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F. Cruz Konfly | J. W. Torres Meza

Resurrección y muerte en Falleba, una novela sin orden cronológico

 

Jhon Walter Torres Meza

Universidad del Valle, Colombia[1]


  

¿Acaso un hombre auténtico se puede devolver?
¡Fuera, polvo de la muerte!

 Falleba. Fernando Cruz Kronfly

 

La dicotomía de la vida y de la muerte se fusiona en los personajes complejos de Falleba. Fernando Cruz Kronfly logra crear en una novela sin orden cronológico, personajes que no viven una realidad corporal sino mental, que escapan a la fatalidad de la muerte y resucitan con la memoria. 

Falleba, obra literaria del escritor vallecaucano Fernando Cruz Kronfly, obtuvo en 1979 el premio internacional de novela en Villa Bilbao, España. Fue publicada bajo el nombre Falleba: Cámara Ardiente en 1980 por la editorial Oveja negra, luego en 1982, bajo el mismo nombre se publicó en la Editorial Fontana. En el año 2002 reaparece editada por EAFIT solo como Falleba. En la última edición, el escritor declara que ha cambiado su forma de narrar, ha realizado modificaciones para hacer la obra más directa en recursos metafóricos; su estructura no tiene un hilo conductor que guíe coherentemente el relato. Cruz Kronfly elabora una novela insumisa con una diversidad de imágenes. Los narradores son múltiples. Se pasa de narrador omnisciente a narrador personaje. La polifonía que existe no une una sola voz, bifurca diferentes discursos y sentidos, o como plantea Bajtín, en Teoría y estética de la novela (1989: 93), se utiliza el universo plurilingüístico de la palabra. 

En un lenguaje sencillo pero de imágenes profundas, Cruz Kronfly elabora un mundo abierto[2], donde sus personajes complejos y melancólicos evaden la realidad y entran en crisis existencial. La memoria crea un espacio sin tiempo, un lugar simultáneo donde se viven diferentes acontecimientos. Al respecto Darío Henao señala lo siguiente “La memoria rescata en Falleba fragmentos que se ordenan por una lógica simultánea en donde se mezclan infancia, adolescencia y madurez, como una avalancha rica en sus referencias físicas, en olores, calles, películas, libros y músicas” (2012: 2). Resumiremos (a pesar de la ambigüedad natural de la obra) en cortas líneas la historia para contextualizar y ejemplificar nuestra conjetura:

Tres ancianos: Uldarico, Pánfilo y Mariana Valentina, viven en una casa o asilo. Los personajes recuerdan constantemente su vida de jóvenes. Uldarico es el esposo de Mariana Valentina. Pánfilo, a pesar de ser amigo de Uldarico, siempre lo engaña con su mujer. La historia en el presente no tiene ninguna importancia, pues los acontecimientos son mínimos, todo ocurre en la memoria de los ancianos, en ese espacio infinito donde el ser humano evade la realidad. Uldarico recuerda cómo conoció a Pensilvania Gonzales, una prostituta, que bailando en un bar, frente a todos los espectadores, escoge a Uldarico como amante. Pánfilo, quien siempre estuvo al lado de su amigo, también fue amante de Pensilvania, y esta, a su vez, de Mariana Valentina. Cierto día María de los Ángeles, a la que apodaban La puercoespín, mata a Pensilvania. La historia, como lo mencioné anteriormente, no sigue un orden lineal. Las imágenes van y vienen en el recuerdo de los personajes. Al final de la obra Uldarico se suicida. Mariana Valentina, que acompañó y cuidó a su esposo en muchos años, observa el cadáver inerte del hombre al que amó a pesar de engañarlo y disfrutar plenamente de la sexualidad con Pánfilo. 

La memoria en Uldarico, personaje principal, es fundamental para escapar a la crisis del tiempo, para evadir la muerte irremediable de la condición humana. En la novela se muestra: “Uldarico, ya muerto, todavía le sobraba hombría para aprisionar en su mano siniestra un viejo cancionero de milongas y de rumbas que se había traído consigo en la caída” (2002: 57). La cita describe la ausencia de la existencia de Uldarico en la realidad. El personaje está muerto mentalmente en el presente, solo vive de las imágenes de un pasado que alimenta la narración y desintegra cualquier orden cronológico. 

