque se impacientan los militares tanto peruanos como ecuatorianos y un soldado ecuatoriano exige que «el niño vuelva a su país» (Nuñez Muñoz, 2003:11) y este eterno vínculo entre ambos países tiene que cruzar otra vez el Puente Internacional. 

El 8 de febrero de 1995, Mario Vargas Llosa escribió una tribuna en la que denunciaba también «la guerra absurda» entre Ecuador y Perú. En tiempos de integración regional y con tantas similitudes («misma geografía», «historia común», «mismas razas», «problemas políticos, económicos y culturales intercambiables»), «que […] ambos países se hallen entrampados en un conflicto armado […] dice mucho sobre los estragos que la miopía nacionalista seguirá causando todavía por buen tiempo en América Latina» (Vargas Llosa, 1995). Cada gobierno defiende sus propios intereses exagerando o mintiendo a veces. Mario Vargas Llosa afirmó que


Como es sabido, al igual que en 1981, cuando hubo también una escaramuza militar en esta zona, el pretexto han sido los 78 kilómetros de frontera que aún faltan por demarcar, de los 1.600 ya delimitados, con aquiescencia de ambas partes, según el protocolo de Río de Janeiro firmado por Perú y Ecuador en 1942, aprobado por los Parlamentos de ambas naciones y sancionado por cuatro países garantes: Estados Unidos, Brasil, Argentina, Chile (Vargas Llosa, 1995). 

Según Vargas Llosa, que bien conoce esta región por haberla estudiado y descrito en su novela La casa verde, «esta tierra nunca fue ecuatoriana» (Vargas Llosa, 1995). 

Este conflicto fronterizo de 1995, también llamado «la guerra del cenepa», se gestó por la distinta interpretación que los dos países le dieron a la aplicación de un Tratado de Paz firmado en 1942. Según David Scott Palmer, fue la confrontación más seria y más violenta de las 21 confrontaciones militares ocurridas desde la firma de este tratado (Scott Palmer, 1999:32).

 

La literatura en relaciones internacionales sobre el viejo conflicto entre Ecuador y Perú tiene literalmente miles de textos que describen las razones históricas y legales argumentadas por ambos Estados para apoyar sus tesis territoriales y negar las ajenas. Pese a esta abundancia, ni la historia oficial ni la racionalidad jurídica de los países, que ofrecen interpretaciones completamente distintas de los mismos hechos y documentos del pasado, han sido eficientes instrumentos analíticos o puntos de partida para una eventual solución. Son, en cambio, el telón de fondo de las percepciones del «otro» y de los valores y creencias que animan el conflicto (Bonilla, 1996:30-40). 

Según María José Prado, Lorena Pujó y Mercedes Salusso, se puede dividir este conflicto en dos etapas: el «enfrentamiento armado» que empezó el 26 de enero de 1995 hasta la Declaración de Montevideo del 28 de febrero de 1995; el «proceso de negociación» que se finalizó con una nueva demarcación el 24 de octubre de 1998 (Prado, Lujó, Saluso, 1996:28).

 En el cuento de María Elvira Núñez Muñoz, los militares se han puesto a la frontera y han cerrado el Puente Internacional desde el primero de agosto de 1998, día en que la familia quedó separada. Tras la declaración de Itamaraty el 17 de febrero de 1995, que proponía la desmovilización, y la de Montevideo (28 de febrero) que marcó el alto al fuego, empezó años de negociaciones.

Se afirma que «cada veintinueve de enero, los ejércitos del Perú y Ecuador encontraban la forma de mostrar su disconformidad con el Protocolo de Río, sembrando temor en la población fronteriza» (Nuñez Muñoz, 2003:13); lo que revela largas y difíciles negociaciones para alcanzar la paz entre ambos países. Recuerda aquel 29 de enero de 1995, día en que dos helicópteros peruanos fueron destrozados por misiles ecuatorianos, según relata el periódico El Comercio; día de las primeras muertes en este conflicto.

Durante casi tres meses, la familia fue separada a causa de una visita de Olinda con su hijo a sus padres. Quizás mejor decir que fueron separados gracias a esta visita porque el día en que cerraron la frontera, «aquel que se quedó en el país equivocado sufría inconcebibles agravios y persecuciones de los servicios de inteligencia de cada uno de los ejércitos en conflicto» (Nuñez Muñoz, 2003:11). Así, Martín se quedó más tranquilo al saber que su familia estaba en seguridad y prefirió verlos a rato porque bien sabía que, cerrada o no, la frontera seguía siendo una zona de intercambio humano.

 

La frontera define territorios, la frontería dibuja paisajes; la frontera fija identidades, la frontería abre relaciones; la frontera delimita espacios, la frontería articula lugares. La frontera tiene estatuto jurídico, militar, penal, la frontería habilita prácticas; la frontera legisla la razón de Estado, la frontería es indiferente a la Nación; la frontera es marca de la Historia, la frontería habilita memorias fragmentarias (Trigo, 1997:81). 

Durante estos tres meses, el niño tuvo que cruzar el Puente Internacional hasta esta noche del 26 de octubre y esta celebración de la paz; noche en la que el Puente Internacional fue testigo de una gran alegría, el espectáculo del reencuentro de familiares o amigos, ese «ser querido que la guerra alejó» (Nuñez Muñoz, 2003:14).  Se redescubría el sentimiento de hermandad y «una vez más el amor había vencido al odio» (Nuñez Muñoz, 2003:15). Olinda y su hijo cruzaron por última vez el Puente Internacional para abrazar a Martín y quedarse a vivir con él porque, definitivamente, «el amor no sabe de fronteras» (Nuñez Muñoz, 2003:14).

 

BIBLIOGRAFÍA

 

 

Nelly André. Francesa, doctora en Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Orleans, miembro principal del grupo de investigación SAL (Seminario América Latina, laboratorio CRIMIC), Universidad París-Sorbona-París IV.

Actualmente, imparte clases de literatura hispanoamericana en la Universidad de Maine (Le Mans).

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