Cartas a su madre

CORRESPONDENCIA CON SU MADRE MARÍA LUISA FERNÁNDEZ


París, 27 Noviembre 1930

Mamacita mía adorada:

Mucho me extraña que no haya recibido carta mía pues le he mandado por lo menos cuatro en el espacio de un mes y en una le hablo largo sobre su novela. Reclame esas cartas. Ahora que Blanca Saldías es amiga del director del correo reclámelas y si no se las dan cobre los veinte pesos de multa pues todas iban certificadas y yo poseo los recibos. Seguramente que en esos días de revueltas allá, leían todas las cartas que llegaban del extranjero, pero esa Censura de salvajes debe ser tan imbécil que ni siquiera cierran las cartas después de leerlas como lo hacen en Europa y las dejan seguir a sus destinatarios. Allá deben botarlas. Son tan bestias y ni siquiera saben imitar al europeo, a pesar de que tanto les interesa.
Los fetiches negros no han sido vendidos todos, ya lo sé, y Ud. puede haber visto algunos en casa de Manuelita, pero los mejores fueron vendidos y está Ud. equivocada.
Conozco perfectamente el carácter de todos Uds., conozco el de Manuelita y conozco el suyo. Es Ud. quién parece ignorar el de los demás. No dudo que Ud. trate de adivinarles el pensamiento a todos los suyos y adivinar lo que pueda faltarle a cada cual, de lo que dudo es de que se los adivine o aquellos se dejen adivinar.
Así puede creerme que no me da ningún placer lo que me cuenta de Cacó1 que se pasa pidiendo trajes y sombreros con todo desenfado. Me da una profunda pena y sólo la ingenuidad propia de sus años le hace perdonable semejante cosa. Yo recibo dinero de Uds. y el recibirlo me duele lo que Ud. no se imagina, a pesar de que sé que Uds. a su vez lo recibieron de sus padres y que todo el mundo más o menos está en el mismo caso, sin embargo no puedo impedirme un sentimiento de humillación. Veo con delicia acercarse el movimiento de la igualdad en el Mundo. Lo único que me perturba es pensar en lo que sufrirán Uds. y lo que pudiera pasarles en los años de lucha y de trastorno que se nos vienen ya encima. Para qué quiere que le hable de mí y de mi salud. Eso no tiene importancia. ¿Qué importancia puede tener un hombre hoy que por primera vez en la historia se plantea sobre el tapete del Mundo el problema del hombre? ¿Es que están ciegos Uds. allá en América o están sordos? ¡Qué le importa mi salud al mundo cuando se trata de la salud de todos los hombres! ¡No sienten Uds. la espantosa borrasca que se prepara? Tal vez es mejor así. No sienten nada, duermen en paz, por lo menos el tiempo que aún puedan dormir.
       Preguntarme si existen para mí es algo absurdo. Se ve que no ha recibido mis cartas. Tanto viven para mí, tanto existen, que sólo pienso en el modo de salvarlos y porque sé las cosas que ustedes no saben es que trato de esconderlos en un rincón del Mundo en donde puedan esperar que pase el Diluvio. ¿Comprende ahora? Comprende por qué les hablo en tres o cuatro cartas de Angola. Ofelia, el Mundo se pone negro, Ofelia vete a un convento. Mamá, váyanse todos a Angola o a una isla perdida en el Pacífico. Pronto, pronto, mañana será tarde.
