Fernando Cazón Vera

(Quito, 1935). Periodista y editor de periódicos y revistas, profesor universitario durante quince años. En la actualidad es columnista de los diarios Expreso y Extra, de Guayaquil. Ha publicado los poemarios Las canciones salvadas (1957), El enviado (1958 ), La guitarra rota (1967), La misa (1967), El extraño (1968), Poemas comprometidos (1972), El libro de las paradojas (1976), El hijo pródigo (1977), Las canciones salvadas (antología, 1980), La pájara pinta (1984), Rompecabezas (1986), Este pequeño mundo (1996), Cuando el río suena (1996), A fuego lento (1998 ), Relevo de prueba (2005) y La sombra degollada (2006), entre otros. El Municipio de Guayaquil lo condecoró en dos ocasiones con la presea de oro Al Mérito Literario. Recibió la Lira Poética de la Asociación de Periodistas Guayaquil. La Casa de la Cultura Ecuatoriana publicó una extensa antología de su obra poética (1958 -2000) en la colección Poesía Junta. Fue dos veces presidente del Núcleo del Guayas de la Casa de la Cultura. 


 

PARÁBOLA DEL INDECISO

Huyó desde sus piernas para adentro 
Regresó dé los ojos para afuera 
Quiso volver al fin, pero se iba 
Quiso exiliarse pero se quedaba. 

Estaba siempre donde nunca estaba 
Era y no era, lo mojaba el fuego
Lo quemaban las lluvias torrenciales 
Alas de viejos pájaros lo anclaron. 

Y supo odiar con el amor más puro 
Amó también con su traición profunda 
Y dijo la verdad. Y estuvo solo
Mintió y mintió. Y entonces le creyeron.


                                                                          De Rompecabezas (1986)


EL AFORTUNADO

Quién tiene un ojo que no le sirva,
una oreja que le sobre, quién tiene
un mes de más en su almanaque,
una hora inservible en sus relojes,
quién respira dos veces y vive
y sobrevive una única vida, quién
copula fielmente su bigamia, quién
se hace trampa y nunca se sorprende,
quién tiene un muerto que todavía lo ama
sin tocarle los sueños inminentes, quién
cabe a la vez en dos lugares diferentes,
quién ha dejado de morir su parte menos útil,
quién, en definitiva, gana la mesa
sin tirar los dados.

 

                                                                           De Rompecabezas (1986)


LA PARÁBOLA DE LA MÁSCARA


El pájaro se puso la máscara,
la máscara se puso el pájaro,
el pájaro y la máscara se pusieron entre sí
pero el pájaro no era máscara
el pájaro era pájaro y nada más
el pájaro era pájaro y mucho más
y la máscara después fue nube
y fue cielo
y fue árbol
y fue la manzana de ese árbol
la máscara fue hombre también
y fue la mujer de ese hombre
y fue el hijo de ese hombre y esa mujer
la máscara podía ser cualquier cosa
incluso la máscara de otra máscara
el pájaro ni siquiera podía ser hombre
el hombre ni siquiera podía ser pájaro
pero la máscara sirvió al hombre
y al pájaro y su pájara
y a la mujer del hombre y de ese pájaro,
y al hijo del hombre y la mujer,
del pájaro y la pájara
al hijo que no pudo ser lluvia
ni árbol, ni montaña,
pero la máscara les sirvió a todos
sobre todo al hombre mirado por el hombre mismo
y mirado por Dios y por la máscara de Dios
o por las máscaras de muchos dioses
hasta el día del Juicio Final
en que todos, sin excepción,
se sacarán las máscaras.
 
 
                                                                        De Rompecabezas (1986)


CASI
 
Tú no tenías nombres
y acaso para amarte
tampoco hacían falta las palabras.
 
Tú tenías dos ojos
dos pechos
y dos manos
una mitad de tacto
y otra mitad de luna
 
Y yo te amé por esa simple
necesidad de amar todos los días.
 
Pero una vez
te fuiste con el viento
y quedó solo
                        tu mitad de luna
 
                                                                       De El hijo pródigo (1977)