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Antonio Cisneros

ENTREVISTA A ANTONIO CISNEROS 

Por Marcela Meléndez


 

La poesía de Antonio Cisneros está considerada dentro de las más importantes del idioma español. Sus primeros libros ya presagiaban una figura de primer orden. Con sólo 25 años se hace acreedor al premio Casa de las Américas (1968) por su obra Canto ceremonial contra un oso hormiguero. Desde entonces ha entregado una decena de libros fundamentales entre los que destacan Agua que no has de beber, Como higuera en un campo de golf, Crónica del niño Jesús de Chilca, Las inmensas preguntas celestes y otros tantos que forman parte de un particular y lúcido imaginario.

 

 

-¿Cómo ha evolucionado la poesía de Antonio Cisneros desde los primeros libros (David, Comentarios reales, Canto ceremonial contra un oso hormiguero) al trabajo que realiza en la actualidad. ¿Qué elementos nuevos distingue en su imaginario?

No suelo opinar sobre mi propia obra, sin embargo, es evidente que muchas cosas han cambiado en estos cincuenta años que han pasado desde que apareció 'Destierro' en 1961. Mi poesía, de hecho, ha cambiado, igual como he cambiado mis cuerpos y mis almas a lo largo de todos estos tiempos. Sospecho que mi proverbial ironía (según dicen los críticos) se ha ido convirtiendo en un sereno sarcasmo, seco como mi piel de setentón.

-Entre los muchos galardones obtenidos, usted recibió el 2010 el premio Iberoamericano de poesía Pablo Neruda. En relación a esto ¿cómo vislumbra la obra de Neruda en la actualidad, sigue teniendo la misma vigencia, cómo la ve hacia adelante?

Pablo Neruda es uno de los referentes inevitables de la gran poesía universal. Si la poesía no hubiese existido, él mismo la hubiese inventado. Su obra es un océano de miles y miles de páginas y como todo océano desmesurado, trae a veces en sus aguas revueltas, amén de maravillas, desechos indeseables de medusas y ripiosas arenas.

-Su  relación con México ha sido muy cercana. Sin ir más lejos, el encuentro de Poetas del Mundo Latino 2009 realizado en Morelia estuvo dedicado a usted. Por otra parte, importantes editoriales publican su trabajo en este país, además de contar con grandes amigos y muchos admiradores… ¿Cómo se siente en este contexto? ¿Qué le parece que su obra despierte tanto interés entre los jóvenes?

Sí pues. Podríamos decir que México es un país que ha terminado por adoptarme. Hasta ahora no sé bien por qué. Aquí me han premiado, mimado, invitado, publicado. He hecho amigos mexicanos desde mi primera juventud en la ciudad de Londres hasta la edad senil. He cantado a dúo con José Alfredo Jiménez en Michoacán y soy casi un experto en comida yucateca. Me quieren, pues. Allá ellos. Allá ellos.

-La crónica es un elemento distintivo de su poesía, pero lo lúdico también tiene un papel fundamental. Esto complementado por un singular bestiario que incluye gatos, chanchos, ballenas, cangrejos, perros, moscas, arañas, aves, etc., hacen de su impronta algo dinámico y revelador, como si cada texto fuera una pequeña historia irrepetible…

Hablas de dos cosas. Una, de las crónicas. Es mi manera de entretenerme en prosa. La prosa, esa cosa tan distante donde no tienes que poner tu cuello en la guillotina como la terrible poesía. La mayoría de mis crónicas son de viaje. También de fútbol o de gastronomía. No me interesan las crónicas culturales. La prosa de ficción, salvo raras excepciones, me aburre soberanamente.

Por otro lado, están los animales que trepan por toda mi obra. En realidad, poco a poco, se han ido apoderando de mis versos y mi imaginería sin que yo me diese cuenta. Probablemente, todo empieza con una zoofobia que me acompaña desde mi más tierna infancia. Le tengo terror a los gatos, a los perros, a las gallinas, a los conejos. Tal vez, aunque no estoy seguro, podría agarrarle el gusto a las jirafas o los rinocerontes. No lo sé. Lo que está claro es que detesto a las mascotas casi tanto como me detestan los dueños de las mascotas. Sobre todo, esos señores gordos sesentones que pasean chiguaguas o caniches por las calles con toda desvergüenza.

-En muchos de sus libros aparecen distintos momentos de la historia del Perú, pero también de la historia familiar insertada en algunos de estos hechos. Cito por ejemplo: Paracas, Antiguo Perú, Testimonios de Ayacucho, Crónica de Lima, La casa de Punta Negra, En el 62 las aves marinas hambrientas llegaron hasta el centro de Lima, por nombrar algunos ¿A qué se debe este carácter episódico de su obra?

Bueno. Creo que la poesía es, entre tantas otras cosas, una forma de conocimiento. ¿Conocimiento de qué? De uno mismo. Poesía es hurgarse y descubrirse como un guante volteado al revés. Luego viene la escritura, es decir, el testimonio. ¿Testimonio de qué? Testimonio del mundo interior y del mundo que nos rodea. Ahí está entonces la poesía, como es, individual y social, histórica y doméstica, con sus cuotas de voz que cubren todo y sus cuotas de silencio que cubren todo también.

-Perú ostenta una de las tradiciones más importantes de la poesía latinoamericana. Los nombres de  César Vallejo, Martín Adán, César Moro, Oquendo de Amat, Jorge E. Eielson, Emilio A. Westphalen, Carlos. G. Belli, Blanca Varela, Antonio Cisneros, Luis Hernández, dan cuenta de un universo de voces que han nutrido el acervo cultural de este continente. Pero también los autores que se perfilan en la actualidad (Enrique Verástegui, Maurizio Medo, Miguel Ildefonso, Victoria Guerrero, etc.) derivan de esa tradición mayor. ¿Cómo es su relación con los nuevos creadores, conoce sus obras, con quiénes siente más empatía?

