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Leonardo Varela


Leonardo Varela
(Ciudad de México, 1970). Reside en La Paz, Baja California Sur, desde 1984, donde se graduó como licenciado en Humanidades. Autor de una docena de libros de poesía, de los cuales destacan “Prohibida azul distancia”, “Comala Blues”, “Palabras para sobrevivir en el desierto” y “Perihelio/Elefantia”. Autor, también, de la antología poética “Voz de la estirpe: poemas y poetas de BCS en el siglo XX”, el volumen de cuento “Desiertos” y la novela “El miedo a las imágenes”. Ha recibido diversos premios nacionales e internacionales de poesía, como el Jaime Sabines en 2003 y el Gilberto Owen en 2010. Actualmente es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte del CONACULTA.

 

 

 

 

Bucólica

a Leopoldo María Panero

 

Algún día

nos cansaremos de errar

por estos valles de comedia

Pastores sin rebaño. Ovejas negras

La marea de los pastos

peinados por la sed de los alisios

recorriendo la erguida

estepa de la muerte. Dejaremos entonces

a un lado las zaleas

y vendremos los lobos

de uno en mil, cantando

 

 

 

 

 

Lanzarote

 

Sobra decirlo todo, pesa

como lluvia la música

y el incendio se aleja exasperado

por las voces que hurtó

de la memoria. Este, mi aprendizaje

a golpes de molino, a trechos

de espada sin saber

si valía la pena tanto gozo

El cuerpo insiste en su caída,

busca en el vértigo su bandera

y en la desolación

los cantares de siesta

de tu nombre. Tal un amargo vino

que pulsara la boca derramada, las venas

tristes por un mar del Norte

 

 

 

 

Herir

 

Es un lugar común

describir la faena que protagonizan los amantes

y al final no se sabe

cuál de los dos es el toro

La novia

empitona sus pechos

para las armas del hombre

El diestro

juega a no ser tocado

Ambos embisten,

Alguno

es el primero que sangra

 

 

 

 

Vencer al Minotauro

 

De la valiente Ariadna no pude retener sino el oro más fino de sus cabellos

Celoso por el padre que la desposaría con la muerte,

me adentré en la ciudad

sin saber qué recodo de mi sombra ayudaría a vencer al Minotauro

Consciente de haber sido una esperanza nada más, fruto

de la inconsciencia heroica,

a seiscientas doncellas que serían sacrificadas

las hice mis esposas. Discretamente ungido

por sus besos, me deslice en la noche, tembloroso

y ebrio, desvelado

por las arpas que el viento tañía entre sus muslos

y la miel que vertieron en sus labios

Llegué hasta aquí, pero me siento solo y aburrido

Extraño vuestros mantos, los peines delicados

con que ordenáis el tiempo, vuestros raros perfumes

Sería tan hermoso

ser el más miserable de todos los esclavos

 

 

 

 

Paradiso

 

De todo esto quedará para ti la memoria de un árbol

Hoja que se desprende para dejar el tacto gastado de raíz

Ausencia que habitamos con los huesos ennegrecidos por el fuego

Agua del torso, desnuda flexión del brazo

que sostiene a la estatua

En espera del reino por venir, fluye tu gracia confundida con el oro

Al margen de la niebla, mi olvido es un relámpago

equivoca

el sitio donde cae

He aquí los nombres comunes al invierno:

He aquí la canción del gavilán extasiado en la belleza del Diluvio

 

 

Los poemas pertenecen al libro Palabras para sobrevivir en el desierto, 2007.