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C. Triviño | A. Pineda Botero

10 AÑOS DE LA SEMILLA DE LA IRA:

EL DIARIO ÍNTIMO DE VARGAS VILA 

 

Por Álvaro Pineda Botero

Escritor colombiano



Al acercarnos a la vida y obra de José María Vargas Vila, llama la atención su fecundidad literaria. De hecho, fue el escritor más prolífico de la historia de Colombia. Publicó más de 120 libros (muchos de ellos best sellers),  número que supera a los publicados por otros campeones de la escritura como Eduardo Caballero Calderón, Germán Arciniegas, Otto Morales Benítez y Juan Gustavo Cobo Borda. Los lectores de América y España se arrebataban sus libros y lo llamaban “El Divino” y editores de todas partes lo asediaban para obtener nuevos manuscritos. Vivía espléndidamente en Europa de lo que le producían los libros, lo que también fue novedoso porque en Colombia los escritores sobrevivían como médicos, académicos o políticos. Pero una cosa es hablar de cantidad y otra de calidad. De la enorme producción de Vargas Vila se salvan, con el filtro de los años, sólo un puñado de novelas, en especial  Aura o las violetas, IbisFlor de Fango y  La simiente.  

La historia de su vida es otro cuento. Nació en Bogotá en 1860. Fue maestro de escuela, protagonizó escándalos y se unió a las tropas liberales de Santos Acosta. Al ser derrotadas, escapó al exilio en Venezuela, donde comenzaron sus triunfos literarios. Mientras en el país se consolidaban la Regeneración y los más rancios valores conservadores, Vargas Vila abogaba por un liberalismo radical y practicaba una libertad sexual que sus coterráneos calificaban de escandalosa. En sus libelos fustigó a los filólogos Caro, Cuervo y Sanín Cano y a los presidentes Núñez, Concha, Reyes y Ospina. Vivió en Nueva York, París, Madrid, Roma, Barcelona. Fundó revistas. Desempeñó cargos diplomáticos por encargo de los presidentes Eloy Alfaro del Ecuador y Santos Selaya de Nicaragua. Participo en innumerables certámenes literarios y políticos. Sus acciones y sus libros pronto le dieron fama de escritor maldito: excomulgado, irreverente, bon vivant, misógino, homosexual, a veces anarquista y siempre en contrapunto con el establecimiento colombiano. Pero al mismo tiempo frecuentaba el trato de grandes figuras como Rubén Darío, José Martí y Gabriel D´Annunzio. Murió en Barcelona en 1933 y cincuenta años más tarde, la Masonería Colombiana repatrió sus restos mortales, que ahora reposan en el cementerio masón de Bogotá.

Tal es el protagonista de La semilla de la ira, la gran novela sobre José María Vargas Vila (2008) de Consuelo Triviño Anzola, publicada por Seix Barral. Triviño nació en Bogotá y es funcionaria destacada del Centro Cervantes de Madrid. Es autora de la bella novela de formación Prohibido salir a la calle, de libros de ensayo sobre el propio Vargas Vila y otros personajes como José Martí, Pompeyo Gener y Germán Arciniegas y de varios libros premiados de cuento. Pero, sin duda, Vargas Vila ha sido el amor de su vida. En La Habana encontró un manuscrito inédito con sus diarios que, como ella misma confiesa, le permitió llegar al corazón de ese “personaje tan colombiano”. Posteriormente adelantó sobre el tema un doctorado en España. El producto de más de veinte años de trabajo es la novela que comentamos. De 280 páginas y 17 capítulos, está escrita en forma de diario íntimo. Abarca desde 1899 hasta 1933. Comienza cuando el escritor cumple los cuarenta años, “edad en la que un hombre empieza a reflexionar sobre su presente y su pasado”. En ella, la presencia del yo es abrumadora, pues en cada frase el narrador se afirma, se defiende, se justifica y se exalta: “Se ha condenado mi arte por ateo; mi estética por vitriólica; mi ética por impura; mi política por rebelde; mi criterio histórico por atrevido y osado”. Se refiere a sus costumbres: “llamé al camarero y le pedí que preparara mi traje de soiré de cachemir azul oscuro, mi camisa blanca inmaculada y el chaleco de seda gris perla. El mozo me acercó el cofre de las joyas y elegí el broche con las perlas negras talismánicas (…) y la sortija en forma de serpiente con incrustaciones de rubíes en los ojos”. Cuenta la historia de su niñez, sus relaciones con la madre, sus primeros escándalos, el éxito de sus novelas, su permanente enfrentamiento con el clero y los políticos. Habla también de su exilio y de sus relaciones con Ramón, un muchacho venezolano a quien presenta como “su hijo” y secretario privado, pero que en realidad es su amante. Habla de sus modelos literarios: Hugo, Darío, D´Annunzio, Charcot, Leopardi, Leconte de Lisle, Sully Prudhomme. Su gira por Buenos Aires, Montevideo, Río de Janeiro, Barranquilla, su viaje de incógnito a Bogotá para llorar ante la tumba de su madre y su residencia en La Habana en 1924, son destacables por las palabras terribles que dedica a países, políticos y poetas.

En este libro de Consuelo Triviño encontramos, pues,  a Vargas Vila en cuerpo y espíritu. Es un viaje a su intimidad. Su prosa es envolvente. Está escrito con el estilo que lo caracterizó: apasionado, impulsivo, adjetivado, obsesivo. Abundan los lugares comunes y las repeticiones y, sin embargo, su ritmo cautiva.  Allí aparece, también, una visión alternativa de lo que eran Colombia, América y Europa en esa época de cambio que va de finales del siglo XIX hasta la tercera década del XX, cuando el mundo se hizo más moderno. Mientras en todas partes se sepultaba al Romanticismo y se establecían las Vanguardias, gran parte de la intelectualidad colombiana seguía sumida en las tinieblas de la Colonia.