Cierto es que hay algunas tribus establecidas y reconocidas en el mapa poético de la lengua castellana. También es cierto que la poesía (peruana en este caso) es una maravillosa continuidad. Sin embargo, no nos confundamos. El poeta Enrique Verástegui, por ejemplo, es apenas cinco años menor que yo y más de veinte años mayor que Guerrero o Ildefonso, que a su vez son unos cuarentones perseguidos por una nueva hornada. Yo creo que la poesía existe o no existe. No hay poesía mala. En ese caso, es simple y llanamente inexistente. No me interesa perseguir con ojo académico o pedofílico a las nuevas generaciones. Tampoco me interesa el futuro de la juventud. Lo que está bien está bien, lo que está mal está mal, sea de la edad que sea. En realidad, los poetas más jóvenes son aquellos cuyos nombres no me dicen nada.

-En una entrevista cita usted algo muy lúcido referente a las nuevas tecnologías. Habla que el procesador de texto no sólo no es enemigo del poeta sino que fue hecho para él. En relación a esto, ¿qué papel juega el internet en la difusión de la poesía y en su propia obra?

Es cierto que el procesador de palabras cumple, solito su alma, el antiguo papel de las innumerables correcciones y otras tantas pasadas en limpio del manuscrito y la máquina de escribir. Sin embargo, no vivo fascinado por los sistemas de reproducción digital y menos, mucho menos, por las llamadas redes sociales. En mis tiempos, salvo error u omisión, sólo opinaban los que tenían algo que decir y sólo escribían los que sabían escribir. Ahora con los blogs, facebooks, twitters y etcéteras, cualquier cretino o cretina invade el planeta con candelejones lugares comunes, frutos de una falsa democracia. 

-¿Qué sentido tiene el viaje para usted? Le pregunto esto por cosas ligadas a su vida y a su proceso creativo. Su estancia en Inglaterra y otras ciudades de Europa, obras como El libro de Dios y de los húngaros, Un crucero a las islas Galápagos y Ciudades del tiempo, el malecón Cisneros frente al mar portentoso de Lima…

Desde que nacemos hasta que morimos estamos viajando. Y lo más probable es que el viaje continúe en el más allá. El viaje para mí ha sido una manera de instalarme en el planeta y, al mismo tiempo, un pretexto para nombrar las cosas que me pueblan y pueblan el planeta. Aunque, seamos claros, no es de las islas Galápagos, por ejemplo, que doy el testimonio, mi testimonio es en realidad el de las Galápagos del alma. Todo esto hablando de poesía. En mis crónicas de viaje, los viajes son más juguetones y facilones como la prosa misma.

-¿Cuáles son los autores con los que siente mayor afinidad? Imagino que después de cincuenta años de creación este juicio ha ido variando en algunos aspectos…

En verdad, mi repertorio de lecturas dista mucho de ser especializado en poesía. Más aún, creo que ni siquiera en literatura. Me interesan muchas cosas distintas. En estos últimos meses, por ejemplo, estoy empeñado en temas de arquitectura y urbanismo. De todos modos, hablando de poesía, tengo mis lecturas clásicas y recurrentes.  Quevedo, Góngora y Juan de la Cruz entre los del Siglo de Oro. Po Hui, Li Po, Wan Wei de la dinastía Tang.  Basho el japonés. De los contemporáneos: T.S. Eliot, Ezra Pound, Robert Lowell, Charles Olson, E.E. Cummings, Fernando Pessoa, Costantino Cavafis. Por lo demás, he descubierto un canadiense maravilloso de apellido Cole y en los últimos días estoy releyendo al brasileño Ledo Ivo. 

-Por la noche los gatos (publicada por el Fondo de Cultura Económica, en 1989 y que reúne 25 años de escritura) es una de las antologías más completas editadas en México sobre su obra. Ya han pasado casi 25 años desde que fuera publicada. Si tuviera que reeditarla (la edición se encuentra agotada) ¿Qué cosas agregaría, corregiría, omitiría, o preferiría que saliera tal cual fue editada la primera vez?

Ojo que Por la noche los gatos tiene en el Fondo una reimpresión de hace unos cuantos años, también agotada. Y dentro de una semana, en una nueva colección del Fondo, Aula Clásica, aparecerá otra antología, cuyo estudio y selección están a cargo del ensayista y novelista Peter Elmore. Además, desde hace una semana circula la preciosa edición de mi antología, Propios como ajenos, editada por la UNAM. Por lo demás, el anteaño pasado La Cabra ediciones publicó una antología de mis poemas sobre animales, A cada quien su animal. Con todas estas ediciones podríamos decir: pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Antonio Cisneros.

Yo soy incapaz de meter la mano en mis antologías. Con qué derecho puedo asumir al muchacho que fui, al recién casado, al divorciado, al vuelto a casar, al padre, al abuelo, al que habla de la muerte. Son muchas vidas con un mismo documento de identidad. Respeto a todos ellos.

-¿En qué proyectos trabaja ahora Antonio Cisneros? Hay en puerta algún libro nuevo, algún viaje, alguna idea en puerta que nos quisiera contar…

A estas alturas de la vida se me ha dado por explorar en mi vida prenatal, o casi. El año pasado apareció en Letras Libres (de México y España), '1943', un poema donde mi mamá me aterra y me muerde y yo no puedo moverme de la cuna. No sé si persistiré en esta búsqueda enfermiza.