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Jorge Torres Ulloa


Jorge Torres Ulloa
(Valdivia, Chile, 1948 – 2001). Poeta, profesor normalista, actor y director teatral. Editor del sello Barba de palo, que recogió parte de los más importantes autores del sur de Chile. En poesía publicó los siguientes libros: Recurso de amparo (1975), Palabras en desuso (1977), Graves, leves y fuera de peligro (1987), Poemas encontrados y otros pre-textos (1991), Poemas renales (1993) y La dicha vacante (2001). También incursionó en la música popular, sobre todo en el bolero. En 1993, recibió el Premio Municipal de Literatura de la Municipalidad de Santiago. 



 

 

 

No abra esta jaula

 

Al abrir esta jaula,

Habrá dejado escapar un poema.

Ese que pensemos, mas, no escribimos

Porque medrosos de las palabras

De nuestro entorno,

Revolotean como cernícalos

Sobre nuestro testa.

 

Alcáncelo pues, y enciérrelo

No suceda que en cercano tiempo

Nos le encontremos cantando

Cual pájaro de mal agüero

Los desatinos de nuestra renuencia.

 

 

 

 

Estos amigos míos

 

Estos amigos míos

llegarán atrasados a mi funeral

todavía con dolor de cabeza

y acidez en el estómago.

Aparecerán cuando el sacerdote

esté cerrando su biblia

y de la Biblia caigan gotas

de lluvia incierta,

luego cuando el panteonero lance

el primer terrón

se pondrán el sombrero

subirán el cuello de sus abrigos,

o abrirán sus paraguas

y se irán haciendo comentarios

sobre este tiempo de carajo,

que ya estaría bueno

que saliera el sol

para sacarse esta ropa de lana

y abrazar

definitivamente

a la primavera.

 

 

 

 

Cuando llueve en julio

 

A Jorge Teillier, natural de Arcadia.

 

Cuando llueve en julio

me preocupo por el bosque de mi infancia.

Ese bosque del que no recogí

ni moras, ni murtas,

del que no traje

ni el olor de los eucaliptus,

los sorpresivos hongos.

Ese bosque de dudosa fisonomía

en el que tal vez nunca estuve

y del que trato ahora de salir

buscando algunas marcas en los árboles,

las piedras que guiaron mi posible entrada,

temeroso de sus aviesas sombras,

empapado de lluvia,

enterrado en el lodo,

soy un árbol más.

 

 

 

 

Los viajes

 

Atrás sólo el polvo.

Nos vamos mi hija y yo

reventando guijarros

recorriendo esta ciudad sin sentido

a diestra y siniestra

insultando peatones

mi hija y yo

eludiendo policías

y semáforos vacilantes

en fin,

silbando canciones más o menos sospechosas

negando algunos saludos

regalando otros

deslizándonos por esta ciudad de utilería

en busca de pretéritos fantasmas

mi hija y yo

a horcajadas en esta bicicleta

sin ruedas ni pedales.

 

 

 

 

Declaración de guerra

 

Arráncate si no quieres ser herida

por mi diatriba ponzoñosa.

Retírate,

te lo aconsejo por tu bien!

Aún tienes luces que encender,

aún puedes servir en otro frente,

no trates de convertirte en mártir

porque no tendrás adoradores.

(“Soldado vivo, sirve para otra guerra”)

La vida necesita de ti.

Escogiste mala manera de suicidarte

soy un buen tirador

y tú un blanco demasiado ostentoso.

Anda

              Huye

                            Corre

Mientras toma aliento

y cargo mi arma,

te lo suplico,

amor.

 

 

 

 

 

Status de náufrago

 

Cuando víctimas todos del mismo naufragio

Vosotros,

los que moristeis de muerte total

Vosotros,

contumaces

ya no sois más mis compañeros deste juego.

Bien lo sabíais;

tratábase de una cuestión de palabras

(y de su fe irrenunciables en ellas).

Eso sí,

de mixtura y proporción exacta.

Ustedes,

los ufanos verborreicos

no bastáronles el desangre de esos días

en que campeaba la anemia

tanto y tan perniciosa.

Desatendisteis las palabras que importaban

dandoos con gula al festín parlante.

(Dilema de facultativos el atender

las veleidades de la semiología).

Recordaréis a las blancas susurrantes diciéndoos:

¡No le escuchéis!

¡Haced oídos sordos!

 

Guardia de mi propia vigilia

que es donde mora mi cordura

y este desvarío mío se consuela,

Os dije:

¡Utilizad las palabras adecuadas!

¡No os desgastéis en las vacuas!

¡Utilizad las palabras pertinentes!

Pero, nada.

Bien sabíais que no se trataba de exorcismos ni taumaturgias.

Sólo alimentar el verbo.

SIMPLEMENTE ALIMENTAR EL VERBO.

 

Se explicarán ahora mis frecuentes ataques de mudez,

una cierta lentitud en el hablar:

Buscaba la precisión del adjetivo.

 

La conjugación cabal.

y ahora,

que ya no sois más mis compañeros deste juego

junto a tácita convicción

yazgo

distrayéndome en nuevos ocios,

mementando vuestras vocinglerías:

YO

el dialítico

el dialéctico

 

especulando qué hacer

para cuando la barca de Caronte zozobre y

aferrado a la mísera condición destas palabras,

mantener el exiguo

status de náufrago

para, socorrido por las potestades, tener

libre acceso a la vastedad de todas esas playas.

 

 

 

 

 

Recado para eventuales lectores

y a todos aquellos que de él fueron

 

Puesto en el trance de tener que reconocer

que aquél, el de la imagen de solapas de este libro

soy yo, recurro a la solicitud del poeta

Labrunie, frente a similar evento y

ruego a mis amigos:

Decid a todo el mundo que es un retrato

parecido pero póstumo...

Yo soy el otro,

 

ése que las argentinas sales aún no se animan.

Aquél que no logrará revelar la noche del fotógrafo.

Y ahora, en la cómoda situación de este paréntesis

y siempre con el buen Gérard, afirmo:

Mi situación es buena

pero todo pertenece al futuro. 

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