       Me habla de la frialdad de Manuelita y dice que nunca ha comprendido esa actitud de quien Ud. quiere como hija. Es Ud. poco psicóloga, mamita. Cuando se escriben novelas del género que a Ud. le gustan, hay que tener la sicología en la piel y si no hay que estudiarla día y noche. Manuelita tiene la idea subconsciente clavada en la cabeza de que Ud. es la causa de todo lo que a ella le ha pasado por el hecho de habernos sacado de Europa, de habernos venido a buscar y haber desviado nuestro camino. Esto es claro como el agua. Poco antes de partir, Manuelita dijo una vez a Thompson y a Anita Pena: «No comprendo con qué objeto María Luisa viene a cortarle la carrera a Vicente. De esto verán Uds. lo que resultará. Vicente no tiene nada que hacer en Chile y no nació para Chile». En otra ocasión se le escapó en Santiago esta frase y yo se la oí: «Aquí todos se dicen muy creyentes en Dios y no hacen otra cosa que cambiar las rutas que Dios señala». Bastan esas dos frases para revelar a cualquiera todo un estado de alma. Ella piensa que si Ud. no me hubiera sacado de París no habría pasado nada en nuestro hogar, que todo seguiría su ruta normal y que yo sería un gran personaje de las letras, más conocido y más célebre en el mundo entero. (Lo que a mí no me interesa.) Esto es lo que hay en el fondo de su alma que la acusa a Ud. de egoísmo.
Yo creo que se equivoca, creo que yo debí ir a América, que debí meterme en política, que debí hacer todo lo que hice y que esto ha sido un gran bien para mí y así debía ser fatalmente. Lo único que me duele es la educación de mis hijos allá y no en Europa. ¿Por qué? Porque yo mismo no puedo tener ningún respeto y ninguna esperanza por gente educada en la araucanía, así sean mis hijos. Forzosamente tendré que sentirlos inferiores, aunque no quiera, tendré que hablar con ellos como se habla con gente de otra raza, por mitades, como ellos hablarían con el hijo de la llavera que se educó en el liceo de Chimbarongo. Esto es forzoso y no esa culpa ni mía ni de ellos. Y lo que es peor ya no tiene remedio, ni es tiempo de cambiarlo. Pero yo tendré otros hijos y esos se educarán aquí, pase lo que pase, se educarán aquí. Un padre debe tener cierto respeto por sus hijos, esto es esencial para el cariño. ¿Cómo yo voy a tener respeto por hijos míos  educados en Chile? Ud. comprenderá que esto es imposible. Podré quererlos, claro está, maternalmente como un león quiere a sus cachorros, pero con un pero, eternamente con el pero de no concederles ninguna beligerancia espiritual, de sentirlos en un plano inferior. Tendrían que ser enormes genios, y esos no se dan todos los días, para cambiar su situación.
Abrazos a todos y muchos cariñosos recuerdos. Besos a mis hijitos y para Ud. el alma de su hijo
Vicente



