Antenor Orrego recuperado

Por Carmen Ruiz Barrionuevo 1
Universidad de Salamanca (España)

Eugenio Chang-Rodríguez

Uno de los empeños más importantes del crítico y el estudioso, así como del historiador de la literatura, consiste en dar a conocer nuevos valores y también iluminar aquellas obras que han dejado una huella decisiva, pero a las que la historia de la literatura no ha apreciado hasta el límite que les corresponde, y cuya impronta resulta del todo necesaria para interpretar parcelas propias y ajenas, e incluso otras figuras coetáneas. Creo que este es el caso de Antenor Orrego (1892-1960) cuyos escritos podemos leer ahora seleccionados por un investigador que los conoce de manera profunda, Eugenio Chang-Rodríguez 2, en un volumen que destaca por el cuidado de su diseño y por el relieve de las personas que lo presentan, Ántero Flores-Aráoz, Presidente del Congreso de la República del Perú y Luis Alva Castro, Congresista de la República, en una publicación auspiciada por el Congreso del Perú. Eugenio Chang-Rodríguez es un muy destacado crítico, docente universitario en Nueva York y director del Seminario Latinoamericano de la Universidad de Columbia, además de miembro de Número de la Academia Norteamericana de la Lengua Española y miembro correspondiente de la RAE y de la Academia Peruana de la Lengua. Intelectual de prestigio, con merecidos honores en su país y fuera de él, preocupado por los varios aspectos de la cultura, pero muy especialmente por investigar y difundir el pensamiento peruano y americano, en libros tan conocidos como manejados: Latinoamérica: su civilización y su cultura (Boston, 2001); Latinoamérica, nación continental (Beijing, 1999), Poética e ideología en José Carlos Mariátegui (Madrid, 1983); a la vez que muy versado en las cuestiones lingüísticas, es autor de diccionarios y estudios relacionados con la lengua, cosa que es muy perceptible en esta edición.

Advertimos que Antenor Orrego, modernidad y culturas americanas. Páginas escogidas no es una mera recopilación sino que, fruto de un trabajo minucioso, presenta eficaces instrumentos para conocer al ensayista peruano, pues además de la clarificadora "Introducción", se añade una "Cronología", una "Bibliografía selecta", unos índices onomásticos y temáticos y una parte, no menos significativa, dedicada a la iconografía, "Orrego en imágenes". Esta simple descripción del libro nos demuestra que se ha cuidado en extremo la entrega del trabajo, que no se ha regateado ningún esfuerzo para que el lector interesado pueda ingresar con los mejores apoyos en la obra de Antenor Orrego; todo sumamente necesario para valorar a un ensayista que, a partir de sus ideas políticas y desde su Perú natal, soñó con la unidad continental y escribió una de las reflexiones más interesantes, aunque controvertidas, acerca del presente y pasado del continente. Nada más injusto que el silencio que ha cubierto su obra antes y después de su desaparición en 1960. Pero si los apéndices que acabamos de citar son complementarios y coadyuvan a la comprensión del autor, el resto del libro está formado por once apartados bien distribuidos, de los cuales nueve lo constituyen la selección de la obra de Orrego realizada por Chang-Rodríguez. Permítannos sin embargo empezar por el final, pues a esas selecciones antológicas el autor del trabajo ha adjuntado dos apartados en extremo interesantes y útiles que sirven al lector atento para iluminar y aprovechar las páginas de Orrego: los "Comentarios sobre Pueblo-Continente y su autor", y "Homenajes póstumos", con lo que este trabajo cobra otra dimensión por encima de la simple lectura, pues incita al análisis y a la discusión de lo leído, y lo que importa también en el caso de la investigación literaria, incita a volver sobre otros trabajos con mirada crítica. Así ocurre cuando se lee el juicio de Luis Alberto Sánchez quien insistió en el valor de Antenor Orrego como pensador y en su sólida formación filosófica así como en el hallazgo de su idea del "pueblo-continente" que, dice, "Es uno de los pocos esfuerzos serios por desentrañar con altura, honestidad y profundidad el meollo de nuestra esencia americana", aunque le reprochaba un estilo compuesto por un "lenguaje excesivo y opulento", en lo que ya se ha convertido en un tópico que se aplica sin discusión a la prosa del ensayista peruano. Sánchez se refirió también en otro artículo aquí incluido a su "lenguaje cerrado, no oscuro, pero sí denso, cuajado de metáforas, de hipérbatos", y justificaba que "como buen descendiente de españoles del Siglo de Oro, fue arcaizante él mismo", aunque "tenía una entrañable devoción por la belleza". Y sin embargo, a mi ver, habría que discriminar y apreciar esa evolución que creo ver en su estilo, desde los comienzos muy retóricos y modernistas a una mayor depuración, aunque no exenta de ciertos elementos arcaizantes, neologismos y aún popularismos que colorean y dan expresión a su prosa, aunque no la afean ni la entorpecen. Al lado de Sánchez, Alberto Zum Felde, el estudioso uruguayo, es quizá el crítico que lo contempla con mayor amplitud de miras al intentar, en su Índice crítico de la literatura hispanoamericana. Los ensayistas (1954) interpretar la enjundia ideológica, social y política de Pueblo-Continente, y valorar incluso la forma como Orrego interpreta la asimilación de la cultura de la vieja Europa, al decir: "Todos los elementos importados deben descomponerse, desintegrarse, convertirse en plasma vital, para ser restaurados, reformados, ordenados según nuevas síntesis", nudo en el cual encarna el proceso revolucionario en que cree el ensayista peruano y que hará surgir un mundo nuevo. Ilustrativa es también la valoración de Luis Monguió en La poesía postmodernista peruana (1954), en este caso insertándolo en las corrientes poéticas y culturales al aclarar que Orrego cree en un nuevo tipo de hombre americano que habrá de llegar y cuya base es el mestizaje como puente comunicante. Otros varios testimonios se añaden, como el de Ciro Alegría (1966), esta vez con cálido y emotivo testimonio acerca de su relación con Orrego como periodista.

