Nociones del vigía de Carlos-Enrique Ruiz 1

Por Consuelo Triviño *
(Madrid. OM)



Carlos Enrique Ruiz (Manizales, Colombia, 1943) funda y dirige la revista Aleph en 1966, publicación que ha visto la luz de manera regular desde entonces. En la actualidad esta publicación sigue siendo un referente cultural en Hispanoamérica, una muestra del rigor y del amor a la poesía que empuja la altruista empresa de su director. De profesión Ingeniero de Caminos, Ruiz es profesor emérito, honorario y especial de la Universidad Nacional, Miembro Correspondiente de Academia Colombiana de la Lengua y autor de numerosos libros de ensayo y poesía, entre ellos Imaginería de caminos y Sesgo de claveles.

Nociones del vigía se plantea como un viaje en el que se pregunta por la función del poeta y por la poesía en estos tiempos míseros y huérfanos de guías. Vigía que ronda en la oscuridad, éste parece velar nuestro sueño, mientras busca una ráfaga de luz que le permita desentrañar el misterio. Vigía que sólo puede bucear en su interior, en su aventura cae preso de instantes, de imágenes reveladoras. Cuatro son las estaciones que marcan el itinerario de su viaje hacia el misterio en este poemario:



Uno: Cadencias de la propia distancia en el que las palabras fugitivas se escurren entre los cauces de los ríos y se pierden en el mar. Los despojos del náufrago se funden con los elementos, y éste alcanza la eternidad en el silencio de la roca:

Las palabras surgen y rondan                                   van y vienenDe pronto pegan en la roca                      Si rebotan van al mardonde los caballitos las corretean           las afloran                                  y las depositan en el fondoLas palabras se encadenanen sonidos con la duración de olvidos           silencios                      penumbras.....desiertos

(de "Cadencias de la propia distancia")


Dos: El titubear del candil donde el poeta persigue el instante con las palabras, pero el tiempo inmaterial reduce a una imagen fugitiva lo vivido:


Yo pinto con palabras la esfinge que dejas fluir
Cada instante del transcurrir es sin falta pasado
huella en el aire con la materialidad del recuerdo
Por las vegas de los ríos silba un canto de ayer
relatos enclavados en los rostros de la montaña
sin mañanas ni tardes
apenas la distinción de lo que fue y lo que pudo ser
La vida se resiste a la piedra

(de "El titubear del candil")


Tres: Las lunas asedian a los cuerpos. El poeta busca el poema en el recuerdo, sondea la embrionaria presencia de las cosas reducidas a sombras, ruidos que se filtran entre los dedos, adioses sin regreso, rostros apesadumbrados que se convierten en señal del pasado:

4

Los días y los años se representan a sí mismos
en la sombra que deja el tiempo

Las horas/ los días y los años van dejando a su paso
en nuestras vidas
oleadas de silencio y de nostalgia

(de "Lunas asedian a los cuerpos")


Cuatro: Devaneos de la torre Montaigne. Entre el pensar y el acontecer sólo hay un paso al abismo, la frágil frontera entre la vida y la muerte. Se plantea la eterna pregunta del poeta que interroga al más allá, desde el viaje de Orfeo a los infiernos:

Los pensamientos sobre el fuego
incendian las palabras
de los comensales a las puertas del nuevo milenio
y de aquellas ciudades que no despiertan
de lo puro reservadas en la vida
de los siglos anteriores
Aquellos pensamientos sobre el fulgor y el despecho
en la cadena de incontinencias
apabullan las noches próximas
al amanecer de mirlas y ruiseñores
En el pensamiento
la palabra de luz en las tinieblas

(de "Devaneos de la torre de Montaigne")


Y cinco: La tabla de náufrago. El poeta náufrago se aferra a las palabras, a una melodía, a otras voces, a la música que emite la luz. Lo asedia el deseo desesperado de transformar en labios esas palabras, en gestos mudos, en conquistar el mundo de lo elemental, de lo cotidiano, del simple pasar:


Cansado de despojos por la insolación a la espalda
reorientó la vida
a mirar el horizonte / a soñar el mar
Dejó los pasos dados y los por andar
Y se consagró a ver con salto
al mirar/ Del este lejano sustrajo la conclusión
de nubes que al parecer sonrojan
en señal de vaticinio cruel y del mirar más alto
dedujo lo errante del universo con mayor grado de sus
habitantes
sin sombras ni huellas

(de "La tabla del náufrago")

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* Carlos-Enrique Ruiz, Nociones del vigía, Bogotá (Ilustraciones de Emma Reyes), Ediciones San Libardo, 2005, 167 págs [edición de 200 ejemplares].



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15 de enero de 2006

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