París, 7 Abril 1932

Sra. Luisa Fernández de G. Huidobro
Mamacita adorada,

En qué maravillosa inconsciencia viven ustedes en Chile. Lo único que ahora puedo decirle es que no se olvide que desde el año 1929 le he dicho y repetido en diferentes cartas que pusieran un poco de dinero en Europa y que se compraran una tierrecita en cualquiera parte aislada del mundo. Cuando llegue el momento y sea tarde no me diga que no le advertí o que no recibió mis cartas, pues fueron muchas y guardo copia de ellas.
En cuanto al asunto de mi mensualidad, no he recibido un céntimo por este mes de abril y el banco no quiere pagarme ni prestarme nada. Tampoco he recibido los mil francos que dice me envió por barco y como Ud. tiene la manía de no fechar sus cartas, no puedo reclamar pues no sé cuándo o más o menos cuándo salió de Chile la carta que me anuncia como recién enviada. Para este asunto de mi mensualidad no veo más solución que éstas; una de éstas a elegir:
1. Que me envíen vino a Holanda, al consulado de Chile en Rotterdam y a mi nombre. El cónsul ya está advertido. Es falso que haya que conseguir del Control permiso para no enviar allá el dinero de la venta aquí. Perico Vergara recibió tres mil cajones de manzanas de Chile, las vendió en París y nadie le ha pedido nada de Chile, y seguirán enviándole. -Además yo naturalmente que les enviaré el dinero de lo que se gane fuera de lo que yo deba tomar para mí. Así es que este será negocio para Uds.
2. Irá a verla con una tarjeta mía un ingeniero francés, el Sr. Givandant que va a casarse a Chile y que tiene plata en la Argentina y podría mandármela, -lo correspondiente a lo que Uds. le fijen allá, por intermedio de un banco, es decir de un modo seguro.- Esta solución es la que menos me gusta.
3. Don Horacio Oportot, un respetabilísimo caballero chileno que vive en Milán se va a Chile. Le sobraron unas liras y estaría dispuesto a dejarme a mí lo que Ud. le pidiera de allá. Naturalmente que yo no necesito todo, pues él debe tener aquí en Europa unas cincuenta mil o sesenta mil liras, pero de eso él puede dejarme a mí algo, otro poco creo que le dejará a Roberto Suárez que lo han nombrado Cónsul General sin aumentarle el sueldo de simple cónsul y está desesperado. Esta solución fue ideada por Roberto.
Es casi mejor que el Control no caiga porque si cae ¡a dónde irá a parar el peso y que pasará en ese pobre país? Vaya Ud. a saberlo. El pánico de los inconscientes es el peor de los pánicos.
Hace una eternidad que no recibo carta suya. Yo le escribo en casi todos los correos aéreos, es decir todos los viernes. Si no las recibe reclame, proteste. ¿Es que hay allá censura o no la hay? Que declaren esto francamente por los diarios. Hay que obligarlos. Son unos sinvergüenzas.
Mi situación es cada día peor. Ya no sé qué hacer. Ninguna casa editora paga, ni las inglesas, ni las francesas, ni las españolas, ni siquiera las yankees y gracias que publican mis libros obligados por los contratos.
Aquí y en toda Europa y Norteamérica la crisis es algo trágico. Más de treinta millones de desocupados y las caras de hambre que dan miedo. Nubes de mendigos -aquí que está prohibida la mendicidad- ¿A dónde irá a parar todo esto?
Tanto que les advertí y desde hace tanto tiempo. Pero, ¿para qué creer a los que ven? Es tan antipático ver más lejos y más claro que los demás.
A mi papá todo mi cariño en un inmenso abrazo. Lo mismo a las hermanas y los suyos. A los míos que los adoro como siempre y que ardo en ansias de tenerlos en mis brazos. Para Ud. todo su hijo en cuerpo y alma.
Vicente


Vengo llegando del entierro de la pobre Marie Blanchard que tanto quería a todos los míos y que tenía un talento y un alma extras en un cuerpo tan poco favorecido. Fue un entierro tristísimo, como de drama romántico, aunque estaba todo lo mejor de París, pues llovía terriblemente y granizaba con un viento que azotaba la cara. Lipchitz, que iba a mi lado, lloraba como un niño y Picasso me decía: «como va disminuyendo nuestro grupo, nuestro primer grupo batallador y heroico, cuan pocos quedamos ya y en tan pocos años, tantos muertos: Apollinaire5, Juan Gris, Modigliani, Pascin, Radiguet, Satie, Bell y ahora la pobre María». A lo mejor resulta que el próximo soy yo pues fui al entierro bastante agripado y estoy con un poco de escalofríos. De aquí me voy a la cama.



París, 1 de mayo 1932


Mamacita adorada:

