Araceli Otamendi | C. Triviño

Araceli Otamendi: Un caso peculiar de narradora policial



PorConsuelo Triviño Anzola

Escritora y ensayista colombiana


Conocía Araceli Otamendi (Quilmes, Buenos Aires), directora de la revistadigital Archivos del Sur, en BuenosAires, en el emblemático café La Biela, frente al también emblemáticocementerio de la Recoleta, un lugar muy literario que nos lleva a pensar necesariamenteen el universo de Sábato. La conocí a través de mi colega, compatriota y amigoGuillermo Camacho, director de la revista Aurora Boreal, donde Araceli Otamendi ha publicado algunos cuentos. Por eso, miprimer acercamiento a su obra ha sido a través de unos relatos sugestivos,cargados de inquietante subjetividad y salpicados reflexiones que desvían laatención del lector hacia el narrador, pese a las vívidas descripciones delentorno. Pájaros de la piel y cerveza,la novela que me entregó es de otra índole, sin duda, por inscribirse dentrodel género policial. Pero reconozco en esta obra  la frescura de su lenguaje, además del hábilmanejo de la intriga, que aquí marca su propio ritmo, es decir, obliga areflexionar sobre el planteamiento de la situación y sobre los personajes:rasgos psicológicos, historia, manías, etc. Es decir, nos coloca en el planodel detective.

Conesta novela la autora obtuvo el Premio Edenor a Escritores Noveles de laFundación El Libro, en el marco de la XX Exposición Feria Internacional deBuenos Aires en 1994. Se trata de un original, ameno y mordaz relato que enningún momento cae en la banalidad en la que suele incurrir un género policíaco que confía demasiado en el manejo de la intriga. Por lo general se abusa, creo,de elementos como el crimen y sus circunstancias, de la corrupción de lospoderes, las arbitrariedades de la justicia o las trampas de la bellezafemenina. A menudo encontramos personajes estereotipados, como el detectivesolitario que se da a la bebida y padece problemas gástricos a los que seachaca su mal carácter. En otros relatos estamos ante situaciones tópicas quepretenden divertir, malentendidos o disparates que distraen la atención dellector mientras sigue la pista del asesino.

La finalidad del relato policíaco no es otra que divertir y esta es acaso larazón por la que no se le exige hondura ni complejidad en el tratamiento depersonajes. Pero el género puede llegar a ser “muy serio” y al mismo tiempomanejar al lector en tramas enrevesadas en las que se mueven distintos hilosque lo llevan a lanzar hipótesis y a verificarlas. Los silogismos de un SherlockHolmes, por muy cuestionables que sean, pueden hipnotizar al lector y hacerlocaer en el error. He aquí el talento del autor para manipularlo. Y es que serequieren habilidades narrativas para desarrollar un género que enLatinoamérica en las últimas décadas ha servido de pantalla para mostrar lacorrupción de la sociedad: drogas, narcotráfico, prostitución, venta de armas,guerrillas, violencia social y política. Pues bien, ninguno de estos elementoshace parte de este relato en el que Araceli Otamendi ha sabido conjugar eltalento narrativo con la capacidad de penetración en la psicología de lospersonajes y la consolidación de un lenguaje muy personal por su frescura yplasticidad.

Dividida en 21 capítulos, la novela conecta Buenos Aires con un pueblo deAlemania donde parece que nunca sucede nada. Allí un párroco es sorprendido porel paso de una mula caminando por la nave central de la iglesia, mientras elsacristán oculta un arma bajo el sobaco. Este lleva quince días trabajando conel párroco desde que llego de Buenos Aires. Las situaciones insólitas desde elcomienzo se asumen con normalidad, entre digresiones que aportan una visiónpeculiar del entorno y de los personajes. Como ejemplo también sirve la señoraEngels de quien se nos dice que solo tuvo relaciones sexuales una vez en suvida. Tres renglones aparte se explica que es por causa de la guerra que learrebató al marido un día después de la boda. Estos datos se mezclan con ladescripción del entorno y la actividad realizada por los personajes. Así estamosatentos no solo a la intriga, sino a la historia de cada uno, tanto como a losdetalles que constituyen su mundo, esperando con este conocimiento adelantarnosal autor, respecto a lo que va a ocurrir y al papel que ellos jugarán en eldesarrollo de la trama.

El asesinato, cómo no, es lo que conecta a aquellos de quienes se nos facilitanlos rasgos que los definen, que también se pueden apreciar en los diálogos:irónicos, agrios, directos o evasivos. En resumen, en esta novela, como en suscuentos, la autora concede una gran importancia al detalle y al manejo deltiempo con lo que demuestra gran virtuosismo a la hora de abordar un género enel que las mujeres han incursionado con éxito, desde la paradigmática AgathaChristie, pasando por la perversa Patricia Highsmit hasta la truculenta FredVargas. La matemática rige aquí la narración, en cuanto a los distintos tiemposy espacios que encierran la trama en un viaje de ida y vuelta a Buenos Aires.Si bien la novela empieza en la sacristía, en los últimos capítulos volvemos allugar para retomar los hechos y reconstruir la historia con nuevos elementos.He de añadir que tampoco faltan el amor, el sexo, la venganza, ni el alcohol,en este caso cantidades ingentes de cerveza, que unen a los protagonistas Mónicay Ludwing. Sería desconsideración por mi parte revelar el sorpresivo desenlace,pero no tengo más remedio que celebrar el hecho de que aquí el crimen ocurracon posterioridad a la solución del mismo. Espero no estropear con este dato lalectura de la novela.