Gilbert Durand, fenomenólogo francés, en su obra capital: Las estructuras antropológicas de lo imaginario (2005), plantea que el espacio es una forma a priori de lo fantástico, es decir, la fantástica puede crear un espacio indeterminado en la inconsciencia humana. El sujeto lo crea en la imaginación, en el Yo interior. Esta condición, según Durand, permite a la memoria burlar el tiempo o crear su propio espacio. El autor afirma: “Es la memoria la que se reabsorbe en la función fantástica, y no a la inversa. La memoria, lejos de ser intuición del tiempo, escapa a éste en el triunfo de un tiempo “recuperado”, por tanto negado” (408).  En Falleba los personajes reviven en la condición fantástica de la memoria, en la eufemización[3] de los ultrajes de la vida. En una imagen de la novela, Pánfilo Barlovento le muestra a Mariana Valentina lo que sucede en el momento, la triste realidad que observan: “Parece un puto arco iris comentó Pánfilo al oído de Mariana Valentina, pero la pobre hacía ya muchos meses había huido de la realidad” (2002: 43). Ella escapa y se refugia en la memoria que construye su propio tiempo. 

Es así, que la memoria en la novela de Cruz Kronfly eufemiza la muerte. Los personajes no combaten la fatalidad del destino, se entregan a imágenes de su pasado donde resucitan, y el tiempo narrativo crea su propio espacio. 

El erotismo es otro componente que resucita los cuerpos en la obra del escritor vallecaucano. Analicemos ahora este componente.

 

El erotismo resucita los cuerpos

El erotismo en Falleba tiene la función de resucitar los cuerpos. En la novela los personajes están en decadencia, pero el cuerpo se convierte en un modo de exorcizar la muerte, de aplazarla. Cruz Kronfly, crea un sujeto en crisis, que no vive sino que recuerda. Su existencia es una negación del presente y un escape al Yo. La melancolía y su desapego al mundo que enfrenta es su mayor característica. Es un héroe del pasado que cae lentamente en el presente donde la llama de su gloria ha sido consumida. El cuerpo que no muere se convierte en un elemento de resucitación, le da característica de  sujetos a los personajes de Falleba. Igual que la memoria (como se planteó en la primera parte de este ensayo) es un arma contra las calamidades de la vejez, le recuerda a la muerte el milagro de existir. 

Mariana Valentina, que es una anciana, tiene relaciones sexuales con Uldarico y Pánfilo casi hasta el final de la historia. En todo el trayecto, Cruz Kronfly crea en sus personajes el deseo del cuerpo, la necesidad sexual. Georges Bataille, en su texto sobre El erotismo (1999) plantea que cuando el hombre primitivo descubre en el coito la conciencia del rito del acto sexual, comprende que es un momento para escapar a la muerte y trasgredir todas las normas. Los personajes de Falleba giran alrededor de un erotismo sexual. El cuerpo se presenta como una excusa más para recordar o vivir. En la novela se lee:

Sonó entonces para Uldarico algo seco y grueso en la bitácora de su memoria. Estaba jugueteando apenas con las pompas del jabón, cuando sintió que Mariana Valentina resoplaba como una yegua tras el acrílico que separaba la ducha del lavamanos y el sanitario. Ven aquí ahora mismo, desconsiderada, no me quieres confesar tu verdadero nombre, a partir de este instante te llamaré putifar (2002:180). 

La anterior cita muestra una imagen erótica que revive la memoria del personaje. Aunque de manera explícita no se mencionen relaciones sexuales; las palabras tienen una carga pragmática erótica que tienen la función de despertar un deseo corporal. Uldarico quiere pasar el acrílico que lo separa de Mariana Valentina, la escucha resoplar como una yegua, por tanto la llama con esmero, la quiere tener en ese instante.  Es así que el erotismo, cargado de imágenes que incitan al deseo sexual, resucita el sujeto en crisis, combate las fatalidades de la existencia. 