Yo no escribo de un modo hiriente sino cuando contesto a los pinchazos que usted me manda en sus cartas. Raras veces me irrito y casi siempre sólo al ver que Uds. no quieren abrir los ojos y que no se dan cuenta de nada de lo que pasa y va a pasar en el mundo. Es decir, me irrito por cariño, porque los quiero y sólo pienso en el modo de salvarlos o de prepararlos para lo que pueda pasar. Aparte de esto sólo vivo pensando en Ud., en mi papá y en los míos. (Aunque siento el bloque que la familia ha formado contra mí).
Con 1.800 pesetas de mi tío Ismael y las 500 que me prestó Pablo de Rivera tuve que pagar: mes y medio de estadía en Madrid, al abogado que me representó como acreedor de la Ciap, varias escrituras judiciales, varias diligencias que hubo que hacer para retirar del secuestro cinco libros míos manuscritos -de suma importancia para mí- y luego viaje de regreso a París. No olvidando Ud. que la peseta ha caído y que nadie la quiere en el extranjero, comprenderá la razón de mis apuros.
Los mil francos de los que Ud. me habla en sus cartas anteriores y en esta última -recibida hoy 1º de mayo- no se quemaron pues la correspondencia de ese avión se salvó y yo recibí su carta con un timbre que dice salvada del accidente pero sin un céntimo adentro, al contrario en ella me dice Ud. que por barco me manda mil francos. No comprendo nada. Ahora Ud. me dice otra cosa. Además no me cabe en la cabeza que Ud. me vaya a mandar mil francos por avión. Apenas lo comprendo en carta muy certificada y bajo dos sobres gruesos.
Tengo muchas ganas de ir a verla, de abrazarla y tenerla entre mis brazos horas de horas. De ver a mis hijitos aunque sé que ya les importo bien poco. Estoy seguro de que yo tengo más ganas de verla a Ud. que Ud. a mí y que yo pienso más en Ud. que Ud. en mí.
Tanto pienso en verla y tantas ganas tengo que últimamente a un grupo de jóvenes y amigos míos que me pedían que yo fuera director de una revista que piensan sacar, les dije que si aceptaba sólo aceptaría por dos o tres meses pues pienso partir a América muy pronto. Y era un asunto que a mí me convenía porque aunque no me pagaban sueldo, esa revista meterá bulla y me servirá aunque sólo sea para poder decir muchas cosas que quiero decir y que hay que decir. No me pagarán sueldo porque me dan un tanto por ciento, es decir sueldo ficticio, pues ninguna revista aquí gana antes de uno o dos años de existencia.
Mi papá también sabe que yo lo quiero mucho y desde luego mucho más que él a mí. Dele un beso y un abrazo mío muy largo. A mis hijitos idolatrados que sólo pienso en ellos y para Ud. toda el alma de su hijo que la adora.
Vicente



6 de mayo.
Espero los vinos para Holanda. Avíseme por carta cuando salgan de allá y que no se les olvide mandarlos a la dirección indicada a mi nombre y en la forma indicada. En cuanto se vendan yo les mando el dinero a Chile fuera de la comisión que partiremos a mitad entre el cónsul de Chile en Rotterdam y yo.
Alberto Zavala el representante de la compañía frutera chilena en Europa está haciendo gran negocio, vendiendo frutas chilenas de un modo increíble, es un hombre de esfuerzo y gran mérito. Me dijo que conocía mucho a Adolfo Mujica. Véndale a su compañía los frutos de sus campos, (frutos, tomates, cebollas, lentejas y sobre todo piñones que yo lanzaría fácilmente aquí en el mercado y que aquí nadie conoce pero que gustarían muchísimo). Llegaron 30.000 cajones de manzanas Huidobro y no se vendían pues los compradores encontraban muy raro el tal nombre y no catalogado en ningún libro de manzanas. Entonces yo tuve una pequeña inspiración y les dije que le cambiaran el nombre y como esa manzana tiene gusto a piña le pusieran pomme-ananas. Así lo hicieron, mandaron hacer 50.000 etiquetas con ese nombre y... milagro... se vendieron en tres días 21.000 cajas. De ahí viene mi amistad con Zavala, que además es un hombre excelente y activo como no hay dos.
No le escribo más largo porque tengo que ir a la venta Rostchild, que será una venta de libros muy importante y en donde habrá libros de Apollinaire y otros amigos míos.
Otro beso del alma de su hijo


