Damsi Figueroa


            Damsi Figueroa (Chile, 1976)

En 1994 publica su primer libro Judith y Eleofonte. Sus poemas han sido incluidos en varias antologías, entre las cuales destacan: Poetas Chilenos para el Siglo XXI (Ed. DIBAM, Santiago, 1996); Ecos del Silencio (Ed. Mala Face, Concepción, 1998) e Informe para Extranjeros, antología que recoge las voces más representativas de la poesía chilena de los últimos treinta años (Colección Juan Ramón Jiménez, Provincia de Huelva, España, 2001). El año 2000 publica textos inéditos en revistas de poesía, tales como: Trilce, de Concepción; Archipiélagus, de Valparaíso, y Vox, de Buenos Aires. En el 2003 aparece su obra Cartografía del éter y Gen el 2010. El 2012 aparece una nueva versión de Judith y Eleofonte ilustrada por Valeria Hernández. Actualmente estudia el doctorado en Literatura Latinoamericana en la universidad de Concepción.


 


PELLAIFA

 

Para llamar a los cisnes hay que mecer un junquillo en la orilla del lago.

Para llamar al huillín hay que golpear dos piedras azules.

Para llamar al pangui hay que esperar a que  hielen los cerros

y soltar la oveja mansa. Hay que esperar,

hay que saber esperar por los prodigios de la noche. Kalfumalen

se enciende, la niña azul, la estrella venerada, el buen augurio.

Hay que esperar y soltar el asombro como un canto

para que trepe a los árboles y encienda la luna.

Hay que esperar por los fuegos silvestres 

con el corazón encendido y en silencio.

Hay que saber esperar, para que se hagan visibles las puertas

selladas del bosque, y entrar en el rene de los duendes

sin perder la cordura, hay que saber esperar y agradecer al sendero

a su mano oscura que nos regresa siempre. 

 

                (de Memoria poética, reescrituras de la Araucana, 2010)

 


 

KURA PALIWE

1988

 

Río arriba voy, por el rastro de los lavaderos de oro.

Cuídate del Cuero, me dicen, del Yepo, de los nidos que devoran gente.

Cuídate de los brujos con cabeza de tue tue.

 

Escarbo en la arena rubia. Toco metawes que no recojo.

 

Una culebra surca el agua.

Las arañas se encabritan y un relámpago de día ciega azul.

(No temo). Nada le robo a la tierra

ni el oro, ni el barro, ni el nombre verdadero de las piedras.

 

Mis huellas se evanescen con el día.

 

Nada me llevo de esta tierra porque nada dejo.

                 El asombro solamente.

                        El asombro.

 

                (de Memoria poética, reescrituras de la Araucana, 2010)

 

 

 

SI TENGO QUE ENCONTRARME EN ESTE CUERPO DESNUDO

 

Que la cita sea a ciegas y a solas,

en el bosque, sobre y bajo el gran abrazo de las hojas

o en el templo invisible del desierto.

 

Si he de hallarme y decir aquí estoy,

metida en esta carne moribunda;

que no hayan más espejos que mis ojos

ni más ojos que los claros de las nubes.

 

Entraré en mí .

Y una vez dentro de este témpano de sangre

cerraré con fuerza hasta la grieta más oscura.

 

No me extraviaré en el rito de amarme.

 

Solo diré al viento: Traedme

 la mortaja de silencios que tejí.