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Álvaro Solís


Álvaro Solís
(México, 1974). Fue becario de la primera generación de la Fundación para las letras mexicanas y del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Autor de Cantalao (Premio Clemencia Isaura de poesía), Los días y sus designios (Premio nacional de poesía joven Gutiérre de Cetina), Ríos de la noche oscura (Premio Nacional de poesía Amado Nervo). Es profesor titular de la materia de Poesía Iberoamericana en la Universidad Iberoamericana, campus Puebla, ciudad donde actualmente reside. En el 2013 obtiene en España el Premio Alhambra de Poesía Americana. Forma parte del consejo editorial de www.circulodepoesia.com

 


 

 

 

LA NOCHE ENTERA

 

Fuensanta:

¿tú conoces el mar?

dicen que es menos grande y menos hondo

que el pesar.

RAMÓN LÓPEZ VELARDE 

I

 

Nunca miramos el mar,

nunca nos detuvimos a mirarlo inalcanzable.

su furia contenida por años ruge sin parar y las palmeras inmóviles,

oleadas de sofocación, cortinas, entrecerradas ventanas.

Tanto calor como para fundar diez mil infiernos;

arden las paredes y mi cabeza arde en las brasas de este tiempo.

 

Nunca miramos el mar, nunca entrecerramos los ojos para mirar el mar de abril.

 

 

II

 

Apoyado en la ventana te esperé la noche entera.

La noche era un camino que no se podía recorrer con calma,

extendía sus fronteras hacia donde no era posible esperar.

Porque el corazón no puede soportar las heridas que produce la esperanza,

la noche era un sesgo que nunca aprendí a tomar con sigilo.

 

Tú me atormentabas diciendo que llegarías más tarde

con la indiferencia que se da la hora a algún desconocido.

Mi corazón era un volcán extinto que de repente exhala pequeñas fumarolas recordando el tiempo de erupción.

Pero aquel día mi paso fue más lento, y llegué tarde,

me esperabas con los jeans color rosa y tu cinta para el cabello y tus zapatos,

y tu bolso de mano y tu llavero y los rasgos de tu blusa y tu indiferencia del mismo color.

Parecías no advertir que te miraba,  y pensé que estabas sola, que no esperabas,

que estabas muy lejos de casa, de los sabores resecos del invierno,

que no pertenecías a nadie, ni a ti misma,

mientras te maquillabas sin prisa mirándote al espejo y agachabas la cabeza como avergonzada.

Ese día llegué tarde pero hicimos el amor con toda calma,

luego te pusiste mi camisa color vino

y pedimos comida china, relucían tus blancas piernas donde yo recostaba mi cabeza para recordar tu gesto entristecido de la espera.

 

Porque la noche extiende sus dominios sobre todos los que anhelan el retorno de alguien que nunca volverá,

mi corazón contiene aun las furias de aquel mar que siempre nos fue inalcanzable.

Nunca miramos el mar,

nunca entrecerramos los ojos para mirar el mar de abril.

 

 

 

 

LA ESPERA

                      Para Antoni Marí

 

Desde el fondo de la soledad y aún más de la desdicha,

si es dado que una ventana se abra, se puede, asomándose a ella,

ver, pues que andan lejos e intangibles, a los bienaventurados.

María Zambrano

 

Siempre estamos solos, el mundo no existe allá afuera,

ni la apretujada multitud, ni los campos, ni los bosques,

ni las playas propicias para el sosiego.

 

Cuando asecha el sueño o la esperanza o el dolor,

estamos solos, nadie nos espera de vuelta,

nadie recuerda nuestros mejores momentos;

(nuestra fugaz parcela de felicidad.)

 

Cuando asecha el insomnio o la incumplida promesa o la fe,

cerramos los parpados como para dormir

y la memoria repasa con precisión los despojos del día,

porque estamos inquietos y reinicia la mañana en sus vendimias ásperas,

su duermevela en todo lo que está al alcance

entre los sueños infantiles y la reumas de la vejez.

