Victoria Guerrero Peirano



            Victoria Guerrero Peirano (Perú, 1971)

Es  poeta e investigadora, doctora en Literatura por la Universidad de Boston. Ha publicado la trilogía conformada por El mar ese oscuro porvenir (2002), Ya nadie incendia el mundo (2005) y más recientemente Berlín (2011). Está por aparecer su poemario Cuadernos de Quimioterapia (contra la poesía). Sus poemas han aparecido en diversas antologías nacionales e internacionales, y ha sido invitada a festivales en Berlín, Boston, Buenos Aires, Chiclayo, Lima, Londres, Monterrey, Santiago y Quito. Actualmente vive en Lima, cuida de su gato y ejerce la docencia en la Universidad Católica.


 




EL CICLISTA

para el que sueña
para los ciclistas de corazón

 

Para el que cierra los ojos a través de la mañana
Solo un sueño una magnífica luz
ha sido dispuesta para él el soñador el juntaalmas
Aquel que se sumerge en la locura bienhechora y se eleva pedaleando 
en su hermosa bicicleta
roja

Yo soy una ciclista mediocre
–he de reconocerlo–
Me angustia pensar en la soledad de los transeúntes 
En el oblicuo resplandor de la mañana
Y en los miles de automóviles que apenas rozan el pavimento

Ah mi vieja bicicleta roja
comprada un domingo en la Feria del Mauer Park
Hace más de quince años podría haber pedaleado
por uno u otro lado del Muro
y mi sueño se soñaría distinto

Para mi guía berlinés soy un permanente fastidio
Él va siempre delante mío como un Príncipe indiferente 
manejando su enorme bicicleta azul 
–azul como los ojos de mi abuela–
No puede entender mi extraña ensoñación ni mi angustia
Ha adquirido la confianza del que lleva kilómetros de pedaleo constante

Hoy que voy montada en bicicleta
Recuerdo el color de sus ojos
Su ingreso en la locura Su permanente exilio

Cierro los ojos como cuando era niña
Suelto el timón Lo dejo a la deriva 
Caer a tierra es siempre una posibilidad del ridículo o la Muerte
Quizá cierta locura materna
me humaniza entre tanto cadáver que junté en mi adolescencia

Mi centro: La pequeña Lu se ríe de mí
Sabe que tengo miedo 
Y goza y hace fiesta cuando ve la fotografía
“Es una bicicleta para niños”—dice

Y nos reímos juntas
Y berlín ya no es más Berlín ni sus perfectas ciclovías
Ni sus cientos de museos en honor a la Muerte
Hoy es Lima y en Lima no se montan bicicletas tan seguido
porque te las roban o te atropellan en cualquier esquina
Y no existen museos para honrar a los cadáveres 
de mis diez, de mis quince, de mis veinte años

Mas este poema lo escribí para el que todavía sueña
Para el que atraviesa las fronteras feliz e indocumentado
Para todo aquel que se rebela contra los asesinos del mundo
Para el ciclista que escribe un poema en cada vuelta de pedal

                                        (De Berlín)

 

 

contemplación

el ojo de una rata me observa
su único ojo rojo me mira 
y yo miro la oquedad de su ojo izquierdo
por ese hoyo tal vez se pudiesen entrever
otros mares de arena otras orillas
como la primera orilla de la que partí:
en el ojo de fuego de mi madre
entonces todo volvería a arder
el agua el ojo el fuego
y mi cuerpo se diluiría en arroyuelos y ríos sin fin
pero esa oquedad no existe
sólo mi miedo y el ojo solitario de la rata
que ejerce su dominio sobre mis ojos
que son dos ojos pequeños y miopes
por los cuales ella me observa:
reposar la cabeza sobre el ombligo de mi esposo

ahora el viento es suave
y las hojas suben al cielo
desde donde una pequeña ave de rapiña 
desafía al sol
y nos contempla

                                    (De El mar, ese oscuro porvenir)