Ciro Alegría

Con este apartado se enlazan los "Homenajes póstumos" donde aparece una selección de opiniones varias y que entran en mayor medida dentro de la valoración general, pero no de menos interés, de quien fue guía y maestro, educador y político. Es el caso de la nota necrológica de Andrés Townsend Ezcurra, que realiza un recorrido por la trayectoria de esta "inteligencia lúcida y profunda, interesada en las verdades esenciales", del que recuerda que en 1914 reunió el Grupo Trujillo en el que brilló César Vallejo, para concluir con un acertado juicio en el que expresa que, en su amplia dimensión, "Orrego fue en nuestro país lo que Vasconcelos en México en la época creadora de su Indología y de su Raza Cósmica: un descubridor y un intérprete de alma americana". Y es que el ensayista peruano pertenece a la estirpe de esos hombres que desde la Independencia intentaron formar una unidad de un continente diverso. No es arriesgado el parangón que se traza entre "Nuestra América" de Martí y el "Pueblo-Continente", claro que con otro contexto y otras matizaciones.

Es fundamental para quien quiera conocer la obra y el pensamiento de Orrego acercarse a esta selección temática que realiza Eugenio Chang-Rodríguez pues abarca todos los aspectos de su producción ensayística y en ella puede observarse la riqueza de pensamiento y el esfuerzo de aproximación a los diversos campos. Comienza la selección por los temas literarios en una doble vertiente, la que incluye artículos de diverso tipo, desde necrológicas a Manuel González Prada, Amado Nervo, Abraham Valdelomar y a José Vasconcelos, con el que apunta las conexiones espirituales y de pensamiento con los jóvenes peruanos del 20, su labor cultural y repercusión continental. Ya en este apartado se puede ver cómo Orrego se inclina en sus comienzos por el adjetivo exuberante y la desenvuelta adjetivación, aunque justa, de lo que puede ser ejemplo la titulada "Conferencia sobre don Manuel González Prada", con arrastres de la prosa rodoniana y también el largo artículo de las "Palabras prologales: El libro de la nave dorada" de Alcides Spelucin, cuya primera parte destaca por la altisonante adjetivación muy propia de la época, y en el que creo ver la huella dariana de Los raros, cosa tampoco extraña en el momento peruano. Reflexiones varias se añaden a estos trabajos, "El personaje y el conflicto dramático en el teatro, la novela y el cuento", o "Ubicación de Ciro Alegría" al que considera un ejemplo importante de novela americana, ésa que para Orrego tenía que ser insumisa al modelo europeo. Un ejemplo de estilo de prosa más sobrio es el ensayo dedicado a Salvador de Madariaga, donde alaba al republicano defensor de las libertades, pero a la vez censura su visión de Bolívar para concurrir en una frase que resume bien su mirada y su opinión americana: "Le ocurre a Madariaga, lo que le ha ocurrido siempre a los europeos con respecto a América. Nos ven con ojos europeos y a través de los acontecimientos de la historia de Europa", y hasta le reprocha su pensamiento de fondo: "Nosotros los americanos no podemos tener, para otros, historia propia".