Me dicen que la situación en Chile está cada día peor y el control cada día más estricto. Si a usted le parece dígame si debo partir a Chile. Acaso sería necesario decidir esto pronto. ¡Cómo está el mundo. Cómo huele el fin de una era y la agonía de toda una civilización fundada sobre mentira y la estupidez humana! ¿No siente Ud. todo lo que viene en marcha?
Créame, mamacita mía, que hay que poner la oreja en la tierra como los indios y oír el mundo, oír el pulso que late en las entrañas de la tierra. Cierto es que los ricos no ven nada ni oyen nada. No recuerdo qué poeta o pensador antiguo dijo que todos vemos el mundo a través de un vidrio que agranda o empequeñece las cosas y que sólo los ricos no ven el mundo porque han puesto una capa de plata detrás del vidrio y entonces el vidrio se les ha convertido en un espejo y sólo se ven ellos mismos. Así es. Uds. no ven ni oyen nada porque no quieren ver ni oír nada, se tapan los ojos y los oídos. Es una solución de avestruz a todos los problemas y es el resultado del egoísmo.



París, 10 de Junio 1932

Sra. Luisa Fernández de García Huidobro
Mamacita adorada:

Me parece que yo debía ir en viaje para Chile o estar allá desde hace algunos días. Hablé y no me oyeron, llamé y no me respondieron, anuncié y no me creyeron. Si yo hubiera tenido aquí un pequeño depósito de dinero o si me hubieran mandado el vino o si el vino viniera en viaje, yo habría podido solucionar esto y tomaría el primer vapor. Pero hablé y no me oyeron, etc., etc.
El banco italiano me dio mil francos, en cambio el Anglo dice no haber recibido ni un céntimo para mí. Para qué entenderse con ese banco idiota y mal organizado. Ellos no tienen derecho a no cumplir inmediatamente las órdenes de sus clientes. Aquí estamos, pues, sin un céntimo, como todos mis compatriotas inteligentes, porque con esos mil francos tuve que pagar la casa. Apenas pueda me mudo de aquí. Sin embargo puede seguirme escribiendo a la misma dirección pues me mandarán las cartas a donde yo esté.
Mi deber sería irme a Chile, trabajar por mi tierra, colaborar a la construcción de mi tierra. Estar con Uds. reconfortarlos a Uds. y ayudar a todo lo que pueda ser el bien de mi país.
Ahora mismo recibo carta de Angola, de los amigos que por mis consejos compraron una hacienda en Angola. Están felices, dicen que eso es el paraíso en la tierra, que sus campos de trigo son una maravilla, que el maíz es estupendo, que hay cacería para hartarse de todo lo mejor. Los otros amigos los que compraron hacienda en Larache también están muy contentos, pero encuentran que el África española está demasiado cerca de Europa y que ya empiezan a ir muchos turistas por esos lados. Sin embargo me abrazan en cada frase y se sienten felices en medio de la paz, lejos del mundanal ruido.
Espero que Uds. no se abandonen al desaliento, que se resignen y se preparen a lo que tiene que venir y de lo cual esto no es sino el primer paso. La historia humana tiene que seguir su curso, la dialéctica histórica es inmutable e imperturbable.
A mis hijitos adorados que ahora más que nunca les repito lo que ya les he mandado decir tantas veces, que estudien oficios técnicos: ingeniería, electricidad, arquitectura, medicina, agronomía, lo mismo los hombres que las mujeres. A Manuelita12 que si me necesita que me mande llamar. Ella sabe que puede mandar sobre mi corazón con su corazón (única ley de los antipáticos rebeldes).
A todos los míos mil besos y mi alma entera que siempre está junto a ellos.
A mi papacito que sabe cuanto lo quiero y por lo tanto debe adivinar como me gustaría estar junto a él. A las hermanas y hermanos y todos los suyos mi cariño y mis recuerdos y que no hagan locuras. Para Ud. un beso más grande que los mares que nos separan.
Vicente