El color de las intenciones

Por Mario Suárez Simich *
(Madrid, España. OM)

Jorge CoaguilaRealizar una selección implica, de una manera u otra, un riesgo que aceptamos de manera voluntaria y otro involuntario que pone en evidencia nuestras limitaciones, gustos o tendencias. Es por esta razón que las antologías o las selecciones de ensayos son siempre un blanco fácil para todo tipo de críticas, muchas de las cuales resultan ser interesadas, por lo que hay que tratar de tener los criterios muy claros cuando se reseña un trabajo de este tipo.

En este sentido, Jorge Coaguila nos ofrece en El color de la tierra (Lima: Jaime Campodónico/editor, 2005) una visión sobre la novela peruana en la que se encuentran implícitas y explícitas muchas de las concepciones que son ahora motivo de polémica en la narrativa peruana y que son necesarias señalar y apostillar.

Dentro del gran desarrollo que desde los años 80 vive la novela y la narrativa del Perú en general, se han ido gestando diversas corrientes que intentan reformular y explicarla desde sus orígenes con un sentido de continuidad. Una de ellas propone una especie de "desmitificación" de la narrativa indigenista tradicional y una infravaloración de lo que se denomina narrativa andina. Es el punto de vista de La utopía arcaica.

Existe un complejo desarrollo social que nutre y permite hacer evolucionar el indigenismo de ayer a la narrativa andina de hoy, pero es un mismo proceso y en ese sentido es necesario entenderlo, será también el desarrollo social el que haga evolucionar a la actual narrativa andina.

Esta controversia ha levantado la veda de opiniones en muchos críticos y escritores sobre el indigenismo y sus autores. Coaguila, al referirse a Los ríos profundos de José María Arguedas señala las redundancias, ausencia de artículos, carencia de preposiciones, errores de concordancia y mal manejo de los tiempos verbales. El castellano de Arguedas es singular y producto de una simbiosis con el quechua por lo que aplicarle la gramática de la Real Academia como se aplica el código penal está fuera de lugar. Más aún cuando un par de páginas más allá y hablando de Ribeyro dice: "Su redacción la empezó en Munich, Alemania, a inicios de 1956, en una habitación alquilada por una familia obrera." (p.52). El que alquila es Ribeyro por lo que la preposición es "a" y no "por".

Ribeyro es posiblemente el mejor cuentista peruano de todos los tiempos, pero Dios sabe que no era un buen novelista. Por lo que incluir Crónica de san Gabriel no parece acertado.

El color de la tierra

El trato que recibe Manuel Scorza en Redoble por Rancas sigue la tendencia iniciada con Arguedas y con el indigenismo. Dice que la novela fue escrita con afán oportunista y agrega: "Es considerada una obra clásica de las letras peruanas por ser libro de lectura en colegios, institutos y universidades ..." (p.59). Me pregunto: ¿No será al revés? Termina diciendo que es mala literatura. ¿Por qué la selecciona entonces?

Acierta Coaguila en incluir las novelas de Gregorio Martínez, Miguel Gutiérrez y Edgardo Rivera Martínez. De igual manera lo hace con Isaac Goldemberg, aunque La vida a Plazos de don Jacobo Lerner es mucho más significativa para la novelística peruana que El nombre del padre, la novela seleccionada. En el contexto de la novelística peruana y a los que Coaguila denomina clásicos, son visibles al menos dos ausencias clamorosas e inexcusables, En octubre no hay milagros de Oswaldo Reynoso y Barrio de Broncas de José Antonio Bravo. Dos autores claves para comprender el desarrollo de la novela en el Perú.

Pero donde los criterios de Coaguila resultan ser incomprensibles es en su selección de escritores recientes. De 1980 a la fecha, los narradores de las que se puede denominar generaciones del 80 y 90 han publicado al menos un par de centenares de novelas de la más variada temática, por lo que escoger a sólo tres sin exponer las consideraciones es cuando menos arbitrario. Óscar Malca goza del beneficio de la duda por que no he tenido la oportunidad de leer su novela.

De Jaime Bayly puede decirse sólo una cosa: se encuentra incluido en la literatura como Pilatos en el Credo. Por su parte, Iván Thays no ha cuajado aún una novela sólida como para ser seleccionado. Podría hacerse una larga lista de narradores peruanos que no han sido considerados, pero citaré sólo la ausencia más evidente: Óscar Colchado.

En resumen, al trabajo de Jorge Coaguila, como se dice en el Perú, le falta color.


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15 de enero de 2006

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