Iván Silén

                Iván Silén (Santurce, Puerto Rico, 1944)

Poeta, ensayista y narrador. Ha publicado los siguientes poemarios: Los poemas de Filí-Melé (1976, 1981), El miedo del Pantócrata (1981) y La poesía como libertá (1992) con el que obtuvo el premio Pen Club de Poesía de 1993. También ha publicado los ensayos: El llanto de las ninfómanas (1981), Nietzsche o la dama de las ratas (1984), La rebelión (1995) y Los ciudadanos de la Morgue (1997). Actualmente ha terminado una antología de pensadores latinoamericanos y españoles que se titula: Nietzsche o el ocaso de los lirios (inédita). Obsesionado por la posibilidad que la prosa le ofrece, también ha publicado las siguientes novelas de lo-Cristo: La biografía (1984), La casa de Ulimar (1988), Las muñecas de la calle del Cristo (1989) y su libro de cuentos Los narcisos negros (1997). Ha publicado además dos antologías de poesía. La primera con Alfredo Matilla titulada Los poetas puertorriqueños--The Puerto Rican Poets-- (1972); y Los paraguas amarillos--los poetas latinos en Nueva York-- (1983). Actualmente trabaja en dos libros titulados: Casandra & Yocasta (poesía) y Los caballos de plata (cuentos).

 

 

SEÑOR, NO ME LLEVES A VIEQUES

 

Señor, no me lleves a Vieques,
no me lleves a Vieques, Señor,
porque m’están esperando
en l’angustia de †u nombre
y en tu camisilla verde
que he puesto a secar en las ventanas
también m’esperan.

No me lleves a Vieques, porque me duele
la rodilla izquierda de mi alma.

No me lleves a Vieques,
porque me han robado
las muñecas viejas
y no han llegado todavía
las muñecas nuevas de †u nombre.
Líbrame de andar en el valle
de la sombra de tu nombre.
Y házme’l niño que soy,
transfórmame en el Cristo que ando,
alquílame en el Jesús que presto a
las prostitutas y a los publicanos.
Y joróbame, así, quasimodamente
en medio del columpio donde ríes,
todo es humo y todo es sed,
y aféame en la orilla de la chiringa del lago,
do humo y
jeremíame a la espina dorsal
de tu esqueleto.
Por tu padre te lo pido,
por tu madre te lo ruego,
y por el tío que no tuviste, Señor,
también te pido,
(¡oh, temible Dios de mi blasfemia!),
no m’envíes a escupir sobre las redes de botes
ni sobre las escupideras de las mujeres desnudas
me hagas escupir mariposamente,
ni aún en los cáliz mohosos
donde orinan los niños.

¡Todo es humo, Señor, todo es humo!

No me fuerces jobmente,
y no me yvanes
que me orino de miedo
al pensar que soy tu voz prestada,
alquilada, hipotecada
en medio de gentiles y creyentes.
No m’empujes,
porque no volveré a pasar contigo
por las noches de Halloween
d’espalda a los concejales
que vienen a Vieques a vender la mierda.
Líbrame, Señor, de los mentecatos,
y te pido, en medio de la náusea, que
me ampares de la loca Pataki
en la caja de zapatos de su muerte.
Líbrame de Sila-Magdalena
en los burdeles del ELA.
Y líbrame de la mierda,
de la televisión,
de la radio, del humo,
de las entrevistas:
y no me m’exhibas
ni me busques como al poeta que soy.

No me dejes boxear con Trinidad en los espantos
de las letrinas de los templos olvidados,
ni siquiera en el espanto
del ángel de Job a mi derecha,
ni ganar el campeonato de Miss Universo
junto a tu madre y tus hermanas.
No me regales tu traje de Novia
(junto a las rosas de papel de humo)
los Viernes Santos de la demokracia falsa.
Ampárame, Señor, ungido yo, en calzoncillos,
de tus fotos en los estanques del cielo
y que nada, como Tú, ni nadie,
pueda seducirme
aristoloquiamente
en el olor de las rameras de Gedeón,
ni en el temor de los maricones del Condado.
ni siquiera santa Teresa seducirme pueda
mientras reza, orgasma y juega,
con los curas más jóvenes,
más símiles,
que vienen a Vieques primero que yo,
antes que yo,
hermosos,
gallardos,
exóticos.

Y no me dejes levitar,
ni rezar, ni ayunar
delante de las muchachas
que se arreglan los pantis delante de los diáconos.
Y líbrame del fetichismo de los ángeles
(líbrame de la paranoia de Gabriel,
de Charlie, santo como yo,
mejor que yo,
pluscuamperfecto,
hebreo,
cananeo o cananita--
y de Pablo VI
jugando dominó contra tu nombre--).

Líbrame d’esta misazul,
d’esta misa rosa,
de’este diptongo
que me quema el pene en medio de las rosas.
Esta misa Tuya
que me arde el alma en medio
del orgasmo, Señor, cuando te beso con tu boca
delante d’estos hermanos pequeñitos
que no saben,
qué carajo estoy diciendo
místicamente aquí, oscuro
(de mariposa a rosa--d’espejo
a máscra que mira--),
delante de ti, en medio de tu taxi
a la hora de tus sueños.
Porque ya murmuran azucenamente,
murmuran espinas y rosas,
cactus murmuran, eructa rosas,
cultivo un cuchillo blanco
delante de mí y no saber qu’estoy ungido
en tu palabra, qu’estoy equivocado
antes del tiempo, después del tiempo, y
no sé en dónde ando. Pero ellos
ya te interrogan delante de mí:
“¿qué carajo está diciendo
el poeta místico de Ti?”