Pero sin duda una parte fundamental de la obra de Orrego está en sus ensayos sobre César Vallejo. Gran acierto del investigador es dedicarle gran espacio incluyendo gran parte de ellos en las casi 100 páginas que le dedica. "Mi encuentro con César Vallejo" (1955) abre la serie y constituye un artículo fundamental por ser el testimonio directo de los comienzos del poeta en el ambiente negativo que lo envolvió en los años de la publicación de Los heraldos negros. Es sabido que Orrego supo ver la importancia de su poesía, su renovadora intencionalidad hasta el punto de señalar que "Ningún poeta en el Perú, así en la pasada como en la nueva generación ha traído tanta riqueza poética" (111). Leyendo estos textos nos damos cuenta de la importancia del testimonio de Orrego acerca de Vallejo, de la cálida cercanía con que nos habla de su encuentro con el poeta, cómo percibió la importancia del escritor y cómo le dedicó las primeras críticas: "Escribí el prólogo con amoroso y eufórico entusiasmo. Era natural que me dejara ganar por un casi lírico arrebato fraternal" (124), nos dice al aclarar cómo siguió la formación del poeta y sus primeros versos. A través de este texto vemos un Vallejo en formación pero consciente de sus lecturas, y también menos acartonado, y más cálido de lo que nos lo lega la historia literaria. A este artículo se unen otros como "La gestación de un poeta" que analiza los dones del creador y su técnica, y en el que al ser el primer artículo valorativo de Vallejo, situado hacia 1919, se caracteriza por cierta altisonancia e hipérbole, claro que ya vemos aciertos valorativos indudables, así: "César Vallejo, como todo verdadero creador, es inclasificable. Hace versos como habla, y habla como vive" (137); o también "César Vallejo, el poeta del solecismo" de 1957, "Ha muerto el poeta César Vallejo" y "Sentido americano y universal de la poesía de César Vallejo" (1960), en el que resalta los aspectos metafísicos de su obra al decir que "Vallejo es el poeta de América que hace de nuevo la pregunta por el ser del hombre" y da fundamentos espirituales a la nueva cultura americana, con lo que Orrego aplica sus teorías del pueblo-continente.

Autorretrato  Sabogal

El apartado dedicado a la estética y artes plásticas contiene artículos de diverso contenido desde temas generales a los dedicados a pintores como José Sabogal. Quizá destacaría "Algunas notas de andar y ver" sobre Ortega y Gasset, en cuyo texto reconociendo su gran repercusión en América, entra en liza con el filósofo en contra la idea de la deshumanización del arte, pues para Orrego, el arte nunca ha sido más humano que ahora; y contra su apoliticismo, pues Ortega se consideraba un intelectual puro. Un pasadizo se puede establecer con el apartado siguiente dedicado a las "Especulaciones filosóficas" en que se recogen varios artículos procedentes de Amauta, "¿Qué es una filosofía? ¿Cuál es la función de pensar?", "Apuntes a una filosofía o interpretación del pensamiento", "Dios encadenado", "Historia y dialéctica" o "Germen histórico" donde reflexiona acerca del pensamiento de Spengler, para afirmar que "la cultura occidental se torna germen histórico en América para poder alcanzar" otra dimensión exenta de ese racionalismo que Orrego vio siempre como dañino y europeizante.