Memoria y cuerpo, imaginación y materia se conjugan simbólicamente en la novela Falleba. El sujeto en crisis, representado principalmente por: Uldarico, Pánfilo Gutiérrez y Mariana Valentina, encuentra en la memoria y el cuerpo la resurrección a la muerte simbólica de los años y la vejez. La obra de Cruz Kronfly es insumisa no sólo porque no sigue un orden cronológico sino porque los personajes, a pesar de estar en crisis e ir descendiendo a la fatalidad, logran evadir el presente, se refugian en un espacio sin tiempo que rompe las normas generales de la narración y la historia. 

Al final de la obra, la muerte toma a Uldarico. El sujeto en crisis, que niega la representación del Yo en el presente, se suicida. El personaje antes del acontecimiento final ya tenía conciencia del suceso. En un pasaje encontramos:

Con fundamento en tan extremas reflexiones, a Uldarico le empezó a parecer natural todo aquello que minutos antes había sido capaz de arrancarle cierto grado de inquietud. Terminó aceptando, como algo apenas normal que las imágenes de Teófilo y Barbarela hubiesen perdido ya toda nitidez, mediante un proceso veloz que él juzgó como de perfeccionamiento por anticipado de último momento (118). 

Uldarico acepta o toma conciencia de la realidad, del presente. Asimila que su existencia es insignificante porque ya no vive sino que recuerda. Su memoria es el único medio de apaciguar los años, de crear una realidad ontológica de la imaginación. Al despertar del viaje onírico del recuerdo, el personaje decide suicidarse, terminar con su existencia. Al final de la obra, que también es el final de la vida de Uldarico se describe:

Entonces caminó y abrió como pudo las naves corredizas. Pisoteó las bifloras y las macetas de novios, ganó los barandales y sin más trámite saltó al vacío, cuando apenas comenzaba a canturrear las primeras estrofas de Luna de Octubre. Después no supo si en realidad empezaba a vivir de otro modo o si ésa había sido, por el contrario, la última campanada de su historia (255).  

Se muestra entonces de manera trágica que Uldarico acaba con su vida, se suicida. El final, como toda la obra, tiene una naturaleza compleja, el narrador dice que después del salto, el personaje no sabía si empezaba a vivir de otro modo o si por el contrario era su última campanada. Por tanto, el sujeto evade la realidad, nunca se enfrenta al presente y sólo vive en su pasado. 

Lo que hemos querido plantear en este ensayo, es que la resurrección y la muerte, la dicotomía entre el pasado y el presente donde se encuentra inmerso el sujeto en crisis, encuentra un alivio o descanso en la memoria simbólica que resucita y renueva la existencia del personaje en la parte erótica, creando también un espacio sin tiempo, donde el héroe olvida momentáneamente a Cronos.

 

Bibliografía:

Cruz Kronfly, Fernando (2006). Falleba. Ibagué: Pijao Editores.
Bataille, George (2000). El erotismo. Barcelona: Tusquets
Durand, Gilbert (2004). Las Estructuras Antropológicas de lo Imaginario. Ciudad de México: Fondo de Cultura  Económica. 



[1] Es Magíster en Literatura, docente de la Universidad del Valle (Sede Zarzal y Caicedonia) escritor e investigador en literatura. 

[2]  Respecto a las categorías de mundo abierto y mundo cerrado, Auerbach, en Mímesis II (1976),  afirma que en el mundo abierto los personajes, al final de la obra, no consiguen lo que desean, el final se vuelve complejo y se bifurca en diferentes interpretaciones. En el mundo cerrado todo es perfecto, los personajes alcanzan la felicidad y el objetivo que buscaba el autor se consigue de manera evidente. El final admite un camino, una comprensión clara y unívoca. 

[3] La palabra eufemización la utilizo siguiendo la tesis de Durand. Eufemizar no significa sustituir una palabra fuerte o vulgar por otra más apropiada o correcta, sino que se usa para aliviar las calamidades, para hacer que los acontecimientos difíciles o malos tengan una parte positiva. Durand lo utiliza para decir que la caída se transforma en descenso, morir en un viaje hacia el misterio.