Consuelo Triviño

UNA VENTANA PROPIA

por la que mira, se mira y nos mira Consuelo Triviño


Por José Juan Díaz Trillo

Escritor y político español


Aunque ya me había sorprendido la escritora y profesora colombiana con su Transterrados (Calambur, 2018), esta última novela suya cala muy hondo en el corazón del lector.


Al hablarse a sí misma -primera y segunda persona recorren el libro-, ¿Ventana o pasillo? (Seix Barral, 2021) es una suerte de Confesión roussoniana pero también la descripción templada de un mundo entre dos mundos: “Me fui para volver y regresé para marcharme” (Pág. 264).


Así se sucederán viajes entre su adoptada Madrid y su Bogotá natal, mientras los recuerdos hilvanan, como si ella misma fuera “el sastre que pudo ser su abuelo”, una historia llena de emoción y de verdad. O de esa verosimilitud más propia de las novelas con la que la protagonista se arranca y se transplanta en tantas ocasiones. “Por encima de la necesidad -nos dice la protagonista, o una de ellas, en la página 175-, estaba la dignidad, el derecho a ser yo misma, a forjarme un destino lejos de los condicionamientos de clase, de lugar de nacimiento, de las imposiciones culturales, de la violencia cotidiana, de las cargas que arrastraba desde la infancia.”


Novela de la memoria, ni diario ni anecdotario, el relato trasciende lo personal a través de la palabra, de la Literatura: “La escritura, como la ventana, te sujeta a una página, en una cápsula, que puede ser la habitación propia en la que te refugias y donde buscas la materia literaria.” (Pág. 279)


Y claro que la encuentra en sí misma, desde lo más auténtico de su propia experiencia y de su aprendizaje como profesora transterrada, que aún no entiende cómo el goce de la lectura la condujo a “los desgarros de la escritura”.


No es un libro amargo ni triste, aunque algunos episodios y la propia biografía familiar y del país puedan serlo tanto, ni repara en tramas densas como las de otras novelas suyas. Es sencillo y preciso en sus capítulos, con escritura impecable y tan medida que en apenas dos líneas puede trazar una aventura o despertarnos en sólo un párrafo la emoción de una época.


A mi entender, ni le falta ni le sobra nada. Bueno sí, una sola “s” de más, en un artículo de la penúltima línea de la página 259, que debiera ser singular. Por lo demás, tan esmerada como suelen ser las ediciones de Seix Barral.


Y sólo una pista al lector sobre el sentido último de su obra que nos lo da la propia autora en la página 141: “Sí, la vida es un viaje misterioso cuya etapa final desconocemos y sólo el amor permite elegir la banqueta del vagón.” ¿Ventana o pasillo? La solución, en la última página de la novela, una vez leída. Cosa que recomiendo encarecidamente.



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En las fotos, los dos libros de Consuelo Triviño Anzola y la Elegía de Varones Ilustres de Indias, de Juan de Castellanos. Un transterrado allí, al que admiramos como fundador de la literatura de un país en el que se habla un español maravilloso. Hay también un escondido homenaje al profesor Jorge Urrutia y sus sabias lecturas de los martes, así como un recordatorio personal de esa Colombia “tan violentamente dulce”.