Y yo igual, desorientado,
te pregunto, Jesús,
en esta noche de insomnio:
¿qué carajo estoy diciendo?
Porque aunque sé, finjo, y aunque finjo, sé,
qu’era yo el que deseaba
venir con tu pata de palo de sueño,
sincero, oscuro, amanecido.

Pobre d’espíritu, rico, soy,
adinerado de angustias, soy,
Judas de Ti,
anduve y lunes y caminé domingo
sidista de tu carne, yo,
sifilítico de la fe, yo,
andariego,
vértigo tuyo,
sinestesio,
amante tuyo,
legendario,
oscuro,
metáforo de tu noche de amor,
noche clara de sombras,
noche santa de muerte: eso eres Tú, Señor,
espantosamente cierto
espantosamente oculto,
aquí en medio de la fiebre,
en medio de la luna
d’esta medianoche del día de Vieques.

¡Todo es humo, Señor!
¡Espantosamente humo!

En medio de los ciegos, y
de los sordos de luz y de los gordos de sed,
testimonio de qu’existes doy
auroriarmente antes que yo,
antes que’l tiempo
nebulosamente
me alumbrara.
Antes que los poetas te inventaran
creía en ti como un niñito
que se ha cortado el pene:

sed de Dios en la sangre derramada tengo:
agua atormentada de la sed,
espejo derramado de sed,
tiempo adormecido de la sed,
sed adormecida de más sed
como el cielo que cae sediento
d’estrella a estrella en la cascada
(cascada a cascada: las estrellas):

Domingo de Ramos,
humo de humo,
entro a Ti moliendo rocíos,
moliendo sed,
moliendo niños,
loco de ceniza, mariposo,
ala negra, de l’ala blanca,
seducido de auroras
(poema a poemo:
madre a patria): seducido y
seduciéndote de verbos a verbo, muerto,
como si fuera posible
soñar contigo debajo de la lengua,
soñar contigo debajo de la tumba
do te paradojo, y te llamo y te aúllo,
delante de los tanques
en el olor más oscuro de los besos.

Un día de verano mortal
Somos †ú y yo, Jesús,
delante de las bombas enemigas.
Yo te vi jesúsmente, Yván,
de la espalda del tiempo,
clavado de la mano de Dios
en la sombrilla podrida de María.
Borracho como si andara un lirio
brevemente,
lloviendo sonidos en las margaritas del mercado
de las mujeres de Vieques,
robustas, asesinas de tedio,
oscuras en la luz de los gemidos:
sulamitas de senos duros,
de albas duras, redondas, de sed
redondas de visiones, lujuriosas,
cristianas, nymphómanas,
epidérmicas,
yo te vi, cabroncito,
detener a la nación
más poderosa del mundo
con los pescadores de Vieques.

Eres increíble, Señor, con tu celular a cuestas,
caprichoso como una metáfora
que porta a su contrario,
vanidoso Eres de ti y cojonudo, como yo,
me detuviste, Tú,
en la frontera de Nueva York
hasta que te dio la gana.

Buscaste en cada palabra mía,
en cada cangrejo tuyo
qu’escupo en tu ojo vivo tu saliva
para que cante, como canto, insomniamente,
delante de tu pueblo.
Para que cante, así, de agrio,
deforme y duro y diga:
que todo es humo y todo es sed:
ni un sólo marino más delante de Vieques,
o cien o mil marinos con los ojos rotos
en las cunetas de Vieques.

Pero no m’empujes, Señor, ve despacio,
que tengo fiebre y tengo miedo,
y tengo dudas azules y dudas verdes
a la hora en que Cristo
brinca la cuica conmigo
en el columpio de tu iglesia.
Evangelízame y ayúdame a ser †ú
en tus palabras como las langostas
que bajan del cielo.
Porque tengo miedo del miedo,
y tengo miedo de la sed,
y miedo del éxtasis tengo
miedo de levitar como levito
en el subeibaja de tu alma y,
así, cuando caiga extraviado
en las galerías del templo,
en las visiones del templo
pueda besar tu boca de rosa
con mi rosa cortado, herida y muerta

Líbrame del infierno de ser real
porque tengo miedo de la visión
que late por la casa,
miedo que respira tengo,
miedo que sueña y que adereza
en †u caja de zapatos.
Y tengo más espanto en tu ternura
paradójicamente solo,
que más espanto tuviera que de tu risa
en la distancia que me roza de Ti
y en la cercanía infinita de tus labios.

Tengo pánico de mi palabra
en la comisura amarilla de tu lengua:
merluzas verdes, de las merluzas muertas.
Estoy delante de tu tiempo y sudo tu piel desnuda.
Delante de ti desmayo
con corbata y todo,
porque miro y veo y oigo
como forjas la vida y la muerte,
y como forjas el espanto
de mi boca.

¡No me fumes, Señor,
no me marihuanes, ni m’enroles,
porque m’espera ya
l’angustia de †u nombre!

¡Señor, m’está doliendo tanto
el Cristo que me diste
que no sé cómo morir de tu propia vida,
no sé todavía cómo morirme de tu nombre!

¡No me envíes, Señor, a Vieques,
qu’estoy temblando aún en tus visiones!