 

Cuando estamos en medio, miramos hacia atrás sin remordimiento

el paso del recuerdo que no produce temor,

reconocemos el odio,

negamos abrir los ojos porque ha sido insuficiente la noche

y escuchamos el mundo que nos llama,

su ayuna indiferencia, sus trajeadas prisas,

los desocupados asientos de la fortuna que se han alejado del todo

aunque sigamos tan solos, aunque sigamos tan solos,

aunque sigamos tan solos y solos y solos, como para morir.

 

 

 

 

A LA MANERA DE VIRGILIO, EL DE MATANZAS, ME QUEJO

 

                                        A Waldo Leyva

I

 

Si mi reino fuera de este mundo

y no del otro, donde podré algún día conocer la esperanza.

Si mi reino no flaqueara por lo lejos que me queda,

si no tuviera que morir

para conocer el amor correspondido

y la gracia.

 

Si mi reino de este mundo fuera,

ahora mismo abdicaría por caminar sin rumbo

sabiendo,

que no es fácil morir,

no es fácil renunciar a la caricia de quien más se ama.

 

Si fuera de este mundo mi reino,

qué poderes, por Dios, qué poderes,

si de este mundo fuera mi reino

alargaría la noche por decreto

y el sol con los dedos unidos de todos mis lacayos taparía.

 

Si mi reino de este mundo fuera

¿Dime rey, so fuera in este mundo?

Si fuera de este mundo mi rey… No.

 

 

II

 

Si fuera de este mundo mi reino,

tal vez en la cruz no moriría,

extendería mis manos hacia las cosas de siempre

y no curaría enfermos,

ni vino del agua, ni agua de las piedras,

ni mis pasos sobre el río

porque son grandes mis pies

y se hundieron hace tiempo,

y se pudrieron hace tiempo.

 

Si mi reino fuera

de este mundo quizás yo no sería.

 

 

III

 

La muerte anda en secreto y ronda

los rincones de la ciudad donde nadie espera a nadie.

La muerte ronda el aire, el agua,

el reflejo de las hojas que el otoño arranca a los amantes

que mañana llorarán por no estar juntos.

La muerte

                   ronda

sin saberlo nadie por el río, por la sangre, adentro,

y hace migas con los sauces,

con las manchas del jaguar que pronto oscurecerán la tierra.

Sin saberla ronda la muerte nuestros pasos,

sin ganas de salir corriendo a donde ronda ronca la soledad de otras gentes,

donde la muerte ha saciado sus ganas de fermentar la tierra de los sauces,

de la tumba, del jardín, la de las manchas de jaguar, oscurecidas.

 

Como la muerte ronda los secretos de la vida

y nos alcanza,

es mejor navegar

hacia donde el río rebasa su horizonte.

 

 

 

 

NO HABLO DEL RÍO

 

No hablo del agua

no de la cuenca    no del lodo

No hablo de la ribera    no de los peces

no hablo de las crestas que convoca el viento

 

No hablo de la transparencia

que desborda

no que inunda

atrapa

infecta

ahoga

olvida

 

No hablo de las plantas que florecen no sin la lluvia

No hablo de tesoros extraviados por no nativos

ni de monedas no de oro

lanzadas por revolucionarios  No

 

No hablo de armaduras con esqueléticos recuerdos

atrapados en metal

No hablo de jaguares en plena cacería

ni de cocodrilos partiendo antílopes por la mitad

como se parte en dos una página

No hablo de cascadas

que es como se llama

a los ríos que se lanzan

por los aires siendo ríos

a los ríos que se lanzan

al abismo sin terror

No hablo de cayucos

ni de anzuelos

no de peces fugitivos

del engaño

 

No hablo de amarillas alfombras

movedizas

coronando

la corriente

sin su brillo

 

No hablo de embarcaciones

no del margen que se puede alcanzar con la mirada

ni de iguanas caminando como Jesucristo sobre el agua

No hablo de serpientes

 

No hablo de la palabra río

no de las letras que conforman la palabra

no hablo de la tilde que cae solitaria

gota de una lluvia apenas iniciada

No hablo de la palabra río

 

no de las letras que conforman la palabra

 

El río es otra cosa

 

que apenas puedo

ere

í

o