La sección sexta da entrada a la selección política que culminará en el apartado noveno dedicado a la "Unidad continental". Temas como la convivencia y la voluntad de la mayoría, el "Regionalismo, federalismo, nacionalismo, universalismo", los "Partidos y paz interior" van construyendo ese pensamiento ante el lector, para avanzar hacia aspectos como la "Ética", "Individualidad", "Autoridad, moralidad y justicia", para continuar con fragmentos de Pueblo-Continente y un capítulo de su libro póstumo Hacia un humanismo americano, y alguno en el que se analiza el programa del aprismo como en el titulado "En el camino de las primeras realizaciones". A partir de estos ensayos podemos observar la formación de su pensamiento americano, sus reflexiones sobre el "Proceso de desintegración y de integración continentales", "La irradiación cultural mexicano-andina" en los que Orrego, en la senda del idealismo de Bergson, propone una cultura americana opuesta al racionalismo europeo, así como cree que el lenguaje castellano en América acabará sufriendo la misma disolución que el latín con lo que se acentuará la individualidad de las naciones. La parte novena con casi 80 páginas selecciona su fundamental libro de 1939, de tal manera que podemos percibir la importancia de esta crucial y poco conocida obra. Para ello incluye los prólogos a la primera y la segunda edición que aclaran al lector sus propuestas y lo incitan a una mayor lectura de ese libro que Orrego entendió como "un pacto con América" y un mensaje a las juventudes de América. Esa fe en el renacimiento de una América Nueva marca su pensamiento en una suerte de utopía: "una nueva criatura cósmica es la que está estructurándose en sus entrañas, un nuevo mensaje humano, el que está surgiendo de sus senos juveniles" para conformar un ser de "Sangre indígena, [y] pulmones europeos, he aquí la forma esquemática de nuestra auténtica vida psíquica" (331), pero una utopía que en este caso se entretejía con sus planteamientos políticos esencialmente prácticos.

La complejidad de su pensamiento a la vez que la importancia del mismo se puede percibir en este trabajo antológico, de inteligente realización que tiene en cuenta a lectores de diverso tipo, a lo que ayuda un prólogo esencialmente clarificador. Pues es allí donde se explican sus conexiones filosóficas, su idealismo, su visión de futuro de humanista americano. Ya en un trabajo del año 2000, presentado en el Congreso del IILI de Salamanca, Chang-Rodríguez concluía que Orrego "Se esforzó por aclarar los conceptos de independencia, libertad y democracia en términos más críticos y exactos para facilitar la comprensión de la existencia de un pueblo-continente latinoamericano", y ahora en la introducción nos amplía: "Antenor Orrego sintió el llamado del pueblo: dedicó su vida a ayudar a cimentar la democracia y la justicia social, y a darle a la nación peruana el profundo mensaje histórico de la libertad y la igualdad ciudadanas" (23). Ello tiene como base un mensaje tremendamente práctico en el que el hombre constituiría el gozne esencial en un proceso formativo, de tránsito transformador para su plena realización, en lo que incide una voluntad consciente de actuar sobre las cosas.

En definitiva un libro el de Chang-Rodríguez, nacido de una muy intensa investigación y conocimiento, cumple sobradamente su objetivo de rescatar al ensayista peruano e incorporarlo a la historia literaria en toda su dimensión, y ello produce una satisfacción en el lector interesado al observar cómo en él se ha conseguido encerrar la esencia fundadora de un pensamiento y de una visión de la cultura, y mucho más por centrarse en un autor tan preterido y tan injustamente valorado. Se trata entonces de una decisiva publicación que cumple su objetivo en la entrega a los lectores.

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1 Carmen Ruiz Barrionuevo, Burgos, España, es Catedrática de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Salamanca. Ha integrado el jurado del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos y de otros prestigiosos galardones literarios. Sus publicaciones incluyen El "Paradiso" de Lezama Lima (1980); La mitificación poética de Julio Herrera y Reissig (1991), Rubén Darío (2002) y ediciones críticas de obras como El Periquillo Sarniento (1997) de José Joaquín Fernández de Lizardi.

2 Eugenio Chang-Rodríguez, selección, introducción, cronología y bibliografía: Antenor Orrego, modernidad y culturas americanas. Páginas escogidas, Lima, Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2004, 495 pp.



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15 de enero de 2006

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